
¿Otra motivación?
Ya fuera, como afirma Villaverde, que la propuesta de López de poner una estrella se debió a que recordó la bandera tejana, de lo que ya se discrepó, o por convicciones francmasonas ―el testigo asegura que la estrella «equivalía a los cinco puntos de perfección: la fuerza, la belleza, la sabiduría, la virtud y la caridad»― pocos dudan de la influencia del también masón José María Heredia…, posibilidad compartida por la mayoría de los estudiosos, pues «La estrella de Cuba» y otros poemas del bardo eran muy populares y repercutieron decisivamente en la formación de los ideales independentistas.
Sobre esta encrucijada, Jorge Bermúdez se pregunta: «¿Hasta dónde la estrella de la bandera de López es sugerida por el diseño de la tejana, y hasta dónde por la poesía patriótica de José María Heredia?».
Un nuevo juicio, en caso de probarse alguna vez, pudiera reforzar la última hipótesis:
Se sabe que un proceso investigativo, aunque haya sido elemental, fue preámbulo de la creación de la bandera cubana. Por tanto, junto a las enseñas que generalmente se señalan como precursoras, Narciso López también debió de conocer la chilena y su historia, en cuyo imaginario se encuentra, de acuerdo con afirmaciones de Bernardo O’Higgins, la relación con la estrella de Arauco y con el poema épico «La Araucana», de Alonso de Ercilla y Zúñiga.
La resistencia de los antepasados de los actuales mapuches chilenos, cuyas regiones nunca pudieron ser conquistadas por los europeos, era motivo de orgullo para los patriotas sudamericanos y no debió ser desconocida por Narciso López.
En «La Araucana» el guerrero Talcahuano, cuyo nombre es hoy el de una ciudad chilena, era seguido por tropas que llevaban bandas azules, blancas y rojas.
Pasó tras este luego Talcahuano, (...) cubierto de altas plumas, muy lozano, siguiéndole su gente de pelea, por los pechos al sesgo atravesadas bandas azules, blancas y encarnadas.
En cuanto a la «estrella de Arauco», en la iconografía mapuche el octagrama o estrella de ocho puntas representaba al astro que la cultura colonizadora había bautizado con el nombre de la diosa Venus. Este símbolo presidía la bandera izada por las tropas del cacique Lautaro contra los conquistadores españoles en el siglo xvi: era una estrella blanca, en el centro de una cruz o estrella escalonada azul, sobre campo negro. Posteriormente los patriotas mapuches utilizaron otra enseña también con un octagrama blanco sobre fondo azul. Estas estrellas, que incluso aparecen talladas o dibujadas en los tambores rituales o cultrunes de los mapuches, sirvieron de inspiración para el diseño de la bandera chilena.
La estrella de ocho puntas es muy antigua como símbolo. Amuletos de oro de lejanas culturas del Medio Oriente, con una prehistoria de más de tres mil años, han sido encontrados por los arqueólogos y se conservan en los museos de la región. Representaba a la estrella matutina/vespertina y la deidad correspondiente: Astarté, Ishtar, Venus… (en todos los casos diosas relacionadas con el octavo planeta). Rodeada por un círculo tiene otras significaciones: la llamada «ruedecilla céltica» podía tener ocho rayos, también aparece en Caldea, Asiria, el Tíbet y en la India, donde recibe el nombre de chakra. Es la rosa de los vientos. La rueda es un signo solar y símbolo del mundo. Los antiguos asirios representaban al sol como una estrella de ocho rayos, rectilíneos y ondulados alternativamente. En la Europa medieval todavía el sol se representaba así y se le relacionaba con el «Sol de Justicia» cristiano. Los rayos ondulados reproducen la «espada flamígera» del ángel que custodia el paraíso. De ahí pasó a la masonería y fue asumido por los independentistas sudamericanos; en la zona del Río de la Plata, lo llaman el Sol de Mayo, por la fecha en que estalló la revolución independentista y porque el sol representaba a un dios autóctono: Inti.
Si se recuerda que, según testimonio de José María Sánchez Iznaga, en una de las versiones de la Conspiración de la Mina de la Rosa Cubana la bandera tenía una estrella de ocho puntas,[9] podemos encontrar una analogía entre la evolución del octagrama al pentagrama chileno y entre las primeras banderas y la última de Narciso López. Si simplemente fue un pentagrama, porque los investigadores no se ponen de acuerdo dadas las fuentes de que se dispone, igualmente se refuerza esta hipótesis.
Además, es un misterio que también se relacionara con un poema patriótico la inclusión de la estrella solitaria en la bandera cubana y que, cuando se quiere ver la relación de anexionismo con la estrella tejana, por otro lado, las propias palabras del caudillo («en el centro del triángulo solo corresponde poner la estrella de Cuba», que también era Venus), pudiera vincularse a la primera estrella solitaria e independiente de países de nuestros tiempos, que existe desde 1817: «La Estrella de Chile es lo que el Sol de Mayo al Plata, lo que el Elefante Blanco al Reino de Siam, lo que la Cruz de Malta es a dicha ínsula, lo que la Media Luna al Turco, lo que el Sol Naciente es a Japón».
Fortalece el criterio de la influencia chilena el corroborar que la bandera que presentó en Nueva York a Villaverde, Tolón y otros, fue la primera bandera de los patriotas del hermano país.
¿Por qué Chile?
Los vínculos con el cono sur americano eran sostenidos por masones y criollos en general, no solo por razones fraternales, de amistad o parentesco, sino también políticas, profesionales, de negocios…
Aun cuando España en 1844 reconoció la independencia de Chile y había firmado con las autoridades de este país un acuerdo de paz y amistad, pensar en el apoyo del gobierno chileno a cualquier causa separatista era lo normal, no solo en tiempos de López ―también Céspedes esperó esa ayuda, por eso su bandera es gemela de la chilena―. Esta fe tuvo sus creces en la década de 1860 con el empuje de Benjamín Vicuña Mackenna.
Después de la década del 30, con la llamada «era portaliana», período en que tuvo gran ascendencia en la política chilena Diego Portales y Palazuelos, Chile desarrolló la marina mercante, que llevaba la bandera tricolor de la estrella solitaria a todos los puertos del mundo, y se fortaleció con una poderosa marina de guerra.
También era conocida ya la probada «vocación internacional» chilena, pues sus gobernantes comprendían ―dada la alargada situación geográfica del país, entre las montañas y el océano, con un metro lineal de costa por cada metro cuadrado de superficie―, la facilidad con que podían ser aislados por los enemigos, de ahí que dieran gran importancia a la política exterior para salvaguardar su soberanía.
El acceso a literatura y publicaciones periódicas también era una posibilidad de búsqueda de las posiciones de los diferentes gobiernos independientes de Hispanoamérica y de su posición hacia Cuba, incluso el acceso al periodismo pro peninsular ―como pudiera ser el semanario La Voz de España, que se publicaba desde 1847 en Valparaíso, defensor de España en Chile y cuya circulación no estaba prohibida en la isla―, mediante un proceso de contrainformación, permitiría juzgar las probabilidades de apoyo a la causa de los patriotas cubanos.
Esta correlación entre la bandera chilena y la evolución de las propuestas cubanas, con su punto culminante en la bandera de Carlos Manuel de Céspedes, es merecedora de un estudio más profundo.
Y como la otra hipótesis para las banderas azul y blanca es la influencia centroamericana, es permisible imaginar estas ideas en el pensamiento de Narciso López y que las ocultó para no perder el apoyo de sus partidarios anexionistas.
Es preciso descartar
Por mucho que admirara, como tantas personas de la primera mitad del siglo xix, a los Estados Unidos, se puede suponer que no fue de esa bandera que tomó la estrella: hubiera puesto trece o, digamos, catorce… Teurbe Tolón al diseñar el escudo, sin la ayuda de Narciso López, lo llenó de símbolos norteamericanos, como las estrellas de las colonias independizadas y, en el cuartel de la bandera, en lugar de cinco franjas, siete. López se decidió por una estrella y no dejó que la pusieran en campo azul para, según dijo, que no se pareciera al pabellón de Estados Unidos.
La anterior de López, con la estrella de ocho puntas, también niega esa influencia. Esta estrella, aunque tenía que ver con la masonería, no fue seleccionada por los padres de la independencia norteamericana como emblema de su lucha y sí por los próceres sudamericanos, como ya se vio, donde el sol tiene mayor preponderancia que en las otrora colonias inglesas de América del Norte.
En cuanto a las franjas, tampoco debió de haberlas tomado directamente de la bandera norteamericana, pues ya existía cuando propuso las insignias para su levantamiento del centro de la isla. Si recordamos el diseño de estas, todas tenían tres bandas horizontales y, la primera, cuyos colores escogió para el diseño de la cubana, era más parecida a las de Holanda y Rusia, que a la norteamericana y la francesa y, como ya se señaló, había ondeado en los cielos andinos y centroamericanos.
La del testimonio de Sánchez Iznaga prueba también, por las franjas, una influencia centroamericana y no estadunidense. Sin duda el general López estaba buscando variantes, pero como la que presentó en Nueva York fue la de transición chilena, todo parece indicar que se decantó por esta.
En resumen, al seleccionar una estrella de ocho puntas y tres franjas horizontales, Narciso López no se estaba inspirando en los Estados Unidos.
Por otra parte, la fecha es otro indicador de que no se inspiraba en la federación norteña: no escogió el 4 de julio para su levantamiento de Cienfuegos y Trinidad, como los patriotas del Camagüey ―región en esa época bajo la marcada influencia de Gaspar Cisneros Betancourt y permeada de admiradores de la unión y su democracia―, sino el sábado 24 de junio, día de San Juan, fecha muy española y que se prestaba para la reunión de conspiradores por ser día de festividades, pero también aniversario de la victoria de Carabobo por las tropas patrióticas, decisiva batalla para la toma de Caracas e inicio de la campaña final de liberación de «su» Venezuela, que culminó con la constitución de dicha república. (Hay que recordar su alegría cuando pudo formar parte en 1823, aunque del lado perdedor, de los que pusieron punto final a una guerra fratricida que tanto derramamiento de sangre había provocado). Y de nuevo, cuando las circunstancias obligaron a posponer la acción para el mes de la independencia de las trece colonias, eligió un momento alejado de aquella conmemoración anglosajona, a mediados de julio.
Todo esto prueba que el general no quería seguir peleando bajo pabellón ajeno, por eso y gracias a él, la bandera de Cuba no es una copia «servil» de ninguna otra.
Conclusiones
Las banderas surgen por decisiones conscientes de los pueblos. Por tanto, la cubana no brotó espontáneamente, por una frase de Narciso López.
Inspirada en la del Club de La Habana, es consecuencia de un proceso de creación colectiva, por insistencia del líder militar de diferenciarla del modelo propuesto. La participación de este prócer en el diseño se reduce a la disposición de los colores, la propuesta del triángulo y la estrella de cinco puntas en campo rojo, oponiéndose a las leyes de la heráldica y, por ende, independizándose de los cánones monárquicos.
Participaron en la gestación de la bandera, entre julio de 1848 y junio de 1849, entre otros: Narciso López, José Sánchez Iznaga, José Aniceto Iznaga, Cirilo Villaverde, Gaspar Betancourt Cisneros, Pedro Agüero, Manuel Hernández, Juan Manuel Macías, Juan y Ramón Arnao, Plutarco González, Juan González Barreras y Miguel y Emilia Teurbe Tolón. En justicia pueden ser incluidos los esclavistas y anexionistas pro sureños del Club de La Habana, que diseñaron en 1847 una bandera de cinco franjas, a imagen de las enseñas de Texas y Estados Unidos.
Al ser la enseña del Club de La Habana el modelo, por extensión la bandera cubana está inspirada en el símbolo de la federación norteña, cuando esta era un paradigma de sociedad para muchos cubanos bajo el yugo español.
No hay duda de que el debate para la creación y proyección final en papel de la bandera por Miguel Teurbe Tolón, se efectuara una tarde de junio de 1849, en la casa no. 47 de Warren Street, de Nueva York. Pero su manufactura en tela, obra de Emilia Teurbe Tolón, se ejecutó casi un año después, entre abril y principios de mayo de 1850, cuando ya la costurera se encontraba en Estados Unidos y faltaba poco tiempo para la gesta de Cárdenas.
Lo más original de la bandera cubana ―por no estar inspirada en otra―, el triángulo rojo y la estrella, referente para el diseño de la Marca País, fue creación de Narciso López.
Por último, el haber asumido el pueblo este conjunto como símbolo entrañable de cubanía, indica el triunfo del independentismo sobre las restantes corrientes político-ideológicas, representado en el imaginario popular a través del énfasis en la soledad de la estrella.
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