
La misiva de Villaverde
En 1873 escribió Villaverde la la carta a que se ha hecho referencia. Pero, como ya se expuso, parece ser que los debates sobre el símbolo del movimiento separatista empezaron en 1848 en la casa de huéspedes donde vivía el general. No cabe duda de que se valoraron diferentes propuestas.
El Club de La Habana, integrado por las mayores fortunas esclavistas y por intelectuales de cierta importancia e inspiración para nombrar el ron más famoso de Cuba, ya tenía bandera, a imagen y semejanza de los pendones de Texas y de los Estados Unidos. De la primera tomaron el cuadrilongo azul con la estrella solitaria[1], solo que cambiaron el pentagrama de aquella por una estrella de ocho puntas. De la de los Estados Unidos, tomaron las franjas, cinco en total, rojas y blancas.
No es ilógico pensar que los partidarios de este grupo de conspiradores anexionistas intentaran persuadir al caudillo separatista para que adoptara esta bandera.
En el poco espacio de una carta, para rescatarle la paternidad de la enseña nacional al que había muerto por ella y ya no se podía defender, Villaverde se refiere, es preciso reiterarlo, solo al resultado y no al proceso, al último día, cuando Narciso López cedió como hizo tantas veces en su vida para lograr la unidad y poder iniciar el propósito de limpiar su biografía y expulsar a la decadente y corrupta España de América, «dijo a Tolón, poco más o menos, las siguientes palabras: “Vamos, señor dibujante, trácenos Ud. su idea de bandera libre de Cuba”»[2], y luego de insistir en su propuesta («Mi idea, agregó tomando un lápiz de manos de Tolón, era esta, cuando me hallaba en las minas de Manicaragua»)[3], aceptó el pendón del Club de La Habana como modelo pero con los cambios que él propondría.
La experiencia en la lectura y edición de libros escritos por protagonistas de hechos históricos, induce a pensar que el testimoniante unió situaciones que, en la vida real, pudieron tener largos debates.
Habiendo ya pasado veinticuatro años de los hechos, en aquel 12 de febrero de la Nueva York de 1873, cuando ya tenía sesenta años (que en el siglo XIX eran ochenta o noventa de los ancianos de hoy), Villaverde no relata la puja que necesariamente debió de ocurrir entre dos tendencias separatistas cuyos emblemas ya existían. Es cierto que la bandera del Club de La Habana era un año más antigua, pero la de Trinidad había sido conocida y juzgada por las autoridades españolas, ya tenía historia.
(…) En su salida precipitada de los valles de Manicaragua, dejó abandonados algunos papeles, entre ellos (…) el rudo boceto de una bandera, conque debió darse el grito de independencia[4] simultáneamente en Trinidad y Cienfuegos, el 28 de junio[5] de 1848.[6]
Y Villaverde fue testigo de ello:
El tal boceto de bandera, que el que esto escribe vio agregado a la causa de conspiración, preso en la cárcel de La Habana, con los demás principales conjurados, era muy sencillo, pues que se componía de los colores republicanos, combinados en tres fajas horizontales, azul, blanca y roja…[7]
He aquí otros detalles de la carta:
Como ya se dijo, las cinco franjas existían desde 1847 y esa idea fue de alguien, de ahí que pensemos que la reseña de la revista NO le atribuía la paternidad de la bandera al Lugareño SINO que lo menciona como «quien mayor parte tuvo en el trabajo» y esto pudiera tener alguna base, porque Gaspar Betancourt Cisneros, al menos en Estados Unidos en esos años se parcializó con el Club de La Habana frente a Narciso López, y era anexionista, por conveniencia, como la mayoría de los del Club, aunque en su caso no tanto por intereses como por patriotismo. Por otra parte, la expresión asegura —si uno «tuvo mayor parte»— que otros también «tuvieron parte en el trabajo», aunque fuera menor.
La carta permite entrever que la concepción de la insignia cubana no fue obra de un día, porque López, como ya se ha señalado, «se ocupaba en construir una bandera que le sirviese de enseña para guiar las huestes libertadoras en Cuba».
Se supone que, desde el punto de vista del militar, si ya él traía una propuesta de bandera, ¿qué falta le hacía otra? Pero recibió el rechazo de la mayoría de los separatistas y, aunque no debió de ser fácil para ellos vencer su tozudez, al final se le ve ocupado en diseñar un símbolo que tuviera mayor aceptación entre los exiliados.
Por otra parte, copia Villaverde del periódico La Revolución de Cuba: «A imitación de la bandera norteamericana, se escogieron las fajas para representar los Estados y se determinó que cinco fajas, tres azules y dos blancas, representaban a los cinco Estados en que debía dividirse Cuba», expresión de un anexionista ortodoxo como al que están atribuyendo el diseño, Gaspar Betancourt Cisneros, aunque luego migrara hacia el independentismo. Como se verá más abajo, hasta donde se sabe, nunca Narciso López se refirió a los cinco estados.
Ahora, con qué palabras, según don Cirilo, el jefe separatista comenzó el encuentro, es preciso hacer hincapié en esta expresión: «Vamos, señor dibujante, trácenos Ud. su idea de bandera libre de Cuba». Aquí está el mensaje fundamental y que pudiera ser la prueba de que antes ya se había propuesto la de cinco franjas del Club de La Habana. Ya hay una idea de bandera que no es la del hablante. Obsérvese la fuerza de la palabra «libre». Si López quiere una «bandera libre», ¿no les estará haciendo saber que no quiere ver «una copia servil» —la del Club— como dice más tarde?
Y continúa Villaverde recordando a su caudillo: «“Mi idea, agregó tomando un lápiz de mano de Tolón, era esta, cuando me hallaba en las minas de Manicaragua”; y dibujó de la que acaba de hablarse», según Villaverde: azul, blanca y roja en tres franjas respectivas. Todavía defendía «su plan primitivo de bandera cubana», que luego «modificó». Es difícil para alguien que ya tiene todo proyectado, asumir planes y símbolos ajenos.
Veamos cómo se contradice López en la recordación del novelista: «Pero añadió enseguida que debía imitarse en cuanto se pudiera el pabellón americano, porque en su concepto era el más bello de las naciones modernas»; compárese con esta otra actitud que refleja en el mismo párrafo: «a fin de que la imitación no resultara “una copia servil” de la bandera que “se proponía como prototipo”». La copia servil de las banderas tejana y norteamericana era la que le proponían los presentes.
Sin duda, él se vio tan presionado, y necesitaba tanto la ayuda financiera del Club para sus propósitos de invasión inmediata a Cuba, que nuevamente, como había ocurrido en 1848 cuando aplazó la sublevación de Las Villas, aceptó… pero con determinados cambios para que no fuera «una copia servil».
Además, si él hubiera considerado el pabellón norteño «el más bello de las naciones modernas», ¿por qué nunca antes lo imitó? La experiencia de Narciso López era toda española. Conocía la adicción a las sublevaciones de los militares hispanos, una de cuyas facciones él había integrado, y contaba más con ese apoyo que con otro, antes de las propuestas de unión de los ricos hacendados del Club de La Habana. (Al parecer, asumía que no necesitaba de los hacendados si podía contar con una buena parte del ejército, su experiencia militar y la participación de los militares realistas en todos los procesos independentistas americanos al lado del separatismo lo demuestra.
Los otros temían que su influencia en los soldados españoles de carrera, pudiera lograr la independencia de España y malograr las pretensiones anexionistas y esclavistas de ellos y Narciso López se convirtiera en un dictador militar como había sucedido en las restantes repúblicas hispanoamericanas).
En lugar de cinco estados, «López expresó que las fajas debían de ser tres», vuelve a su propuesta inicial, «en representación de los tres departamentos militares en que los españoles dividían la Isla desde 1829». Con esto se está oponiendo a los cinco estados. Narciso López, según este documento, solo quería librar a Cuba de España, pero sin grandes cambios estructurales.
Entonces, una vez aceptadas las cinco franjas, para evitar la copia servil: «se decidió que las fajas no fueren rojas, tampoco que fuesen blancas en campo azul, porque según observó López que, como militar, tenía una gran experiencia, a larga distancia desaparece el color blanco». Serían azules en campo blanco entonces. (En esto el futuro mártir, además de desmarcarse de Estados Unidos, se acerca a Latinoamérica, donde abundan las franjas azules, sobre todo a la bandera uruguaya, que ya existía desde 1828). A pesar del peso del militar en las disposiciones, la frase «se decidió» indica una aprobación colectiva.
Lo que sigue es la explicación del proceso de creación:
(…) hubo pues, que trazar una faja horizontal en el borde superior para que representara el departamento oriental, otra del mismo ancho en el centro en representación de Camagüey y las Cinco Villas o tierra adentro, y una tercera faja en el borde inferior que estaría por el departamento occidental. Dichas tres fajas en campo blanco, símbolo de la pureza de las intenciones de los republicanos independientes.
En lugar del cuadrilongo de las otras banderas, Narciso López «optó» por el triángulo equilátero, fue su decreto, he aquí su verdadera invención. Tampoco aceptó la propuesta de poner el ojo de la Providencia.
En este momento aparece otra contradicción «entre recordó la estrella de la bandera primitiva de Texas» ―la bandera anexionista, la de los ciudadanos estadunidenses que se prestaron para arrebatarle territorios a México―, y «poner la estrella de Cuba levantándose sobre un campo de sangre para (…) alumbrar el camino (…) de la libertad e independencia de la patria (…)». Quien deseó independencia no puede haber pensado en la estrella tejana. ¿Serían otros, el propio Villaverde…, los pensadores? Al respecto Gay-Calbó señala: «Dice Cirilo Villaverde que “recordó la estrella de la bandera primitiva de Texas”, y quiso ponerla en el triángulo de la cubana».
Es posible que así lo declarara el militar, pero la adopción del triángulo masónico induce a creer en una influencia superior al episódico recuerdo de una bandera que a ningún cubano podía ser entonces grata, por la evocación de la derrota de México y su injustificada desmembración.[8]
A la mayoría de los cubanos poco se les importaba México. Pero, para los pensadores, para los que en esos tiempos de antítesis entre anglosajones e hispanos les importaba mucho su ecúmene, México había sido despojado por una cultura totalmente ajena. En eso tiene razón el historiador.
Son de conocimiento general las tensas y traicioneras relaciones mantenidas hacia el caudillo por el Club de La Habana que, con su falta de apoyo a última hora tanto para la preparación de las expediciones como en los combates en el territorio de la Isla, fue uno de los tantos factores causantes del fracaso del intento armado separatista, de las masacres perpetradas a los expedicionarios, de la ejecución del venezolano-cubano y del encarcelamiento, y hasta muerte, de cuantos simpatizaban con él en Cuba.
Desde el principio los miembros influyentes del Club desconfiaron del general, que no se dejaba manipular, y temían que fuera para ellos peor el remedio que la enfermedad. Además, sabían de la tendencia de los militares al caudillismo y las dictaduras.
Pero mírese una prueba definitiva: López tenía su símbolo desde junio de 1849, según Villaverde y la mayoría de los historiadores; no obstante, ¿qué le proponían a principios de 1850?
Está suficientemente documentado que Narciso López discrepaba del Consejo Cubano y el Club de La Habana, sobre todo porque Cristóbal Madan hizo cuanto pudo por desbaratar los proyectos del caudillo y desprestigiar su figura. Sin embargo, sus opositores tenían un plan, según decían, para llegar a un arreglo, proyecto al que se refiere López como de comedia dirigida por Madan, en carta a Juan Manuel Macías y a Cirilo Villaverde de 27 de febrero de 1850. Este plan fue encontrado por Herminio Portell Vilá en la Sección de Manuscritos del Museo Nacional de Cuba y trata de atar las manos al general, organiza la sublevación de las distintas regiones, le piden mantener la esclavitud, reducir impuestos, etcétera, pero se trae a colación en este trabajo porque en el apartado 18 se menciona una bandera, lo que prueba que había una puja por imponerla:
Regla ha sido en todos tiempos un depósito de expertos y arrojados marineros: aquí procuraremos que se alcen al mar y se hagan corsarios. La Junta y el General deben consagrar mucho su atención a este particular, así para buscar los medios de atraerse a los reglanos, como para proveerlos de patente, y señalarles la bandera, y las instrucciones a que deben sujetarse. Aquí, en todo caso, les daremos por bandera una estrella blanca en campo azul, con tres fajas rojas, separadas por dos blancas horizontales, en esta forma:

En resumen, que ya las cinco franjas y una estrella existían, por ende el aporte a la vexilología del llamado padre de la bandera cubana se reduce al trueque de colores, al empleo del triángulo y al rompimiento con las leyes de la heráldica: una estrella de cinco puntas, blanca en triángulo equilátero rojo, icono de uso en Cuba, por apropiación de todo un pueblo, desde mediados del siglo XIX, que sirvió como referente para el diseño de la Marca País en este XXI.[9]
[1] De la «bandera de la estrella solitaria» Tejana se referirá detalladamente más adelante.
[2] Cirilo Villaverde: carta citada.
[3] Ídem.
[4] Destacado del autor.
[5] 24 de junio, fiesta de San Juan, según la historiografía trinitaria.
[6] Cirilo Villaverde: carta citada.
[7] Esta bandera horizontal con bandas de igual anchura, azul, blanca y roja, la vio Villaverde en Nueva York dibujada por Narciso López. Si la presentaron en su proceso judicial, distinto del de López y los villareños, puede ser una prueba de que, en sus relaciones con los matanceros juzgados con Villaverde, López hubiera valorado otro diseño diferente al que vio José M. Sánchez Iznaga. No es extraño que se manejen variantes en la construcción de símbolos.
[8] Enrique Gay-Calbó: ob. cit., p. 42. Negritas del autor.
[9] La gestación de la Marca País cubana data de 2003 con la creación de un grupo multidisciplinario nacional que contó con la colaboración del argentino asesor en identidad corporativa Norberto Chaves. De ahí surgió la propuesta de asumir como signo «un fragmento de la bandera cubana: el triángulo equilátero rojo con la estrella solitaria. Símbolo latente en el patrimonio histórico, cultural y político de la nación, adecuado por su pregnancia y simplicidad». Para profundizar en la Marca País ver la ponencia «Experiencia de Cuba en materia de Marca País» de Lyans Marsans Castellanos, Especialista en Marcas de la Oficina Cubana de la Propiedad Industrial (OCPI), presentada en el III Seminario Regional sobre las marcas y los diseños industriales como factores de innovación y activos empresariales: Construyendo Marca País, ofrecido por la Oficina Española de Patentes y Marcas y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo en Cartagena de Indias, Colombia, en 2015.
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