
De acuerdo con la libreta de notas de Cirilo Villaverde, se ha asegurado que la reunión se efectuó en la casa de huéspedes donde vivía Teurbe Tolón en la calle Murray entre las de Broadway y Church, pues el novelista afirmó: «La primera bandera la cosió Emilia T. Tolón, que vivía en Murray Street entre Broadway y Church».[1]
Años más tarde, en 1873, en la carta que dirigió el 12 de febrero al director de La Revolución de Cuba, el testigo se contradice porque sitúa la concepción de la enseña en la casa de los Tolón, calle Warren, acera del río Norte, entre la calle Church y Collene Place, donde también residieron el poeta matancero y su esposa.
El 25 de junio de 1899 El Álbum, de Manzanillo, en el ya mencionado artículo «La bandera cubana», rememorando lo que había «(…) leído en las memorias inéditas del General Narciso López y de su secretario C. Villaverde», el articulista sitúa los hechos también en 1849, y acoge lo escrito en aquel momento por el autor de Cecilia en cuanto a la dirección: «la casa número 39 de la calle de Howard, que está en la parte baja de la ciudad de New York. Al respecto, afirma que el venezolano en esa casa vivía conspirando contra España».[2]
Coincide con este criterio Manuel Sanguily y Arizti, hijo del prócer de las guerras por la independencia, de cuyos labios seguramente escuchó innumerables hazañas de los patriotas y experiencias históricas, vividas o escuchadas directamente de sus protagonistas o espectadores, y de quien atesoraba el amplio archivo que este había reunido a través de muchos años de rescate de la memoria. Como ya se ha dicho, este autor publicó en 1950 La bandera de Narciso López, donde expresa:
En una modesta casa (…), situada en la calle Howard número 39, cerca de Broadway, en que vivía el General López, se registró el hecho, de tan grato recuerdo para los cubanos, de haberse discutido varios diseños con el propósito de crear una bandera que fuera emblema y guía de esa causa de luchar contra el poder español en Cuba, cuando el propio discutido General, al servicio voluntario de la misma, proyectaba la primera expedición revolucionaria.[3]
Una investigación reciente para determinar «el sitio exacto donde Miguel Teurbe Tolón pasó la bandera en limpio»[4], teniendo en cuenta las contradicciones de Villaverde, luego de consultar ejemplares del periódico La Verdad, donde trabajaban los dos escritores, logró determinar la dirección donde residía Teurbe Tolón en el momento de dibujarse profesionalmente la bandera:
En la última página del número del 18 de mayo de 1849 aparecía un anuncio donde se invitaba a tomar clases particulares de Español en el número 47 de la calle Warren justamente con el señor M. T. Tolón. Tan modesto anuncio con el que el inminente diseñador de la bandera pensaba complementar el salario que recibía como editor de La Verdad puede servirnos indirectamente como acta de nacimiento: al menos menciona a quien atendiera el parto y el lugar de nacimiento.[5]
Para confirmar lo antes expuesto se puede acceder a la versión digital del periódico.[6] A continuación transcribimos el texto en inglés:
SPANISH LANGUAGE
A Gentleman from Cuba, who has been a public lecturer on Classical Literature in his country, would like to devote some time, during his residence in the United States to the instruction of a limited number of ladies and gentlemen in the Spanish language, and the ancient and modern Spanish literature.
This gentleman thinks that by his critical and didactical observations, he will be able to give sufficient and satisfactory references.
For further particulars please to apply personally, or send written applications, post paid, to M. T. Tolón, No. 47 Warren Street, from 11 o’clock A.M. to 4 P.M.[7]
Es la prueba de que, en mayo de 1849, coincidente con la última versión de Cirilo Villaverde, Miguel Teurbe Tolón vivía en Warren Street.
¿Cuándo se cosió el modelo?
En sus notas Villaverde no especifica la fecha en que Emilia llevó a la tela el diseño aprobado.
Hasta mediados del siglo XX al parecer, los historiadores no tenían información para cuestionar la creencia de que la bandera fue confeccionada inmediatamente después de su diseño. Incluso, algunos consideraron que había entrado en Cuba antes que Narciso López, traída por su bordadora para divulgarla entre los partidarios de la expedición separatista.
Sin embargo, la información oficial disponible niega la presencia de Emilia en Nueva York en 1849.
Luego de consultar en el Archivo Nacional el legajo 91 de la Comisión Militar y Permanente de la Isla de Cuba y lo publicado al respecto por el periódico La Verdad de 18 de mayo de 1850, Francisco Ponte Domínguez escribió:
(…) la tarea de manufacturar la bandera de la Patria no pudo acometerla Emilia antes de diez meses, al menos, de logrado el diseño. Porque hasta entonces la dama matancera permaneció en su domicilio de la ciudad yumurina, y no había pensado en salir de la Isla para no abandonar a su anciana y achacosa madre, la señora Rafaela Otero, según manifestó de público a sus amistades y también, bajo su firma, en la declaración prestada, el 4 de marzo de 1850, ante el Juez que tramitaba una causa, por infidencia, en la Comisión Militar Ejecutiva y Permanente de la isla de Cuba. Además, desde esa fecha quedó bajo arresto en su casa hasta el embarque hacia Nueva York, que hizo pasado el día 26, a virtud de la orden terminante del capitán general Federico Roncali, conde de Alcoy, expedida el 21 de marzo del propio año, de que «sin excusa ni pretexto alguno» marchara a reunirse con su esposo, «con la cual se evitará continúe siendo un agente criminal que hiciera necesario algún día someterla a la acción de las Leyes», según consignaba el decreto de destierro. Y ya el 12 de abril siguiente había arribado a la urbe neoyorkina, por lo que en breve plazo debió confeccionar el primoroso pendón de libertad, la enseña original de la Patria (…).[8]
Dos años más tarde Herminio Portell Vilá publicaba haber encontrado por otra vía la misma información: «Villaverde debe haber padecido un error en cuanto a fechas, ya que Emilia Teurbe Tolón se encontraba entonces en Matanzas, después fue arrestada y procesada por los españoles y no fue hasta abril de 1850, que llegó desterrada a Nueva York, según The Picayun, de Nueva Orleans (…)».[9]
Niega esto no solo el testimonio de Villaverde, Edwin Teurbe Tolón, sobrino nieto de Emilia, en el artículo «Cómo fue creada la bandera cubana», publicado en la revista Carteles del 3 de abril de 1949, escribió que el 4 de marzo de 1850:
Hallándose Emilia Tolón en sucasa de Manzano esquina a Jovellanos, en Matanzas, vinieron a hacer un registro las autoridades españolas; pero nada encontraron de comprometedor, y entonces ella, sonriente y audaz, les dijo: «Solo les faltó registrar ese cojín», señalando uno que adornaba la sala, y en el cual, efectivamente, se encontraba la bandera cubana que ella había cosido; pero, afortunadamente, los españoles no quisieron deshacerlo por creerlo inútil.[10]
Si Emilia todavía no había sido desterrada y ya la bandera estaba en su casa de Matanzas, ¿qué creer entonces?
Lo cierto es que las publicaciones de Ponte Domínguez y Portell Vilá, de principios de la década de 1950, no fueron tenidas en consideración por Enrique Gay-Calbó para la tercera impresión de Símbolos de la nación cubana. Las banderas, los escudos, los himnos en 1958. ¿Por qué no cambió sus planteamientos iniciales? Como estudioso muy relacionado con los círculos de historiadores e intelectuales, sobre todo con Emilio Roig, quien se manifestaba encomiásticamente sobre sus investigaciones acerca de los símbolos patrios, no debía desconocer la información de los dos colegas.
En la obra mencionada Gay-Calbó señala que el general López encargó a Emilia Teurbe Tolón trasladar labandera a Cuba, «para darla a conocer y circular entre los que estaban comprometidos desde años antes a secundar una revolución separatista». Cuenta el historiador que ese mismo año de 1849 la muchacha se embarcó hacia su natal Matanzas, con la bandera escondida «en un pequeño cojín», apelando a «la excusa cierta de la enfermedad de su señora madre».[11]
Esto hace suponer que estaba con Miguel en junio de 1849 y regresó a Cuba semanas después con el pretexto de atender a su anciana madre. ¿De dónde sacó esta información Gay-Calbó que no quiso modificarla? «(…) lo indudable es que vino con una bandera para realizar el deseo del jefe de la futura revolución», afirma el historiador. Alguna base tendría para ello. Aun hoy existe esa certeza en la tradición oral matancera, de la que algunos se hacen eco en las redes sociales.[12]
Esta convicción de los matanceros debe de estar fundamentada en la versión de la familia sobre el registro realizado en la vivienda de la patriota por las autoridades españolas, motivo de su salida al destierro.
En fin, tenemos tres versiones: huyó con el esposo en 1848; Villaverde y Gay-Calbó la sitúan en Nueva York en junio de 1849 y, de acuerdo con Ponte y Portell Vilá, no viajó a Estados Unidos hasta ser desterrada en abril de 1850.
No parece posible que haya huido con el esposo en 1848 y mucho menos permanecido hasta después de junio del año siguiente sin ser detectada su ausencia por las autoridades, además se sabe que continuó al frente de los negocios de la familia en Matanzas. ¿Qué posibilidad hay de que estuviera en Nueva York en el verano de 1849? Solamente si hubiera realizado un viaje clandestino por breve tiempo.
Ponte asegura que se mantuvo en Matanzas para no abandonar a su madre enferma «según manifestó de público a sus amistades y también, bajo su firma, en la declaración prestada, el 4 de marzo de 1850, ante el Juez que tramitaba una causa, por infidencia, en la Comisión Militar Ejecutiva y Permanente de la isla de Cuba». Portell Vilá lo confirma.
Aunque la enfermedad de la madre era cierta, no necesariamente tenía que mantener a la joven atrapada en Cuba, podía delegar los cuidados en una esclava doméstica u otro familiar cercano y partir a visitar a su esposo por pocos días.
Las autoridades vigilan celosamente a los familiares de exiliados. Por tanto, mentirles es el denominador común de los luchadores clandestinos. Si Emilia hubiera viajado secretamente a Estados Unidos sin ser detectada, y por ende, tampoco registrada su salida y arribo en los puertos, la actitud sería decir lo contrario a los conocidos y siempre negar ante inquisidores.
A mediados del siglo XIX eran frecuentes los viajes a Estados Unidos por motivos de trabajo, estudios, negocios, visita a familiares, turismo… y los trámites dependían del estatus social del viajero, la finalidad del viaje y las restricciones políticas de la época. Los riesgos para viajar clandestinamente eran muchos, pero existían rutas informales que aprovechaban el tráfico marítimo comercial oficialmente establecido, los barcos de contrabando con anuencia o no de las autoridades, el soborno y las conexiones clandestinas de los patriotas en los dos países. Para ello, a partir de redes de apoyo, se gestionaba los pasajes en barcos mercantes o de cabotaje, que hicieran escala en puertos norteamericanos con menor control español y tráfico ilegal de mercancías y esclavos, se conseguía documentación falsa y un disfraz para evitar ser reconocido.
Muchas familias de exiliados en el extranjero o en Cuba tenían suficientes contactos y dinero para tales gestiones, sobre todo Emilia, por su posición social.
Por otra parte, las leyes federales estadunidenses eran aún incipientes, pero los estados regulaban la inmigración, exigiendo documentos identitarios y garantías económicas, nada que no pudiera despejar el soborno.
En el caso particular de las mujeres, los funcionarios recelaban, pues no tenían muchas justificaciones, al no ser que viajaran con sus padres o esposos, acompañaran a alguna dama, como sirvienta, o por razones de índole familiar, visitar enfermos u otras ocupaciones propias de las señoras.
Miguel Teurbe Tolón era vigilado en Nueva York por los agentes españoles. Para ser visitado por Emilia se requerían extremas medidas de seguridad, lo que también hubiera sido verosímil.
Además, tal viaje es plausible, dado el coraje demostrado por ella desde muy joven y la determinación a lo largo de toda la vida a defender sus convicciones, ya que Emilia no solo desafió al dominio español, también se enfrentó a las convenciones de su época, al divorciarse de Miguel y buscar la felicidad con otra pareja, lo que le valió el rechazo de sus familiares y conocidos.
Sin embargo, hasta el momento esa posibilidad no se sustenta documentalmente y hay que mantener los criterios de Ponte y Portell Vilá: ya con bandera diseñada desde casi un año antes, y cuando faltaban unos días para la partida hacia Cárdenas, en un momento entre abril y principios de mayo, Narciso López le pidió a Emilia Margarita Teurbe Tolón[13] que le confeccionara el primer prototipo de bandera, misión que la joven cumplió entusiasmada con cintas de seda y un retazo de tela roja: medía dieciocho pulgadas de largo por once y media de ancho. Después fue reproducida para las actividades revolucionarias.
[1] Herminio Portell Vilá: ob. cit., p. 136.
[2] Greenville: «La bandera cubana», en: El Álbum, Manzanillo, 25 de junio de 1899, año I, número 20, p. 157, citado por: Delio G. Orozco González: «Una explicación emocional y circunstancial».
[3] Manuel Sanguily y Arizti: ob. cit., p.7.
[4] Enrique Del Risco: «La bandera cubana ya tiene acta de nacimiento (y es un anuncio ofreciendo clases de español)», Blog de la Academia de la Historia Cuba en el Exilio, Corp., 19 de octubre de 2016.
[5] Ídem.
[6] LV-5-18-1849.pdf – Latin American Studies.
[7] Periódico La Verdad, número 35, Nueva York, 18 de mayo de 1849, p. 4, columna 4. Negritas del autor.
[8] Francisco José Ponte Domínguez: artículo citado.
[9] Herminio Portell Vilá: ob. cit., nota 211, p. 463.
[10] Citado por Enrique Gay-Calbó: ob. cit., p. 185.
[11] Enrique Gay-Calbó: ob. cit., pp. 51-52.
[12] Por ejemplo, el grupo de Facebook «Matanzas. Imágenes e historia» dio fe, el 8 de enero de 2024 de que, cuando Miguel se presentó informando que era perseguido y esa misma noche huiría en una embarcación de vela con unos amigos hacia Estados Unidos, Emilia le contestó: «Junto a ti y por la independencia de Cuba, correré todos los riesgos», para luego reafirmarle: «Presta estoy desde este momento para marchar…».
[13] La historiografía patriarcal no le dio el lugar que merecía hasta 1950, fecha en que el Congreso de la República la proclamó como Encarnación de la Mujer Cubana: «el 22 de agosto de 1902 falleció en Madrid Emilia Margarita Teurbe Tolón y Otero sin dejar descendencia. Terminaba una existencia nada fácil, huérfana de padre a los seis años de edad, deportada como infidente a los 22, tildada de “filibustera” por ser partidaria del anexionismo, llamada irónicamente “Marquesa de Tolón” por sus enemigos políticos, censurada por sus colegas y familiares debido a su vida privada…». Clara Emma Chávez Álvarez: «La bordadora de la bandera cubana», Revista de la Biblioteca Nacional José Martí (1), La Habana, 1993, p. 41.
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