Como un gesto común o cotidiano, se usan desde siempre-, y ello es un problema en el momento de pensar el arte, o cualquier escritura artística, sobre todo si son poemas-, las palabras misterio, fantasía, hechizo, justamente porque son lo contrario de lo que despiertan, o significan dentro del espacio del arte, digamos, lo que necesita emitir el autor, en este caso el poeta, para abrir los ojos- dentro de la realidad misma, hoy agonizante- al lector.
Eligiendo al niño como lector ideal, o centro de lecturas ideales, más que nada o a nadie a su hija Érika Sofía, Carlos Ettiel Gómez, (Jagüey Grande, 1978), articula un libro de poemas que quiere estacionarse y emitir su discurso emocional, incluso imaginativo, de múltiples sentidos, en ese territorio cada vez más difuso, ambiguo, difícil de definir incluso, por gelatinoso, de la llamada literatura para niños, o poesía infantil. Ese niño, lo sabemos, por momentos reacciona, medita, piensa, siente el mundo como un adulto. Frente a esta rotura, el autor escribe Reino de hechizos. Ediciones Aldabón, sello Editorial de la A.H.S., en Matanzas, con diseño y diagramación de Débora García, y Wilver González e ilustraciones de Javier Dueñas.
Con este título, que también es, o puede ser un verso, el autor se apoya en dos palabras fundamentales, dos conceptos, para establecer un diálogo en forma de juego, un diálogo necesariamente correcto, con los niños y adolescentes que se interesen por el arte de la escritura y esa idea o sentimiento, muchas veces efímero, que es la poesía en la infancia.
Como sabemos, y de manera natural, cada niño es un rey, sin embargo quiere serlo, digamos, quiere ser un rey siéndolo, quizás en esto consista la infancia, o una parte de la ignorancia divina, o de la ingenuidad purificadora que es, o significa la infancia.
El poeta se detiene en ello y escribe queriendo confundirse con esos postulados imprescindibles de la condición humana ¿Cómo ser lo que de alguna manera ya se es?, se pregunta el poeta. El absurdo consiste en querer ser, o aspirar a ser lo que ya somos.
El otro concepto al que me refiero, hechizo, es lo que cualquier infante siempre quiere practicar, deseando, además, ser hechizado para hechizar, algo que, sin saberlo, ya practica también, porque cada niño o infante es la encarnación permanente de un hechizo que roza el misterio mayor.
El poeta Carlos Ettiel está obligado a elegir esas palabras, hechizo y reino, para devolverles el sentido. En cada poema de este libro hay, de manera explícita, una toma de posesión, un distanciamiento frontal ante la posibilidad de que caigamos, sobre todo el niño, digamos, el lector infantil, rendidos ante la falsedad equívoca de ellas mismas.
Carlos Ettiel escribe para invitarnos a leer, a nosotros y a los niños, el reverso de cada palabra. Donde dice reino puede leerse desamparo, donde dice hechizo puede leerse realidad absoluta cambiando el sentido y la forma de las cosas, que han generado y continúan generando, sobre los niños, una ambigüedad imposible de soportar. Sin embargo para ello, el poeta usa un lenguaje muy bien cuidado, arropado en la sencilla y delicada poesía con que el niño de hoy respira: sustancia concreta, comedida, correcta, a la medida de la belleza amplia y cristalina, de alguien que sabe algo importante para el crecimiento de los infantes, convirtiendo cada poema en una especie de espejo que refleja el rostro de la realidad en el aire monstruoso que esconde cada espejismo, pero no asusta, si no que invita a descubrir lo que hay detrás, esa belleza central de las cosas cotidianas por su cercanía, que a veces asusta sin mirarnos, o, por eso mismo, pues al no mirarnos, padecemos en la ignorancia, no precisamente divina, que expande a nuestro alrededor, sobre nosotros.
Cuaderno dividido en cuatro partes Magia de vida, Bajo la piel, Reino de hechizos y Misterio de atardecer, usa para el niño de hoy el seguro lenguaje de la poesía, para desde el profundo misterio que es el poema, desarrollar en ellos, quizás, las (dos) preguntas inconclusas que tenemos que armar diariamente ¿Qué es el mundo? ¿Qué son las cosas? ¿Reino o hechizo?
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