Fue una tarde de fiesta, años atrás, cuando por primera vez escuché en voces de jóvenes escritores sobre la Novela de la Revolución Cubana. No tenía la menor idea sobre qué se indagaba bajo esta clasificación. Creo que se intentaba dar con la novela que, a partir de 1959, mejor retratara los senderos planos o accidentados de la sociedad cubana y, sobre todo que, en su conjunto de detalles literarios, llevara en sí el aura de los clásicos ante las agujas del tiempo.
Después de citar novelas como El pan dormido de José Soler Puig o el Polvo y el oro de Julio Travieso, hubo un vacío total y el tema quedó en el aire al romperse por el llamado del anfitrión: «Caballero, dejen la muela, la caldosa ya está lista». De repente, pude pensar que dicha novela no existía, o que al menos (se habló de otras) las mencionadas no abarcaban el tiempo necesario de dicho proceso político-social iniciado en el 59, y por ello había un espacio en espera en el anaquel de la literatura cubana.
No dudo que sea así, más cuando los años pasan y las vicisitudes de las sociedades apuntalan nuevos retos y ya más de 60 años de Revolución Cubana dicen mucho y no hablo de felicidades. La historia de la humanidad lo menos que versa es sobre felicidad, desde la misma Biblia. Sin ánimos de invocar los tiempos milenarios, con la intención de acercarme y centrarme a la Novela de la Revolución Cubana tuve la dicha de leer el premio de novela Carpentier 2019, Agua de paraíso del escritor Alberto Marrero.
En una caja de zapatos Amadeo, Javier, el protagonista, encuentra un manojo de fotos que catalizan sus recuerdos, aquellos donde su familia estuvo unida por una sólida economía capitalista. A través de estos recuerdos, el protagonista empieza el viaje que abarca medio siglo de historia cubana, iniciado desde el año 59, cuando la plebe desmantelaba la mansión vecina, y otros rompían los cristales de los casinos y las alcancías del transporte público como estigma que signaba el cambio social: así inicia la novela, con el desmantelamiento del sistema capitalista, donde la clase alta verá su hecatombe.
Será también una historia de amor que nace entre dos primos, una historia de amor que podría hacernos recordar la conservación de las estirpes monárquicas a través del incesto, es decir, Javier, nuestro protagonista, comparte el amor de su prima Marcela, como si la intuición de dicho sentimiento fuera la salvaguarda de esa familia de clase alta que bajo los cambios sociales de la época dejará atrás sus comodidades y privilegios de burgueses antillanos.
Algunos en la familia se sienten con temor, otros, con el paso del tiempo, aceptan el nuevo cambio social y se integran, otros marchan hacia los Estados Unidos, y otros viajan hacia atrás, para ser más exactos, a la Guerra Civil de España del 36, donde una escena puede que nos rememore la cinta El pianista, de Roman Polanski, pero, cómo podría ser posible que un soldado no atinara en medio de la guerra a un momento de disfrute armónico cuando la locura y la muerte anidan por doquier: la música es pan que alimenta el aliento. Agua de paraíso es inconforme, por ello rompe fronteras en su discurrir narrativo, y viaja por las cuerdas del tiempo, donde las esperanzas quedan empotradas en la resignación que podría sentir Javier, en el año 94, al mirar a su madre ciega como si no hubiera otra mejor manera para enajenarse del destino.
Agua de paraíso explora medio siglo de la Revolución Cubana. Recorre con sinceridad los desaciertos, sus cambios, sobre todo, al llegar al «casi imposible» derrumbe del campo socialista, y vale decir que gran parte de la novela lo hace a través de la literatura misma: Javier es profesor de literatura en la universidad, está en contra de las injusticias que en esta suceden, e incluso, para mostrar su valía, se alista a una guerra en África, de la cual sale con una cicatriz y con el sabor que dejan tales contiendas; hecho clave que marca en el protagonista Javier, el análisis de su vida a través de la literatura y el arte mismo. Adereza sus reflexiones el amor incestuoso que siente por su prima Marcela, quien decidió vivir fuera de la isla con el sueño de poder realizar sus documentales, libre de todo tipo de censura. Esta relación fluye como eje central de la historia: el incesto de una familia de clase alta que siente los ismos del cambio social y tratan de continuar hacia adelante. Agua de paraíso es el incesto iniciado en el 59, que, como amanuense de un evangelio, Javier escribe, apoyado por fotos, y el diario de su siempre amante pariente, Marcela.
No sé si estoy frente a la Novela de la Revolución Cubana, de la cual hablaban aquellos jóvenes escritores años atrás. No sé, pero sí estoy consciente de estar frente a una novela que se preocupa por hacer literatura profunda y no crónicas periodísticas con remilgos sociales. No sé si estoy frente a la Novela de la Revolución Cubana, pero sí me siento afortunado de haber leído y pasado buenos ratos con una historia que mira hacia el pasado, quizás para sopesar los derroteros que hoy yacen en cada antillano en espera de una caldosa, como hace años atrás (2011), cuando por primera vez, escuché hablar sobre la llamada Novela de la Revolución Cubana.
Foto tomada de Cubadebate
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