La poetisa Emily Dickinson define en alguna ocasión la naturaleza como una casa encantada, y al arte como una casa que intenta estar encantada. Habría en estas frases una insinuación de aquel viejo principio de que el arte imita a la naturaleza. Pero su insinuación va mucho más allá, y a Emily Dickinson, y también al José Martí de los Diarios, acercándonos a la savia del razonamiento, lo que les interesa del mundo exterior, del fenómeno natural, es precisamente su fenomenología inaprensible.[i] Martí fundó estas dos nociones en una: naturaleza y arte, de ahí lo imantado y misterioso del texto.[ii]
Fueron escritos en su bregar organizativo en pro de la guerra, en la vuelta luminosa hacia su tierra. Sus páginas «se inician el 14 de febrero» [de 1895], «en tierra quisqueyana, y quedan inconclusos el 17 de mayo en la manigua redentora, dos jornadas antes de precipitarse, ensangrentado entre dos árboles cuyos nombres debió haber recién aprendido: acogido, al fin, por la tierra húmeda, avecindado con una corriente que se anunciaba desde hacía días, turbulenta y que prologaba su cercanía con lo inevitable».[iii] Formando ambos: el Diario de Montecristi a Cabo Haitiano, y el Diario de Cabo Haitiano a Dos Ríos un único texto literario de cualidad polimórfica, funcional e inclasificable, es, a un tiempo, un glorioso cierre a una obra fundadora y trascendente. Con estas páginas Martí va tejiendo su sudario, y, en su excelencia, toman connotaciones estéticas, éticas, sociológicas e identitarias. Pues la poesía que no pudo escribir por razones de tiempo, y razones de fuerza mayor —que fue, como la esencia, la columna vertebral de su literatura— sale bordada de su entraña aquí en este viaje de regreso hacia su identidad, que es el mismo que su viaje hacia la muerte.[iv] Si vida y muerte habían conformado en su poesía una interrelación dialéctica, y formado una triada que colocaba en su cima al amor, estos tres elementos se superponen y se funden en los Diarios.[v]
Antes de referirnos a los procedimientos de los que se vale Martí para conformar el estilo de los Diarios, debemos decir que es también para mí, y para muchas personas que he interrogado del campo del arte, un texto escrito por un iluminado —es decir, un visionario— que hace gala de una alta calidez emocional. Que es escueto, no por razones de fuerza mayor como el Diario de Gómez, sino que sigue, en esa cualidad telúrica y estilística, la irrupción, la construcción poética. Dado el final heroico conocido, el texto se lee como una novela.[vi] Por todo este reflejo de vida, de materialidad, se respiran los aires de una imantada leyenda. Es por eso que, por encima de los incontables méritos de los Diarios, sobresale el de su carácter fascinante,[vii] que es iluminado, sin duda, por su condición de texto póstumo. Y quizá también porque es un momento especial, y uno de los más importantes «de la sostenida tensión entre poesía e historia», que singulariza a la poesía cubana de la del resto del continente, que viene desde los orígenes, y la cual llega hasta nuestros días.[viii] Hay una intención en lo que refiere, más que una necesidad de aliviar el alma. Este no es solo un diario de cuitas, es diario en el que me parece que toma notas al pie de la cabalgadura, y en las calmas brevísimas, menudas de la brega, movido por el impulso raigal de dejar testimonio, que, en su caso, ya es fundar. «Su verdadero tema es la plenitud de esa naturaleza finalmente unida a la historia. Estar en la naturaleza y realizar la historia constituye la trama fuerte y sutil del texto».[ix]
Si todo diario es, recordando a Nora Catelli, «una especie de educación de la percepción, tanto de sí mismo como del mundo que rodea al escritor», los Diarios de Campaña de Martí demuestran que ya es un maestro de la percepción, afinada antes en múltiples y valiosas obras que salieron de su pluma. Pues su paso a través del mundo natural es fruitivo, no inquisitivo: está en un estado de embriaguez sensorial, signado por el éxtasis de la vivencia, donde «la relación del sujeto con la naturaleza es no solo constante, sino también incitante».[x] Da tela por donde cortar la cualidad especular de los Diarios: no es sólo el texto donde quien escribe se refleja, sino que es la tierra de luz —escritura de luz— donde quiere ser mirado. Cualidad especular que es misteriosa e imantada: la paradoja: el sentido de descubrimiento cierto, objetivo de lo que sabe que es de él.[xi] Esta cualidad quizá deba su fundamento al hecho del esmerado ajuste que se da en los Diarios entre formas y esencias, principio de la poética de Martí, pese a que este parece diferenciarse de sus obras literarias anteriores. Su estilo «se ajusta a los siguientes cuatro elementos: a la realidad dinámica que Martí describe y de la que es partícipe, al hecho de estar descubriendo un mundo que solo conocía referencialmente, al objetivo testimonial de los apuntes y a la escasez de tiempo y materiales».[xii]
En los Diarios su hacedor no se da tregua, siempre parece estar en máxima alerta física y sensorial, lo que vendría a formar parte de la inclinación del texto hacia una enunciación poética, pues en estas páginas la poesía está encarnando en la realidad, como quería Lezama que hiciera la suya, y como lo describe este, con otras palabras, en las variadas veces que a los Diarios se refirió. Recordemos que el fundador de Orígenes partió para sus razonamientos poéticos de los fundamentos que al respecto había elucubrado Martí, y que Lezama afirmó que en los Diarios «el espacio ha sido hechizado, se le ha hecho hablar a una dimensión, a una cantidad de paisaje»[xiii] En este imantado texto «se entra a la realidad por todos sus puntos cardinales, ofreciendo, con oraciones cortadas por punto y seguido, multiplicidad de acontecimientos».[xiv] Si el objetivo de la literatura es acercarse a la vida, como el propio Martí afirmó, por extensión también el de la poesía, el del hombre que va camino a su muerte, es rescatar la poesía entrañable que le viene a rodear, por la que avanza, maravillado ante tanto fulgor de la naturaleza: es la poesía encarnando en la realidad. «Se silencia además las reflexiones propias del diario de un escritor sobre literatura y arte, sobre su propia literatura, para fabularla en la conjunción del sujeto y el mundo en el nacimiento de la metáfora».[xv] A esto se suma también que no se repara en que Martí está hechizado por el sentimiento de comunión, de emoción simbólica en víspera de la guerra. Y no solo por encontrarse en suelo cubano, y ante el paisaje cubano. Quizás por eso su discurso llega a ser, por momentos, tierno, y a la vez, receptivo a la ternura.[xvi] Esta cualidad es más evidente en el Diario de Cabo Haitiano a Dos Ríos. Rezuma espíritu solidario, casi tierno. El calor humano, la esperanza, el amor, sobresalen o se sobreponen a cualquier hecho difícil que esté contando. Véase específicamente toda la anotación correspondiente al 14 de abril, en la que toda una tirada emotiva, coronada por la paradoja y la excelencia adjetival, recuerda los arranques heredianos, que abundan en sus libros escritos en verso: «Y en todo el día, ¡qué luz, qué aire, qué lleno el pecho, qué ligero el cuerpo angustiado!».[xvii] Repárese en el asombro como colofón de casi todas estas descripciones embebidas, atenidas, extasiadas. La avidez y la curiosidad viajera que encarnaban en elaborados tejidos, constituidos como lujos de la lengua, volcados y ensanchados hacia afuera, de textos anteriores, y del mismo corte, ahora en los Diarios se transportan hacia dentro, en una eclosión–implosión del espíritu y el pensamiento. Martí parece confundirnos, si seguimos al pie de la letra la función receptiva del texto: los Diarios son como una fiesta que él se da a su propio espíritu, es el vertimiento en sí de la naturaleza de su alma, pero también todo lo demás que llevo dicho. Y es en este sentido que personifica ese paisaje, que a ratos nos parece glorioso o singular estéticamente hablando, pues los paisajes son inmensos telones en blanco que nuestro paso por la vida va llenando. Ellos están sucios de nuestros ojos, de nuestras miradas, y en ellos están proyectados, infinitamente más que en todos los monumentos construidos por la historia, la tragedia, la bondad, la desgracia y la esperanza humana.[xviii]
Es curioso apreciar cómo desde la propia dedicatoria del Diario de Montecristi a Cabo Haitiano Martí se reconoce como uno con la naturaleza, como uno en el remolino de la naturaleza:
Mis niñas: —Por las fechas arreglen esos apuntes, que escribí para ustedes, con los que mandé antes—. No fueron escritos sino para probarles que día por día, a caballo y en la mar, y en las más grandes angustias que pueda pasar un hombre, iba pensando en ustedes (p. 17).
Y construye un guiño curioso del reflejo especular de lo natural en lo humano. Las imágenes conformadas con elementos de la naturaleza son las que le dan vuelo artístico al discurso, y reflejan su éxtasis ante ellos: Esto, de lo que abundamos en esta misma entrega, Martí lo logra expresar o resumir en una sola frase en el cuerpo del texto: «casi es grandioso el paisaje» También podemos aludir, refiriéndonos al decursar narrativo, que los signos o símbolos del transcurrir del tiempo son el sol, la luna, la noche[xix], metáforas de gran prestigio poético[xx], lo que da la medida de lo imbricado que están en los Diarios construcción de imagen y relato. Como afirma María Fernanda Pampín, la naturaleza se ofrece a la mirada como un escenario.[xxi] Esa manera original para referirse a eventos de la naturaleza en los Diarios, donde el paisaje natural representa para él la manifestación más alta de la comunión humana con el universo, es consecuencia del uso deliberado de un lenguaje estilizado, donde puede dar rienda suelta a la tropología, o demostrar sus numerosas cualidades como escritor, en las que asume, de modo muy singular «el sentido de la experiencia subjetiva»[xxii]: Apunta: «En el peso del día conversamos, de la guerra…» (p. 22), para referirse al mediodía, la hora en que está más alto el sol. Utiliza una frase sintética, al tiempo que sugerente, con inflexión de verso y esencialidad poética: «entramos […] con los caballos escurridos, yo a la lluvia, y mi mozo bajo el quitasol de Dellundé». (p.35)No dice «mojándome», ni «bajo la lluvia», porque hace uso no solo de una sintaxis telegráfica o sintética, sino también lacónica y poética. Es en esa línea que borda el final de un pasaje: «Corona llega caracoleando: quitaipón de fieltro, y de la cachucha consular: salimos con el oro de la tarde». El remate de un día es una imagen poética con preferencia por la naturaleza, a la que la crítica ha denominado metáfora impresionista, por el predominio de la luz y el color. Este tipo de imagen predomina en los Diarios, como vamos probando aquí. En la imagen que venimos comentando no se dice «al caer la tarde», sino que construye una metáfora. En ese sentido encontramos oraciones breves y sintéticas con la cualidad de verso, ya sea en sentido tropológico y / o métrico, que provocan una tensión curiosa: «El sol enciende el cielo, por sobre el monte oscuro» (p.26). Pero nunca otra tan bella ni tan sugerente y rotunda como aquella donde afirma: «La fiesta está en el sol, que luce como más claro y tranquilo, dorándolo todo de un oro naranja», [xxiii]que alude a la mañana de domingo de Petit Trou. Una metáfora y sintética oración da paso a la fiesta de los ojos, e incluso del oído en la naturaleza, en su enumeración emocionada de los árboles nativos – la poesía primero, su estructura y fundamento después:
Todo es festón y hojeo, y por entre los claros, a la derecha se ve el monte limpio, a la otra margen, abrigado y espeso. Veo allí el ateje, de copa alta y menuda, de parásitas y curujeyes: el cajueirán, el palo más fuerte de Cuba, el grueso júcaro, el almácigo, de piel de seda, la jagua de hoja ancha, la preñada güira, el jigüe duro, de negro corazón para bastones, y cáscara de curtir, el jubabán, de fronda leve, cuyas hojas, capa a capa, vuelven raso al tabaco, la caoba. De corteza brusca, la quiebra hacha de tronco estriado, y abierto en ramos recios, cerca de las raíces (el caimitillo y el cupey y la picapica) y la yamagua, que estanca la sangre (p.97).
Nos encontramos frases que son versos, que tienen la inflexión cerrada, directa y aguda de la poesía, y que se emplean buscando economía del discurso. Por ejemplo, dice: «El camino es ya sombra» (p.24), para sugerir que le ha cogido la noche yendo hacia algún lugar. Lo poético puede hallarse, asimismo, en la cadencia rítmica del período oracional: «allí el perro sedoso, / sujeto a la cadena, /guarda echado la puerta de la casa pulcra»(p. 25); o en la presencia de frases aliteradas como los versos: «En medio del salón […] está la silla donde el pinche empolva al que se alza de afeitarse» (p. 49) con énfasis en los sonidos [l] y [s]; «En las piedras de la calle que la lluvia desencajó ayer, tropiezan caballos menudos», (p. 49) con realce en [ll], [y] y [n]; «llueve grueso al arrancar», con aliteración en [r]. Y esta, tan seductora: «El sol salino ciega» (p. 55). Entre todas estas imágenes, construidas con elementos de la naturaleza, que le dan vuelo artístico al discurso, están la cardinalidad de la hoja, y la cardinalidad del agua, que se manifiestan de forma sostenida en el Diario de Cabo Haitiano a Dos Ríos. Es la hoja como sinónimo o extensión del árbol (signo consustancial de la vida instalada en la ritualidad del hombre promedio)[xxiv], y en estas páginas es lecho, alimento, remedio, camino, música[xxv]:«Dormimos: hojas secas» (p. 67), expresión lacónica, apocopada, como de verso; «Cojo hojas secas para mi cama» (p. 68); «Gómez con el machete, corta y trae hojas para él y para mí»; (p. 68).[xxvi]
El agua nos espera por todas partes, y puede conformar una imagen tan rara, que parece una visión: «Dormimos, apiñados entre cortinas de lluvia» (p. 100), y otra en la que hay algo de realismo mágico: «Tropa formada bajo la lluvia» (p. 92). Y esta mención que las recoge a todas, y que las va esencializando, convirtiendo al elemento en lo que es: un goce para los sentidos: «La lluvia de la noche, el fango, el baño en el Contramaestre: la caricia del agua que corre, la seda del agua» (p. 106) Enumeración sustantiva que da la medida del sigiloso paso de Martí entre el infierno y el paraíso, inmerso en la transmutación del agua. Para «terminar» sus Diarios con la preeminencia del agua en imagen premonitoria de muerte: un río crecido: «Está muy turbia el agua crecida del Contramaestre» (p. 108). No en balde Esperanza López Parada llega a llamar a los Diarios «territorio acuoso y recobrado».[xxvii]
En estos tejidos estilísticos inusuales dentro de toda nuestra literatura comprobamos la presencia de neologismos, lo que redunda en la compleja textura filológica y originalidad del texto.[xxviii] En este sentido, la originalidad y la trascendencia del texto que venimos estudiando está dada porque muchos de estos procedimientos que aquí hemos comentado se manifiestan al unísono en una frase, en un pasaje o anotación, aunque parezca haberlos escrito en una calma nocturna donde intentaba reproducir la realidad, lo que sitúa a los Diarios como «toda una inscripción de la experiencia […] una experiencia del lenguaje»[xxix], y como «una especie ya de decantación última de la mirada y el estilo de Martí» [xxx], porque ellos constituyen un proceso de culminación en Martí de concebir a la poesía como conocimiento, como han proclamado , una y otra vez, Cintio Vitier y Lezama Lima.
Pese a la preeminencia de lo plástico sobre lo discursivo y esa autonomía de la imagen que […] lleva […] al símbolo involuntario”,[xxxi] hacemos énfasis en que lo poético se logra también a nivel de sintaxis a la que Fina García Marruz califica de inimitablecomo hemos demostrado en este acercamiento. La poesía está encarnando en la realidad, y el diario nos dice cómo todo es poesía, todos los gestos, todas las conversaciones, una comida, el diálogo de dos viejos mambises a través del sentimiento de la independencia del tema frente al misterio de la mirada.[xxxii]
En nuestro análisis hemos referido expresamente los procedimientos que emplea, sin temer a la exposición de la variedad o multiplicidad de ejemplos por cada tipo, para demostrar algo a lo que Fina García Marruz se refirió hace muchos años: al sentido absolutamente moderno que tiene ya Martí de lo poético, «donde lo poético» es «la realidad misma, desnuda de adornos, a solas con la memoria y la mirada […] con que se adelanta, no al modernismo histórico de Rubén Darío, sino al sentido posterior de lo moderno y su intuición esencial de lo poético».[xxxiii] Como ha afirmado Ada Teja, los Diarios ofrecen una tendencia esencialista y fragmentaria, elementos de vanguardia, asimismo la expresión descarnada y su privilegiar cotidiano y su atención al instante son elementos que difieren del Modernismo, pues da cabida a todo, presentándolo sin transiciones, como viene a la mente, fracturando planos, con lo que anuncia las vanguardias, el cubismo, creando un nuevo modo de mirar.[xxxiv] Martí con sus Diarios nos ha probado que la función última de la literatura es comprender el mundo, a veces con indignación, a veces con tristeza, pero sobre todo para alabarlo cuando por fortuna es posible.[xxxv]
Estas nuevas pruebas de la calidad de su escritura nos hace recordar que «cuando muchos escritores escriben abriendo, cuando mucho solo una ventana y algunos entornando una puerta, Martí escribió abriendo puertas de par en par»,[xxxvi] puertas horizontalmente y verticalmente hablando, lo que revela su paso multiplicado por la trascendencia. Los Diarios de José Martí nos dejan la certeza de que la belleza está sometida a la tiranía de la muerte.
[i] – Emily Dickinson. Poemas. Editorial Cátedra, Madrid, 2007, p. 33
[ii] Ya lo había expresado en sus Versos sencillos: “Yo vengo de todas partes, / Y hacia todas partes voy/ Arte soy arte entre las artes, / En los montes, monte soy. Tanto es así que en los Diarios se superponen monte y arte, arte y monte, mostrando la dimensión trascendente del hombre, como artista, y en su condición genérica. Véase poema I, J. M. Obras Completas, Edición crítica, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2007, tomo 14, p. 299.
[iii] – Mayra Beatriz Martínez. “El camino de las aguas” en José Martí. Diarios de campaña, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2014, p. 7.
[iv] – Aunque nuestro interés irá encaminado al estudio de aristas estéticas de esta obra martiana, no dejamos de reconocer que los Diarios son “la expresión literaria de la realización de Martí en la guerra que había «evocado ». Denia García Ronda. “Diario de campaña de José Martí: pensamiento y forma” en Valoración múltiple de José Martí, Edición de Ana Cairo, Fondo editorial Casa de las Américas, La Habana, 2007, T. 2, p. 625
[v]-“La idea trascendente martiana de la existencia queda contenida en el triángulo vida , amor y muerte, que es el triángulo de desboque en su armonía, donde aparece lo dialéctico: la vida legitimada por el amor, conllevando a la muerte, y la muerte dando paso a nuevas vidas.” Caridad Atencio. Génesis de la poesía de José Martí, Editorial universitaria a Distancia, San José, 2005, p. 175.
“Del regocijo por las formas de la vida emerge una especial sensibilidad que Martí lleva al extremo: concluye en la aceptación, en primer momento del destierro, y luego de la muerte, Martí, como sostiene José Lezama Lima, ha obtenido la sacralización de la imagen más allá del destierro y de la muerte. La muerte es también para él un camino de crecimiento, seguir creciendo bajo la hierba, ligado al trascendentalismo. “María Fernanda Pampín. “El regreso hasta el extremo. La experiencia corporal en los Diarios de José Martí” en XXIV Jornadas de investigadores del Instituto de Literatura Hispanoamericana – Facultad de Filosofía y Letras (UBA)- Buenos Aires, marzo de 2011, p. 14.
Esta interrelación entre la vida y la muerte ha quedado magistralmente expresada por Calvert Casey cuando afirma:
¿Quién pudiera dejar de sentirse intrigado ante el gran espíritu que es capaz de pensar que adelantar por las sendas de la muerte es una forma de vida, como el arte es una forma del amor mientras dedica la vida entera a asegurar las óptimas condiciones materiales y políticas a todo un pueblo […] Y en la gran exaltación de la vida el gran abrazo a la muerte, como negándose a dejarla fuera del banquete, complacido de su proximidad, de comprobar la ausencia de horror en lo que mucho se ha temido, con una complacencia no exenta de morbosidad: No es horrible la sangre del Campo de Batalla. “¿Será que ha muerto Flor […] y su labio roto.” Estas últimas páginas sobre la muerte posiblemente dan la clave del insistente contrapunto de toda una vida: Martí llega a amar tanto la vida y siente tanto horror a la muerte que su única forma de destruirla es haciéndola parte de la vida, jugando con ella, tocándola, besándola.
Calvert Casey. “Diálogos de vida y muerte”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, 39, La Habana, 2016, pp. 342 – 343.
[vi] “La lectura de un diario escrito sin el conocimiento de su fin se vuelve, como señala Lejeune, trágica, lo que hay que tener muy presente para el análisis […] es como una aproximación riesgosa a los estertores de alguien que no solo muere, sino que se sacrifica”. Catherine Cosette Chi Guemez.” La configuración del yo en los Diarios de Montecristi a Cabo Haitiano y de Cabo Haitiano a Dos Ríos (1895) de José Martí”. Tesis para obtener el título de Licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas, México, 2018, UNAM, Facultad de Letras. Ejemplar en Biblioteca del Centro de Estudios Martianos, p. 4.
[vii] – Este carácter fascinante fundamenta la altura estética y filológica de la mayoría de los muchísimos ensayos que conforman la bibliografía que ha estudiado los Diarios de Campaña de José Martí.
[viii]– Véase Pedro Marqués de Armas. “Poesía cubana, al lector portugués” en Prosa de la Nación. Ensayos de Literatura cubana, Editorial Casa Vacía, Richmond, Virginia, 2011, p. 133.
[ix]– Ada Teja. “El Diario de Campaña de José Martí como discurso descolonizador y canto de vida” en Anuario del Centro de Estudios Martianos, n. 16, La Habana, 1993, p. 211.
[x] -Catherine Cosette Chi Guemez.” La configuración del yo en los Diarios de Montecristi a Cabo Haitiano y de Cabo Haitiano a Dos Ríos (1895) de José Martí”. Tesis para obtener el título de Licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas, México, 2018, UNAM, Facultad de Letras. Ejemplar en Biblioteca del Centro de Estudios Martianos, p. 152.
[xi] -En este sentido llega a afirmar en una misiva. “Lo que me rodea lleva la misma alma que yo”. Carta a Carmen Mantilla de Miyares, Obras completas, Editorial de Ciencias sociales, La Habana, 1975, T. 20, p. 223. Por esta cualidad, la vida le concede el milagro de describir,… describiendo, incluso, el sitio donde va a morir, de inmortalizarlo en su propia voz, y trazo: “el bello estribo, de copudo verdor, donde con un ancho recodo al frente se encuentran los dos ríos: el Contramaestre entra allí al Cauto.” Y resumirlo en una imagen premonitoria del aciago fin: “Está muy turbia el agua crecida del Contramaestre”. José Martí. Diarios de campaña, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2014, p. 104 y p. 108, respectivamente.
[xii] – Denia García Ronda citada por Catherine Cosette Chi Guemez. Ob. cit, p. 112.
[xiii] – José Lezama Lima. “Baudelaire, Rimbaud o Martí” en Martí en Lezama, compilación de Cintio Vitier, Centro de Estudios Marianos, La Habana, 2000, p. 40.
[xiv] – Froilán Escobar. “Lo cubano busca su secreto y guarda su misterio” en José Martí. Diarios de campaña, Edición crítica cotejada según originales. Presentación y notas de Mayra Beatriz Martínez y Froilán Escobar, Edición ilustrada, Casa editorial Abril, 1996, p. 9. “Se trata de un discurso cuyos operadores textuales no dependen del esfuerzo ficcional sino que por el contrario, son «operadores históricos» […] donde “la materialidad de lo narrado no depende aquí de las frases miméticas del narrador, por el contrario, este es sobrepasado por aquella; el narrador es solo una parte de la realidad misma.” Alfredo Alzugarat. “El Diario de campaña de Martí como testimonio”, en Hugo Achugar (comp.) En otras palabras, en otras historias, Montevideo, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, 1994, p. 3. Sobre el hecho de que la poesía encarna en la realidad en los Diarios, cada autor de la bibliografía lo explica a su modo, y desde su campo de saber, tomando como base el misterio y lo imantado del texto de Martí. Mayra Beatriz Martínez apunta que “siendo estas anotaciones íntimas un proceso gnoseológico activo, según el cual el propio autor va aprehendiendo la realidad, cada trayecto emprendido en su estudio es preciso a su semejante y articulación de un todo de máxima potencialidad temática, cuyo sentido último habría de ser el tránsito autorrevelatorio, presumiblemente inconsciente […] La variación más sustancial se da en el punto de vista: la palabra no disfruta del pensamiento, no adjetiva lo real, sino ejerce el goce de la corporeidad.” “Conciencia y revelación a la campaña” en Diarios de campaña, Edición crítica cotejada según originales. Edición ilustrada. Presentación y notas Mayra Beatriz Martínez y Froilán Escobar, Casa Editora Abril, La Habana, 1996, p. 11
[xv] – Susana Zanetti. “El poeta en la guerra: De Cabo Haitiano a Dos Ríos de José Martí” Revista Actual. 37, Mérida, Venezuela, sept- dic., 1997, p. 223.
[xvi] – Ejemplo de ello serían: “Salcedo […] me deslíe con su mano, largamente, una dosis de antipirina: y al abrazarme, se pega a mi corazón”. José Martí. Diarios de campaña, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2014, p. 33. Fijémonos asimismo en el uso del posesivo, en función de denotar ternura (fraternidad, adhesión con su causa): “Mi pobre negro haitiano va delante de mí”, en pasaje donde habla con bondad infinita de lo que encuentra a su paso. Véase p. 37.
[xvii]– José Martí. Diarios de campaña, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2014, pp. 68 – 69. Consúltese la anotación correspondiente al 23 de abril, p. 77. En lo adelante citaremos este texto colocando la paginación entre paréntesis en el cuerpo del ensayo.
[xviii] Véase Raúl Zurita. “La poesía no tiene absolutamente ninguna otra posibilidad que la de ser extraordinaria”. Entrevista a Raúl Zurita por Demián Paredes. Revista Amnios. n. 20, La Habana, p. 113.
[xix]– Ada Teja señala que “hay todo un aspecto nocturno del Diario” (Diario de Cabo Haitiano a Dos Ríos), “la llegada, que continuará en el episodio de las velas encendidas y en “la noche bella no deja dormir. “Modernidad y antimodernidad en el Diario de campaña: las estructuras de lo cotidiano. “Texto mecanografiado. Biblioteca Centro de Estudios Martianos, p. 3
[xx] – “Y al sol de la tarde emprendimos la marcha de victoria, de vuelta al campamento”. José Martí. Ob. cit, p. 79. Cintio Vitier hace alusión a la agudización de los sentidos poéticos de Martí a su llegada a Haití, y se refiere con probados ejemplos al predominio de las luces, el color, el centelleo y el rumor en el primer Diario, pero estas cualidades también pueden encontrarse en el Diario de Cabo Haitiano a Dos Ríos. Véase Cintio Vitier. “Diarios”, Capítulo X en Vida y obra del apóstol José Martí, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2010, pp. 226, 229 y 230.
[xxi] María Fernanda Pampín. “Los Diarios de Martí y el hombre natural”, en Revista Temas, n. 57, enero – marzo de 2009, p. 106.
[xxii] – José Massip. “Contingencias eróticas por los caminos de Montecristi a Cabo Haitiano”. Martí ante sus diarios de guerra, ediciones Unión, La Habana, 2002, p. 18.
[xxiii] – José Martí. Ob. cit, p. 40.Claude Bouchet – Huré nos llama la atención sobre la presencia de la aliteración en este pasaje ( en n), al que considera una especie de “Moulin de la Galette” a lo criollo, y es uno de los ejemplos, por ser para ella el paisaje más típico, que refiere al hablar de la presencia en los Diarios de la luz impresionista: “Como los pintores impresionistas, y los escritores que sistemáticamente han buscado adaptar a su prosa la técnica de aquellos, Martí pinta la luz, y la luz momentánea, tanto en sus retratos como en sus paisajes: “en la nariz franca y chata, le jugaba la luz”; “Le luce el ojo como marfil donde da el sol en la mancha de ébano,” Claude Bouchet – Huré. “Las últimas notas de viaje de José Martí. Algunas consideraciones sobre el estilo” en Anuario Martiano, n. 1, La Habana, 1969, p. 30.
[xxiv]– Mayra Beatriz Martínez. “Conciencia y revelación: glosas a la campaña” en José Martí. Diarios de campaña, Editorial Abril, La Habana, 1996, p. 18.
[xxv]– “En lo esencial es una escritura economizada, al punto que “la hoja” – vector de utilerías – es tejido seco. De ahí su funcionalidad. En ella envuelven una jutía; juntas hacen un lecho; los potreros están cuajados de hojas. En fin: se preludia una muerte entre hojas. Asombran las reconversiones, la “hoja” es lecho, mesa, manta, rancho; es también paginación infinita. “El libro como naturaleza nunca acaba”. Se le puede abrir al azar y siempre acontece lo mismo: un tramo de trazo”. Pedro Marqués de Armas. “El trazo Martí. Notas sobre la escritura del Diario” en Prosa de la nación. Ensayos de literatura cubana. Editorial Casa vacía, Richmond, 2017, p. 21.
[xxvi] -José Martí. Ob. cit, p 97.Fijémonos en este ejemplo en la cadencia de la expresión y el papel que juega en su logro el uso medido, bordado, de la adjetivación.
[xxvii]– Esperanza López Parada. “Con todo el sol sobre el papel.” Los diarios de José Martí y la suerte contemporánea del género” en Anales de la Literatura Hispanoamericana, Madrid, 1999, 28, p. 943.
[xxviii] – “polvosa”, p. 21, “quinceña”, p. 33, “larguiruto”, p. 34; “creatriz”, p. 44,”espumante”, p. 52; “hijona”, p. 70; “bizambo”, p. 70; “”arpado”: “manos arpadas”, p. 82.
[xxix] -Kamila Orizondo. “Historia de Narciso, reflejo del Taita”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, n. 39, La Habana, 2016, p. 195.
[xxx] -Entrevista a Cintio Vitier realizada por Patricia Ramos: “José Martí y la crítica de participación”, La Gaceta de Cuba, n. 4, julio – agosto, 2008, La Habana, p. 4.
[xxxi] -Fina García Marruz. “La prosa poemática en Martí”. Temas martianos, 1ra serie, 1969, Biblioteca Nacional José Martí, La Habana, p. 217.
[xxxii] -Fina García Marruz. “José Martí”, Diarios, Editorial del Libro Cubano, La Habana, 1956, p. 43.
[xxxiii] -Ibíd., pp. 41 – 42.
[xxxiv] – Véase Ada Teja. “Modernidad y antimodernidad en el Diario de Campaña: las estructuras de lo cotidiano”. Texto mecanografiado, Biblioteca del Centro de Estudios Martianos, p. 1
[xxxv] – Véase Susan Sontag. La conciencia uncida a la carne. Diarios de madurez, 1961 – 1980, Ediciones DE Bolsillo, Barcelona, 2014, p. 80.
[xxxvi] -Guillermo Cabrera Infante. “Un diario que dura más de cien años”, Prólogo a Diarios de Campaña de José Martí, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 1997, p. 10.
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