El panel de homenaje, desarrollado en el contexto de la 30 Feria Internacional del Libro de La Habana, tuvo como invitados al doctor Virgilio López Lemus, a los poetas e investigadores Pedro Péglez González y Juan Nicolás Padrón, así como a Fidel Antonio Orta Pérez, hijo del improvisador y director de la Oficina de Investigación y Promoción Cultural «Indio Naborí». Además, estuvieron presentes los otros tres hijos de la reconocida figura.
Entre décimas, sonetos y redondillas, se recordó hoy en la sala Villena de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) al poeta, decimista y periodista cubano Jesús Orta Ruiz, El Indio Naborí, con motivo del primer centenario de su natalicio a celebrarse el próximo 30 de septiembre.
Péglez, para abrir el evento, calificó a Orta Ruiz como un gran «seductor desde la poesía», pues «movía la espiritualidad de las personas a partir de su bondad». Era una persona con un nivel de convocatoria permanente a lo largo de su vida, refirió. Y esa característica tuvo origen en la humildad que se respiraba en su contexto familiar.
Desde una perspectiva más cercana, Fidel Orta definió a su padre como un «poeta polifónico». Desde que fue invitado a la actividad, se puso a pensar de qué hablaría entre tantas cosas: su poesía última, sus elegías, la perpetuidad de sus poemas políticos, el impacto de su cuaderno de versos Entre y perdone usted, o el de sus sonetos.
Pero luego de valorar tantas opciones, decidió hablar de «El Indio improvisador», porque ese fue su punto de partida. «Mientras vivió, nunca dejó de improvisar», dijo Orta, y «la décima cantada siempre formó parte de su paisaje sonoro».
El más joven descendiente de Jesús Orta Ruiz recorrió la obra del artista, desde los ocho a los 80 años de edad. Evocó sus textos, de las más variadas formas y temáticas; sus controversias con Pablo León, Ángel Valiente.
Vendrá mi muerte ciega para el llanto,
me llevará, y el mundo en que he vivido
se olvidará de mí, pero no tanto
como yo mismo, que seré el olvido.
Olvidaré a mis muertos y mi canto.
Olvidaré tu amor siempre encendido.
Olvidaré a mis hijos, y el encanto
de nuestra casa con calor de nido.
Olvidaré al amigo que más quiero.
Olvidaré a los héroes que venero.
Olvidaré las palmas que despiden
al Sol. Olvidaré toda la historia.
No me duele morir y que me olviden,
sino morir y no tener memoria.
Con los dos últimos versos del poema IX se quedó Juan Nicolás Padrón para cerrar sus palabras. En esta oportunidad, destacó a Naborí como uno de los más importantes ensayistas sobre cultura popular.
Explicó que el creador aplicó, en todo momento, la proyección martiana de que «cada emoción en el verso trae su traducción formal». Y que estaba obsesionado por la comunicación y por la posibilidad, como Entre el reloj y los espejos (1990) y Con tus ojos míos (1995).
En tanto, el estudioso Virgilio López Lemus ahondó en las esencias de «un hombre que nació como improvisador, pero se dio cuenta de que no bastaba con lanzar versos al aire». Entonces se dedicó a estudiar y pasó a ser poeta de la escritura, para luego convertirse en poeta social.
Del pasado mes de marzo a la fecha, se han realizado 12 coloquios en el país sobre esta figura fundamental de la cultura cubana. En fecha más cercana a su natalicio, se realizará una velada artístico-literaria en la UNEAC (organización de la que fue fundador junto a Nicolás Guillén). Como se expresó al cierre del encuentro, «El Indio no se ha ido, El Indio está, no hay que volverlo».
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