Entrevista a la escritora Dazra Novak
Decir «nos vemos en Quinta y 20» es, desde hace años, decir encuentro con amigos nuevos y viejos, con lo hasta la médula conocido y lo inusitado a la vez, con esas partículas supremas que son las palabras y su sacramento de tan pronto desmenuzar como rehacer el mundo, el universo todo. Desde que esta dirección en Playa, La Habana, diera cobijo y templo al Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, es el lugar al cuál acudir para ser instruido e instruir en los siempre mutables arcanos de la literatura.
Son días de un cumpleaños más para este Centro y, por eso, invito a su directora, Dazra Novak, a un interrogatorio con tintes de conversación.
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MEF: Hola, Dazra. Primero, preguntas de calentamiento: ¿Qué tiempo llevas ya al timón de esta aventura? ¿Qué satisfacciones y retos has acumulado hasta ahora?
DN: Ya suman casi tres años al frente de esta gran obra de nuestro maestro Eduardo Heras León, a la que tanto han aportado los profes Raúl Aguiar y Sergio Cevedo, una obra de más de veinte años —que se dice fácil, pero no lo es—, guiando a muchos jóvenes en el accidentado y difícil camino de convertirse en escritor. Debo decir que, ante todo, es una gran responsabilidad. Primero, porque custodiar lo alcanzado hasta ahora implica también volver sobre ese periodo y evaluar buena parte del resultado que ha tenido, algo que ya hoy puede medirse más fácilmente, y a partir de ahí darle el reconocimiento que merece. Reconocimiento que hoy solo tiene hasta cierto punto, porque en el Onelio se han gestado cosas que muchos ni siquiera imaginan y, eso, estamos en el deber de darlo a conocer. Segundo, porque hacerlo crecer más implica introducir ciertos ajustes, actualizaciones, por decirlo de alguna manera, que conllevan riesgos.
Entre las satisfacciones que atesoro hasta ahora está la respuesta de tantos egresados, que se han acercado nuevamente a partir de nuestro trabajo de promoción, y sienten que siguen formando parte, sienten que cuentan con nosotros. De los retos, ¿qué puedo decir? La sede estaba en muy malas condiciones a mi entrada, la obra de reparación capital no iba ni por la mitad y a los tres meses de asumir el mando comenzó la pandemia. Un lugar sin electricidad, sin agua potable, sin teléfono fijo, sin Internet. Aquellas primeras clases pudimos darlas gracias a la amabilidad de Josué Pérez Rodríguez, quién era en ese entonces director del Centro Cultural Dulce María Loynaz y nos permitió usar uno de sus salones. Ese curso fue el más largo de la historia del Onelio. Duró poco más de dos años, con muchas interrupciones, muchas clases con la casa en plena reparación, con materiales de estudio y lectura que enviábamos por el grupo de WhatsApp, entre muchas más improvisaciones. Hicimos de todo por mejorar su experiencia (hasta un blog les abrimos para poder «tallerear» los textos y, al final, logramos el espíritu de grupo, logramos que se graduaran en una sede hermosa. Creo que estos retos del comienzo, y otros que no se podrían mencionar aquí de tantos que son, serán imposibles de olvidar.
MEF: Desde un criterio formador, ¿qué consideras más desafiante?: ¿Descifrar el mejor modo de guiar a mentes en plena iniciación literaria, casi siempre jóvenes, rebosantes de avideces difíciles de nombrar, titubeos y osadías; o afrontar diálogos de tú a tú, porfías robustas ―que también recuerdo, algunas, como bien enconadas―, con quienes ya tienen «andado un camino», poseedores de poéticas y estilos definidos, incluso galardones y obras publicadas?
DN: Lo más desafiante es detectar las verdaderas potencialidades de cada uno, reconocerlas e intentar guiarlas / acompañarlas con consejos que pretenden ser los más apropiados, digamos que tips «a medida» para no malograrlos con juicios que pueden ser vitales para unos, pero desastrosos para otros, a fin de que el estudiante pueda «hacerse a sí mismo». Las porfías robustas son bien útiles a partir de una frase que siempre manejamos en las horas de discusión: «en la literatura nadie tiene la última palabra». Hay que aprender a escuchar a los que, como dices, ya son poseedores de «estéticas y estilos definidos, galardones y libros publicados», tratar de entenderlos, poder desmontarlos y analizarlos; tomar lo que sirva de ahí y el resto desecharlo.
Desecharlo no significa no reconocerle valores, sino entender que hay maneras de hacer que no van con los intereses o destrezas propias. Las «avideces difíciles de nombrar, los titubeos y osadías» siempre van a estar ―qué bueno que así sea― y son una cajita de sorpresas. Pasa de todo ahí, y hay que estar atentos para reconocer lo que hay detrás y poder ayudarlos. Pueden ser por un gran cúmulo de lecturas o todo lo contrario, puede ser por la imitación inconsciente del escritor favorito, por no mencionar los egos. Yo les decía hace poco que, tener estas herramientas que ofrecemos, es como saber la correcta disposición de los órganos para que el organismo funcione bien. Hay quienes tienen mucho conocimiento al respecto, otros solo sabemos dónde van los órganos principales, corazón, cerebro, pulmones, etc. Todos manejamos uno, de hecho, pero, ¿por dónde nos entró la vida?, ¿dónde se aloja? A eso jugamos aquí ―sí, es un juego al final―, jugamos a ser Dios y dotar de vida al cuerpo del texto.
MEF: Por muy abarcadores que puedan ser los contenidos tratados por una institución nombrada Centro de Formación Literaria, por mucha profundidad que se busque alcanzar, desde el empleo de técnicas narrativas básicas hasta la microurdimbre, digamos, de severos retos conceptuales, siempre será difícil satisfacer las demandas de instrucción de una «pandilla» tras otra, año tras año; de creadores con personalidades tan diversas e, incluso, enfrentadas como sus propias formas de crear, sus gustos, los géneros, subgéneros, las tendencias y hasta los guetos ficcionales de que son devotos, sus convicciones en cuanto a qué es, qué debiera ser o no, o qué no es, la literatura misma… ¿Cómo se las arreglan ahí en el Onelio para cobijar a todos, para ser equitativos con sus demandas de aprendizaje o debate, para satisfacer a sus pupilos en el alcance general del programa, tanto como en el abordaje individual de sus expectativas?
DN: Tratamos de hacer nuestro mayor esfuerzo, pero hay que reconocer que es bien difícil satisfacer todas las necesidades, más las de algunos que vienen con la idea errada de que llegan y / o saldrán de aquí siendo escritores. El Centro lo que pretende es que cada quién aprenda a reconocer sus verdaderas potencialidades, lo que sumado a las herramientas que ofrecemos, debería facilitar su crecimiento. Y digo debería porque la máxima responsabilidad es del propio estudiante y puede no asumirla. El programa de clases parte de una base que es útil para todos, da igual el género por el que te apasiones o tus propias concepciones sobre lo que es o debería ser la literatura.
Luego intentamos ampliar las voces «entrenadas» que se paran delante del aula y tratamos de invitar a otros profesores que van apuntando a temas más específicos; tenemos a Maggie Mateo con «La poética de Cortázar», Sacha ya nos ha ofrecido un espectacular desmontaje del cuento de Carpentier «Viaje a la semilla» a partir de la música; Senel Paz nos habla de la traducción del texto narrativo al lenguaje audiovisual; Enrique Pérez Díaz ha contagiado a no pocos con su conferencia sobre literatura infantil, entre otros que pretendemos ir incorporando para enriquecer el curso. Eso, y la Escritura creativa, asignatura pendiente que ya comienza a colarse también en el programa, hemos dado dos clases sobre el proceso creativo, la primera estuvo a cargo de Alexey Rodríguez, y la de este año, por Yamila Peñalver. En próximos cursos ya esperamos poder hacer lugar a clases-taller que incorporen esto.
Estamos muy al tanto de los intereses de cada uno, ya sean declarados expresamente o porque lo hayamos detectado en los trabajos presentados por ellos. En clase, por ejemplo, los libros mencionados / sugeridos por cada profesor los pasamos por el grupo de WhatsApp al finalizar. Estamos al tanto de los autores que más admiran y, de ser cubanos y estar disponibles, tratamos de organizar un encuentro. Confiamos en que, si no todo, algo, al menos, pueda llevarse cada estudiante.
MEF: Y si variopintos son los discípulos, ¿qué me dices de los maestros? ¿De dónde llegan, quiénes son? ¿Qué se necesita para ser capaz de retar y ser retado ante un aula tal?
DN: Los maestros principales siguen siendo Raúl Aguiar y Sergio Cevedo, que han sido capaces de aprehender las más valiosas enseñanzas de Heras y transmitirlas a varias generaciones de escritores ―hablamos de más de doscientos escritores en activo que hemos podido identificar hasta ahora a partir del análisis de las bases de datos―. A estos profesores se suman desde hace años escritores prestigiosos como Margarita Mateo, Francisco López Sacha, Senel Paz, Ernesto Pérez Castillo, y otros que pretendemos ir invitando en la medida de las posibilidades. Tratamos de invitar a escritores que puedan hablar desde su experiencia, este año, por ejemplo, trajimos a Sonia Rivera-Valdés. La intención es ir sumando poco a poco a las voces más respetadas, y eso incluye también a egresados que gozan hoy de mucho reconocimiento en el panorama literario actual y otros que comienzan a publicar. Este año se presentaron libros de Malena Salazar, Michel Encinosa, Lis Monsibáez, tendremos pronto uno de Raúl Piad.
También hemos abierto la experiencia a proyectos e invitados para dialogar y reflexionar desde otros ángulos: recibimos a parte del equipo de Ediciones Vigía y estuvo el librero colombiano Álvaro Castillo con nosotros. La experiencia que pretendemos ofrecer va mucho más allá, si bien la escritura es lo central. Ahora mismo estamos ensayando un Taller de Universo Editorial con la editora Gretel Ávila para ayudarlos a entender como es el diálogo con los editores y las editoriales, cómo funciona el proceso de diseño y promoción, cómo presentar un manuscrito, etc. Más adelante tendremos otros talleres, de poesía, guion, ciencia ficción, etc., que parten de necesidades que hemos identificado entre nuestros egresados, a partir de encuestas realizadas.
Ahora bien, los profesores se van seleccionando según el tipo de taller o contenido. Algunos ya son muy reconocidos, otros se irán formando con nosotros. Yamila Peñalver, por ejemplo, se ha estado preparando todo este tiempo a partir de su trabajo como coordinadora del curso en estos casi tres años, y ya ha dado su primera clase con muy buenos resultados. Confío en que, como ella, otros se irán incorporando en el futuro. Lo que se necesita para retar y ser retado ante un aula es, ante todo, honestidad, saber lo que se tiene para dar, querer y tener (o entrenar) la habilidad necesaria para compartirlo. Dominar la escritura es una cosa e impartir ese conocimiento es otra bien distinta, algunos pueden darse ambos lujos, otros no.
MEF: En principio, tras casi un año de conferencias, lecturas y polémicas, los egresados dejan tras sí el Centro con una valija de respuestas a los por qué, los cómo, los con qué, los sobre qué, los para qué y etcétera, de escribir, así como con abundantes herramientas para emprender nuevas escrituras y enunciar preguntas incluso más temibles que las primeras que cargaban consigo; pero, precisamente por cuanto más temibles, con respuestas probables tanto más resplandecientes. Sin embargo, no pienso que creas tú que sea esto todo cuanto se llevan, ¿verdad? Más allá de «en el ring, la novela gana por puntos, y el cuento, por knock-out», de cordiales levitaciones o caídas estrepitosas a través de los niveles de realidad, de que si los adverbios y los adjetivos son o enemigos o amigos con beneficios… Tras la experiencia de un curso en el Onelio: ¿Qué más, en tu opinión, se lleva a casa un graduado?
DN: Los egresados ―la mayoría, porque hay que reconocer que entre ellos también hay detractores—, se llevan a casa un grato recuerdo. Esto lo he podido comprobar cuando les escribo para incluirlos en nuestras acciones de promoción y suelen decir frases como: «el Centro siempre va en mi corazón», «para lo que haga falta, cuenten conmigo», «recuerdo con mucho cariño mi paso por el Onelio», y eso me da la medida de que el Centro es más que un Curso de Técnicas Narrativas, es como una gran familia. Y como toda familia, tiene sus hijos malcriados y sus hijos cariñosos, tiene hijos a los que la fama no les impide olvidar, por suerte, hijos que se van y otros que se quedan. Hoy trabajamos para que siga siendo así, con algunos añadidos, porque a partir de los ejercicios de lectura y análisis de libros de egresados de nuestra biblioteca, pretendemos que se vayan también con respeto hacia la obra de los que fueron estudiantes como ellos, pues les pedimos análisis críticos y respetuosos, los enseñamos a buscar los aciertos y desaciertos con espíritu constructivo. Ellos hasta presentan esos libros en clase, que es una manera de prepararlos también para cuando sean jurados de concurso, dos cosas que nadie nos enseña nunca y son tareas de gran responsabilidad. Esa es otra manera de hacer crecer la familia.
MEF: Con casi cinco lustros transcurridos desde su primera llamada al aula, allá en su germinal localización en la UNEAC, tras tantos egresados, ¿cómo valoras la influencia del Onelio en el corpus literario del país a día de hoy? ¿Crees que se siente que ha habido y hay un taller Onelio? Y, si es así, ¿cómo definirías o en qué elementos te basarías para evidenciar la certeza de semejante traza?
DN: Hay muchas evidencias. Como te comentaba más arriba, el análisis de la base de datos ha permitido identificar más de doscientos escritores en activo. Escritores que apuestan, además por el trabajo de edición, algunos hasta dirigen hoy editoriales; otros llevan sus propios talleres literarios; muchos son promotores culturales; lideran las secciones de literatura de la AHS, por ejemplo; muchos forman parte de gremios como los de ciencia ficción y fantasía o literatura infanto-juvenil; están los que se han convertido en guionistas; y hasta quienes usan en su labor de periodismo las técnicas narrativas. Me atrevo a creer que alguna semillita del Onelio se sembró ahí de algún modo, con mayor o menor protagonismo.
En otro análisis, esta vez del comportamiento según la cantidad de ganadores de concursos como David, Pinos Nuevos, Calendario ―nos falta una buena cantidad de concursos por procesar todavía― el porcentaje de ganadores supera el 80 o el 90 en muchos casos, aquí hablo de narrativa, por supuesto. Si tomamos en cuenta que estos libros luego son acogidos por editoriales, pues ahí tienes una buena cantidad de publicaciones, solo en estos certámenes. Más allá de ellos, hay muchísimas publicaciones que no son resultado de premios. Eso, hasta ahora, es más cuantitativo. Ahora bien, ahí está faltando el análisis crítico de las obras para saber qué tipo de literatura se está haciendo hoy, algo que, si analizamos a profundidad, incluye muchos más factores además del aporte del Onelio ―pues hablamos de esfuerzo personal y disciplina del escritor que, a su vez, está inmerso en un tiempo histórico, tiene influencias de todo tipo por lecturas, experiencia de vida, intereses, etcétera―. En ese sentido, el Onelio también está trabajando. La biblioteca Salvador Redonet se ha dado a la tarea de acopiar la mayor cantidad de libros publicados por sus egresados con este objetivo a largo plazo ―por ahora solo los estamos utilizando en nuestros ejercicios de clase―. La idea es promover los estudios críticos ―aquí no hablo de reseñas complacientes―, lograr que los graduados de Letras, los críticos y la Academia miren en nuestra dirección y, cuando eso suceda, tenerles el material disponible. Solo entonces tendremos el mapa completo de la influencia del Onelio en el corpus literario actual, incluso más, también podremos medir un poco más la salud de la literatura cubana actual. Hoy se siente que ha habido y hay un Centro Onelio por la cantidad de gente interesada que nos llama, nos escribe por todas las vías para saber de nuestros cursos y talleres. Van muchos adolescentes a la sede a preguntar también, y gente que se queja de no poder entrar por sobrepasar el límite de edad para ser admitido. Hay también muchos extranjeros que, a partir de nuestro trabajo de comunicación en los sitios de redes sociales, se interesan por vivir la experiencia. Hacia ellos también pensamos proyectarnos en el futuro.
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Por más de veinte años, pues, ha estado echando vapor esa caldera, reconocida como una de las principales fuentes de impulso de la locomotora de nuestra literatura —esa que en sus infinitos vagones transporta todos nuestros pretéritos y presentes ficcionales, transformándolos en un mañana abierto a cada vez más sorprendentes ramificaciones—. Una caldera donde pupilos y guías son a un tiempo chispa y combustible. Un Centro siempre abierto, alerta e industrioso. Feliz cumple al Onelio, ese sitio en Quinta y 20 sin límites al proponer, sin fronteras al imaginar, sin barreras al cuestionar. Donde todos son jueces, testigos, partes interesadas, fiscales y defensores e, incluso, evidencias bajo riguroso y cordial escrutinio sobre la mesa. En fin, que bombo-chie, bombo-chie y que sean muchos más.
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