Donatien Alphonse François de Sade nació en París el 2 de junio de 1740. Único heredero de una gran familia francesa, en 1768 se convirtió ya en leyenda por sus escandalosas fiestas en el tristemente célebre castillo de Arcueil. Le tocó en suerte vivir una época de cambios radicales en la Francia de la Revolución y el Terror, aunque casi toda su vida transcurriera en cárceles y manicomios.
Los 120 días de Sodoma o la escuela del libertinaje, escrita en 1785, es la primera novela de la estremecedora obra narrativa del Marqués de Sade. La escribió, según su propio testimonio, en treinta y siete días del año 1785, cuando estaba prisionero en La Bastilla. El manuscrito original consiste en un rollo de papel de 12 centímetros de ancho por 12,10 metros de largo, totalmente cubierto de una letra apretada y menuda.
Cuando Sade fue trasladado de prisión, se perdió el manuscrito, y el autor nunca conoció su destino posterior. Redescubierto en 1904, en Alemania —en una edición privada de ciento ochenta ejemplares—, hasta 1931 no vuelve a publicarse, esta vez en Francia, al cuidado de Maurice Heine, y en tres tomos. No obstante, hubo que esperar todavía hasta 1953 para poder disponer de una primera edición completa, no expurgada y de carácter comercial, debida al gran editor francés Jean-Jacques Pauvert, autor también de una extensa biografía del Divino Marqués.
La obra cuenta la historia de cuatro libertinos que deciden dedicar 120 jornadas a los más inimaginables y tortuosos excesos sexuales, para lo cual redactan un código que ordenará el gran desorden carnal de cada una de sus largas sesiones de desenfreno. Lo que sigue es la descripción fría y minuciosa de un catálogo de placeres en los que la humillación y el dolor físico de las víctimas forman parte inseparable de la voluptuosidad de sus verdugos.
El lector se adentra con ellos en el dominio absoluto del Mal, con su sistemática, meticulosa e implacable liturgia, o mejor, antiliturgia. Éste es un territorio en el que ha desaparecido cualquiera de los límites que impone la moral. En ello radica a la vez su máxima atracción y el rechazo que inspira.
El lector emprende, a través de Los 120 días de Sodoma, uno de los más brutales descensos a las profundidades del alma y a enfrentarse con la infernal imagen que Sade nos ofrece de la naturaleza humana. En 1975 el cineasta italiano Pier Paolo Pasolini adaptó esta obra para el cine transformando a los protagonistas en cuatro dignatarios de la República de Saló, el estado fascista residual del norte de Italia tras la derrota de Mussolini en la Segunda Guerra Mundial. La película se considera el testamento artístico de Pasolini pues expone imágenes crudas que demuestran la radicalidad de los planteamientos del cineasta y a la vez la fidelidad de las posturas filosóficas del Marqués de Sade.
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