
(…) En lo que a la patria concierne, todo es indefinido, menos la poesía revolucionaria de Heredia (…) Por la poesía ya habla el alma de Cuba; por una bandera…, por una verdadera bandera, podría tomar cuerpo esa alma.
Jorge R. Bermúdez: La invitada de la luz. Aspectos históricos, simbólicos y estéticos de la bandera cubana. Ediciones Bachiller, Biblioteca Nacional José Martí, La Habana, 2007, p. 38.
Este 19 de mayo se cumplen 175 años de que el símbolo patrio ondeara por primera vez en Cuba al soplo esperanzador de la brisa antillana.
El proceso de creación de una bandera implica el estudio de la heráldica y de los símbolos que le antecedieron, para evitar «el calco y las confusiones».[i]
Del mismo modo que Francisco de Miranda, Manuel Belgrano y demás patriotas hispanoamericanos, por sus vínculos europeos, particularmente con España, conocían los principios del blasón,[ii] los separatistas cubanos tuvieron en cuenta estas leyes, así como los pendones de otros países, a la hora de dibujar las distintas versiones de banderas que propusieron.
En el caso de la actual enseña cubana, a través de los años se ha debatido y se ha escrito mucho sobre quién o quiénes fueron sus creadores, atribuyendo la paternidad a una u otra persona, en muchos casos sin un basamento sólido:
Desde la emigración venían noticias que no era posible comprobar antes de su circulación, ni hacía a veces falta rectificarlas.
Esa es la causa de que se haya atribuido la creación de la bandera cubana a muchos revolucionarios que no tuvieron participación en su nacimiento.
Enrique Gay-Calbó: Símbolos de la nación cubana. Las banderas, los escudos, los himnos, Publicaciones de la Sociedad Colombista Panamericana, La Habana, 1958; Editorial Boloña, 1999, p. 40.
Hubo, incluso, testimonios muy públicos, como este forjado en bronce. En la calle Real del Jigüe número 36 hay una lápida que dice:
Aquí nació José Aniceto Iznaga y Borrell el 18 de abril de 1793; insigne precursor de la independencia de Cuba, al logro de cuyo ideal dedicó su vida. Se entrevistó con Bolívar para obtener su cooperación en la libertad de Cuba.
Coautor de nuestra bandera, fue acordada ésta en la casa de Alonso Betancourt por el año 1848 en la ciudad fraternal.
Gaspar Betancourt, El lugareño, dijo: la bandera de nuestra República deberá «ser» tricolor, como la escarapela con que los patriotas franceses llenaron de terror a los tiranos.
La formarán franjas azules y blancas, como las nubes y el cielo de nuestra Cuba, interrumpió Iznaga.
Sea una estrella la divisa que nos guíe a un venturoso porvenir, replicó Villaverde. Irguióse Goicouría y expresó: «No: Al árbol de la libertad la sangre abona. La bandera deberá ser roja como sangre».
Mirad, exclamó Alonso Betancourt: «Allí, en el confín del cielo, sobre el ocaso iluminado de nuestra bandera, ved aquel hermoso azul que dividen dos franjas blancas, y en aquel triángulo rojo, como el fuego de los combates, como la sangre de los mártires, ved rutilante la estrella de la libertad; sus fulgores guiarán al cubano errante en la noche tenebrosa y harán luz en la conciencia humana».
Por el P. C. de Trinidad. 1939.
Enrique Gay-Calbó: Símbolos de la nación cubana. Las banderas, los escudos, los himnos, Publicaciones de la Sociedad Colombista Panamericana, La Habana, 1958; Editorial Boloña, 1999, p. 159, citando a Gerardo Castellanos: Trinidad, la secular y revolucionaria. La Habana, 1942, p. 355-356.
Algunas versiones
Aunque no es posible referir todos los testimonios, es ineludible mencionar los más conocidos.
En una «ligera reseña histórica»[iii] al decir de Cirilo Villaverde, publicada el 8 de febrero de 1873[iv] se escribió entre otras cosas:
Hay quien atribuye su invención al poeta Miguel Tolón, hombre de gran talento y mucho mérito; pero sin duda Gaspar Betancourt Cisneros —El Lugareño— fue quien mayor parte tuvo en el trabajo. A imitación de la bandera norteamericana, se escogieron las fajas para representar los Estados y se determinó que cinco fajas, tres azules y dos blancas, representaban a los cinco Estados en que debía dividirse Cuba. (Periódico La Revolución de Cuba, no. 62. Citado por Villaverde).
Cirilo Villaverde: carta citada.
Esta reseña motivó la carta del autor de La expedición a Vuelta Abajo, fechada en Nueva York, el 12 de febrero de 1873, con el objetivo de aclarar la verdad histórica de acuerdo con el testimonio de su presencia en la génesis de la enseña. En esa misiva, dada a conocer en el propio periódico neoyorkino el 15 de febrero,[v] Villaverde —el testigo con mayor información por haber sido secretario personal de López y albacea de su papelería— niega la participación de El Lugareño en la concepción de la bandera y le atribuye toda la paternidad a Narciso López y el dibujo en papel a Miguel Teurbe Tolón.
Años más tarde, Enrique Loynaz del Castillo, sin duda haciéndose eco de versiones de coetáneos del caudillo llegadas a él, dio a las prensas de El Porvenir, de Nueva York, que lo incluyó en su edición del 11 de junio de 1898, un escrito en el que aseguraba la elaboración colectiva de la bandera en la ciudad de Filadelfia, en una fecha indeterminada de 1849 o 1850. Integraban el grupo José Aniceto Iznaga, Gaspar Betancourt Cisneros, Cirilo Villaverde, Alonso Betancourt y Domingo Goicuría. Quizá este documento constituyera la fuente para la tarja trinitaria, aunque difieren en las fechas.
Como sucede con todos los testimonios, que incurren en imprecisiones, olvidos y añadiduras, sobre todo si han pasado de boca en boca a través de los años, en este caso, a pesar de situarlo a más de noventa millas al suroeste de Nueva York, no se podía dejar de incluir a Villaverde, secretario personal del general, quien como testigo presencial ya había publicado su experiencia, pero además se incurre en el error —al igual que en la tarja de Trinidad— de mencionar a Domingo Goicuría a quien, al no poseer el don de la ubicuidad, le era imposible estar al mismo tiempo en Cuba y en Estados Unidos —de acuerdo con los documentos consultados, en los que es obligatorio creer mientras no se demuestre la existencia de algún viaje legal o clandestino—. Esta versión volvió a ver la luz en el periódico habanero El Fígaro, del 20 de mayo de 1912.[vi]
En el artículo «La bandera cubana» aparecido en El Álbum de Manzanillo de 25 de junio de 1899 y firmado por Greenville[vii] —escrito con la finalidad de oponerse a lo tanto que se «había disparatado» sobre el nacimiento de la bandera y su simbología, a fin de no permitir que la leyenda matara a la historia—, una tarde acababan de llegar a la casa del general López en Howard 39, venidos de la redacción del periódico La Verdad, «el dulce poeta Miguel T. Tolón y Cirilo Villaverde». Según esta versión, la bandera tuvo un nacimiento espontáneo, pues una frase de Narciso López desencadenó la imaginación colectiva: «Estamos conspirando contra el poder de España en Cuba y no tenemos bandera». Inmediatamente Tolón tomó un lápiz para hacer el diseño del pabellón. A López se le ocurrió representar los tres departamentos con listas azules en campo blanco; Tolón propuso el triángulo rojo, representación de la unión y la fuerza; Villaverde sugirió que Cuba fuera una estrella solitaria en el triángulo. López y Villaverde discutieron sobre el contrasentido de poner una estrella en campo rojo. Al siguiente día la hermana del poeta [eran primos y esposos],[viii] Emilia, bordaba la enseña.
Todavía en 1899 había personas que rememoraban una bandera a imagen y semejanza de la de Estados Unidos y la confundían con la primera versión de la de López, porque el autor aclara:
Los que siguen creyendo que los listones de la primera bandera eran rojos y el triángulo azul, se convencerán de su craso error si pudieran admirar la muestra de nuestra primer insignia, que en lujoso marco y cubierto con vidrio, conserva religiosamente la familia del autor de Cecilia Valdés, ó la que hecha por las criollas de New Orleans, flotó por vez primera en Cárdenas el año 51, la cual también conserva como joya preciosa la viuda del abanderado que acompañó á López en aquella ocasión: la distinguida dama que fue esposa del inolvidable patriota Juan Manuel Macías.[ix]
En 1949 Edwin T. Tolón, contaba lo que había oído en su infancia de su abuela Josefa Casado, esposa de un sobrino de Miguel, Francisco Teurbe Tolón. Esta señora afirmaba haber tratado personalmente a Narciso López y a su tío político Miguel, orgullo de la familia. Según ella,
el poeta le había narrado con fervoroso acento sobre el origen de nuestra bandera en la casa en que él vivía en Nueva York (…) Una vez dibujada en un papel la insignia histórica, el propio general López llamó a Emilia Teurbe Tolón, esposa y prima del poeta, y le encomendó que confeccionara la bandera original, como así ella lo hizo.
Edwin T. Tolón: «La bandera cubana. La historia de su creación», escrito en La Habana en mayo de 1949. Publicado en La Prensa, San Antonio, Texas, 5 de mayo de 1949.
Según Sanguily y Aristi en La bandera de Narciso López, de 1950, en la modesta casa del general en Howard 39 «eran contertulios» —lo que indica que asistían con frecuencia a las reuniones patrióticas del lugar—, Juan Manuel Macías, Miguel T. Tolón, Cirilo Villaverde, Gaspar Betancourt Cisneros (El Lugareño), Pedro Agüero, José Sánchez Iznaga, y «otras distinguidas personas», y luego de «discrepancias y discusiones» sobre la forma y cómo combinar los colores, se convino el boceto final de la bandera, que Tolón llevó al papel y que confeccionó «en género, (…) la esposa de este, la entusiasta y benemérita Emilia Tolón».[x]
De todos los testimonios, la mayoría de los historiadores acepta la versión de Cirilo Villaverde, supuestamente la mejor documentada.
En síntesis, estas diferentes opiniones dan pie a pensar que la bandera de Cuba fue resultado de una creación colectiva bajo la dirección del venezolano-cubano Narciso López.
Al parecer, integraban el grupo informal de creación, según los diversos testimoniantes: Narciso López, José Sánchez Iznaga, José Aniceto Iznaga, Cirilo Villaverde, Gaspar Betancourt Cisneros, Alonso Betancourt, Pedro Agüero, Manuel Hernández, Juan Manuel Macías (el llamado primer abanderado cubano), Juan y Ramón Arnao, Plutarco González y Juan González Barreras, estos dos últimos emparentados entre sí y primos de otro de los integrantes del grupo, Miguel Teurbe Tolón y de su esposa Emilia.[xi]
[i] Jorge R. Bermúdez: La invitada de la luz. Aspectos históricos, simbólicos y estéticos de la bandera cubana, Ediciones Bachiller, Biblioteca Nacional José Martí, La Habana, 2007, p. 38.
[ii] Ibídem, nota 34, p. 76.
[iii] Cirilo Villaverde: «Nuestra bandera», carta dirigida al director de La Revolución de Cuba, de Nueva York, y publicada en este periódico el 15 de febrero de 1873. Se considera el testimonio más importante y de mayor credibilidad sobre la creación de la bandera cubana.
[iv] Herminio Portell Vilá: Narciso López y su época, tomo 2, Compañía Editora de Libros y Folletos, O’Reilly, no. 304, La Habana, 1952, p. 135.
[v] Herminio Portell Vilá, ob. cit., p. 135.
[vi] Ídem.
[vii] Nombre de ciudad estadunidense (Villa verde, en español), referencia a Cirilo Villaverde.
[viii] Negritas e intercalado del autor.
[ix] Greenville: «La bandera cubana», en: El Álbum, Manzanillo, 25 de junio de 1899, año I, no. 20, p. 157, citado por Delio G. Orozco González: «Una explicación emocional y circunstancial», “href=”/index.php/Vida-en-La-Academia”>Vida en La Academia La bandera cubana y El Álbum de Manzanillo.
[x] Manuel Sanguily y Arizti: La Bandera de Narciso López, Comisión Interamericana Organizadora del Centenario de la Bandera Cubana, Sociedad Colombista Panamericana, La Habana, 1950, pp. 7 y 8.
[xi] Clara Emma Chávez Álvarez: «La bordadora de la bandera cubana», Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, (1), La Habana, 1933, p.34.
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