«El destino es algo que le sucede a uno».
J. L. Borges
Retornamos del exilio primigenio con el cerebro repleto de interrogantes, por esta razón el libro que nos aguarda se denomina: Vuelta a las zonas desérticas (Premio Pinos Nuevos 2012. Editorial Letras Cubanas), del poeta y ensayista Jorge Osorio Naranjo (La Habana, 1966). Poemario situado más allá de cualquier límite —literario quise decir—, donde el sujeto lírico encarna una certeza básica: somos desterrados perpetuos, habitantes del gran éxodo del desierto. En el desvió sentimos capas y capas de lecturas dúctiles. La historia, cual sucedánea directa de la realidad, del sueño, ¿y por qué no?, de variados mitos inquisitorios, instalados en los inframundos: «Está Dios y está Fausto con su convicción de genio —ganado por el pan del Averno—. ¿Para quién trabajamos si la sal nos abastece?» Poesía amable, fina, interior, que cede ante cualquier arquetipo de amargor/ardor, regodeándose en el martirio/misterio… de la existencia misma. Estamos ante las confesiones de un viejo eremita del Siglo IV en el XXI que aboga por su cueva, su pequeña choza —incluyendo su dolor de redescubierto faquir—: «La condición pesa como medalla en el pecho del mutilado…» Un hombre de esta época salvando/salvaguardando su alma de ciertas fuerzas abstractas, feroces y, adversas: «… recordé la punta de los pies aire arriba/ durante todo el columpiar de mi infancia/ sentado en el aviso interminable…».
Constatamos por debajo del discurso la rehabilitación de una víctima, de una prosapia que se ha enemistado con el espacio lineal: «… algo de razón en la demencia algún punto enervante en esa paz/ que conserva con voces renovadas lo que cae en la llovizna/ en esas horas que transcurren como múltiples hilos paralelos». Recordándonos nuestra primera experiencia con el cine tridimensional —3D—, o sea, tiempo dentro del tempo—espacio, ciclos devorando ciclos; haciéndonos comprender que nada puede situarnos, definir dónde estamos, o hacia dónde iremos. Una de esas posibles direcciones puede ser mostrar sin juegos, ni eufemismos las profundidades del otro, ese otro ente que se busca aún en lecturas, en movimientos, en conceptos que rigen la arquitectura definitiva de la Luz: «Se han comido su cara su cuerpo lo culmina esa interrogante». Pasan por sus páginas sin pedir permiso de ningún tipo poetas cercanos, de su generación, a los cuales el individuo lírico les reelabora sus discursos, o los devuelve a un estado latente, de lectura lenta, responsable, indagadora como si un tal griego de nombre Sócrates (470-399 a.n.e.) le susurrase al oído: «Conócete a ti mismo». Ya el viaje, el retorno a ciertas zonas… resulta definitivo/definitorio. Podría expresarse que las influencias penden de sus folios, pero soy de los que entienden que más que influencias, al ser depositario de todo el conocimiento humano, el aeda realiza pequeños y personales homenajes, en especial a la obra de Ángel Escobar Varela (1957-1997). Osorio envía señales claras, desea comunicar lo impronunciable, pues, deseamos estar menos solos en este mundo, de ahí sus obsesiones que obtienen —para el autor— su mayor y mejor significación en la iteración fundante de estos versos: «… La cabeza de negro con las cuencas pesando/ la cabeza de negro la cabeza de negro». Me hacen aceptar a los personajes de los grabados de cierto Rembrandt Harmenszoon van Rijn (1608-1669). Timbaleros negros a caballo; Negro en traje de caza; etcétera, o aquellos negros costumbristas o burlescos, dignos de Indagación al choteo , de las Escenas Galantes de nuestro Víctor Patricio Landaluze (1828-1889), pero en realidad tales versos me recolocan en la variabilidad de la existencia misma. Como solía aconsejar a los poetas jóvenes Reiner María Rilke (1875-1926): «Somos la serpiente devorándonos permanentemente la cola, somos el gran círculo, o constituimos los eternos griegos, o judíos del exilio».
Nuestras Empresas Editoriales como todos los sectores del país, luego de la pandemia del Covid-19, pasan por una profunda crisis estructural, económica, social y hasta sistémica. Esas crisis, estos reacomodos ocurren de manera cíclica cada cierto periodo y hablan de hallar soluciones, del progreso o retroceso de la especie humana. Cuando los días de esplendor retornen y regresen las esperanzas, entonces, podremos disfrutar de la reedición de este libro de hace 10 años, ya agotado en las librerías. Volveremos a maravillarnos con la Vuelta a las zonas desérticas. Por ahora, pídaselo al amigo, al vecino, al familiar o incluso al redactor de estas líneas, que vale la pena su lectura. Luego de un largo tiempo de esplendidez y silencio.
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