Un libro memorable
No abundan, hasta donde sabemos, los libros en nuestro idioma dedicados a lo que se ha dado en llamar «escritura creativa». Es decir, libros que aborden sistemáticamente los elementos de la escritura de narrativa de ficción, dedicados a los jóvenes narradores que estrenan sus armas en el oficio, fenómeno que sí existe y en cantidades considerables en los países de lengua inglesa. Por ejemplo, en Estados Unidos, prácticamente en todas las universidades existen cursos de creative writing y hemos leído interesantes testimonios de grandes escritores como Raymond Carver, por ejemplo, en los que expresan un profundo agradecimiento a profesores como John Gardner, quien se convirtió en un verdadero mito de la narrativa norteamericana contemporánea.
De ahí que saludemos con agradecimiento la aparición de un libro como El universo de la creación narrativa, del escritor, periodista y profesor universitario colombiano Isaías Peña Gutiérrez, que estoy seguro se convertirá rápidamente en material de obligada consulta y referencia para los jóvenes (y no tan jóvenes) narradores de nuestro continente. Y antes de explicar el porqué de tan rotunda afirmación y adentrarnos en un somero análisis de la obra, digámoslo sin mayores preámbulos: se trata de un libro de indiscutibles valores tanto literarios como didácticos, rara avis en la bibliografía existente, producto de una profunda investigación y acercamiento a un tema del que nadie ha dicho la última palabra y que cada gran escritor aborda desde su particular estética (y poética).
En el «Prólogo» a la edición, Isaías Peña (a quien con tanto afecto recordamos de sus numerosas visitas a Cuba, sobre todo en la década de los ochenta) nos señala los objetivos de la obra:
En este libro exploro el proceso múltiple y complejo que significa crear un texto narrativo, de principio a fin. Y como se trata de una experiencia personal, en él conjugo los conocimientos literarios adquiridos en mi primera academia, los investigados en mi vida práctica como escritor, y los logrados en la praxis de tres décadas como director del Taller de Escritores de la Universidad Central.
Aquí me parece que radica uno de los primeros valores de este libro para el joven narrador que comienza. No se trata de un manual de pura teoría literaria, con ribetes científicos, estudio de categorías de nombres y definiciones de ardua complejidad, cuyo valor estoy lejos de cuestionar y cuya utilidad para la formación de un crítico es posiblemente imprescindible; sino de un texto que conjuga la teoría con la práctica y, sobre todo, con la práctica de un narrador reconocido y ganador de numerosos galardones literarios. Estoy convencido de que no exagero: mi propia práctica en el trabajo con los jóvenes escritores durante más de cuarenta años me hizo llegar a la conclusión de la necesidad de un libro como este: el joven escritor de talento que asiste a las sesiones de un taller literario, y sobresale sobre la media del taller, al poco tiempo ve frenado su desarrollo y necesita un salto de calidad, sobre todo en lo referente al conocimiento y praxis de las técnicas narrativas, que le amplíen sus horizontes y enriquezcan el arsenal técnico a su disposición, para abordar a plenitud el texto de ficción. De ese convencimiento surgió, en nuestro caso, un libro como Los desafíos de la ficción, cuyas páginas también ha visitado Isaías Peña para su notable investigación. Y creo que de ese mismo criterio partió el autor de este libro, cuando en la «Introducción» afirma que
lo llevó a escribir un ensayo creador en el sentido más amplio de la palabra […] El lector hallará, no el viejo texto teórico con sus ejemplos impuestos, sino las fuentes narrativas primarias esperando que alguien rompa el dique con nuevos procedimientos y recursos para alcanzar el texto oculto, el texto inexistente, el joven texto narrativo.
El autor divide el libro en tres partes, una «Introducción», en la que desarrolla «las razones de ser del escritor, del escribir y de la escritura, de la praxis creadora en narrativa»; una «Primera parte» dedicada a los elementos básicos de la composición escrita, desde el reconocimiento de la grafía y el sonido del signo lingüístico hasta un acercamiento a las normas básicas del idioma, convocadas desde el proceso de la creación narrativa, lo que yo llamaría la parte más académica del texto: el basamento teórico para la creación narrativa desde el punto de vista, sobre todo, lingüístico; y una «Segunda parte», a mi juicio la más valiosa del texto, donde se compendian según el autor, «los pasos y momentos del proceso de construcción y composición de una obra narrativa» de cualquier género, y en la que ofrece al escritor que comienza los conocimientos prácticos imprescindibles, sistematizados en lo que Peña llama «pentafonía narrativa», original acercamiento al proceso de creación de un texto.
La «Introducción» hace reflexionar al joven narrador acerca de las posibles respuestas sobre la vieja polémica (que tanto nos recuerda los planteamientos de Sartre en la década de los cincuenta), acerca de por qué, para qué y para quién se escribe, y sobre herencia y tradición, identidad y fuentes de la creación narrativa, entre otros importantes aspectos teóricos que están en la propia base de la vocación del escritor (si es que es una verdadera vocación). Estoy seguro de que esta «Introducción» resulta necesaria porque constituye el primer acercamiento teórico y reflexivo acerca de la problemática del oficio.
La «Primera parte», que hemos catalogado como la parte más académica del libro, aborda los componentes básicos de la escritura creativa: sus aspectos lingüísticos y gramaticales. Las funciones del lenguaje, y un capítulo, que me parece el más interesante de esta sección y el más útil para la formación del futuro narrador, es lo que Peña llama «el proceso de la edición narrativa», que nos muestra cómo de las palabras a las frases, a las proposiciones, oraciones y párrafos, su selección y combinación es lo que nos permite editar voluntaria y deliberadamente el texto literario. De esta manera, el autor propone este proceso de edición desde dos puntos de vista: desde el gramatical, a partir de la matriz tradicional de la oración en español, y desde la composición estructural, a partir de las secuencias que integran la unidad narrativa, es decir, a la manera como se montan los sucesos que componen la secuencia narrada. Ese proceso, que el autor muestra con ejemplos seleccionados de la práctica de los grandes escritores, como Carpentier, García Márquez, Borges, entre otros, no lo había visto abordar así, y constituye, a mi juicio, una interesantísima propuesta del autor.
Esta «Primera parte» termina con un extenso capítulo dedicado a la puntuación, el estudio de cuyas reglas resulta a veces tan aburrido. Sin embargo, aquí también Isaías Peña realiza, a mi juicio, un singular aporte para su estudio, partiendo de una original reflexión sobre los signos de puntuación y proponiendo cuatro principios organizativos para los mismos: la serie, el intercalado, la complejidad y la entonación. Sobre la base de estos principios, el autor señala el uso de los signos de puntuación, con ejemplos de escritores contemporáneos, lo que convierte el estudio de estos signos en un proceso interesante y verdaderamente instructivo, y enfocado desde una perspectiva novedosa. No se le ha olvidado a Peña hasta mostrarnos algunos signos del lenguaje de Internet, conocidos como «emoticones», que se forman a partir de los signos tradicionales de puntuación. Y al final del capítulo, el autor nos dice: «Se aconseja conocer las normas básicas de la puntuación y ejercitarlas con plena conciencia. Luego ellas nos conducirán, en el manejo que de la escritura, a su transgresión creativa», lo cual se prueba con numerosos ejemplos. En el terreno de la puntuación, sus constantes cambios en los diversos autores, escuelas y movimientos literarios nos han descubierto que «lo obligatorio para unos, fue lo reemplazable para otros».
La «Segunda parte», «Componentes específicos de la narración», es, desde luego, la más interesante y útil para el joven narrador, porque en ella el autor penetra profundamente en los elementos básicos del arte narrativo. Peña lo aborda, metodológicamente, desde cinco componentes específicos: sujeto, objeto, relación, perspectiva y medios.
El sujeto se refiere específicamente al narrador, esa figura esencial del texto narrativo. Y al personaje, al cual Peña le dedica numerosas páginas, clasificándolo, explicando su construcción y caracterización, las relaciones entre personaje y acción, y en cuanto al narrador, establece una clasificación que tiene que ver con los límites del saber del propio narrador. A este narrador dedica un amplio capítulo cuando aborda la perspectiva desde la cual cuenta; es decir, el punto de vista del narrador.
El objeto aborda con profundidad la fuente de ese objetivo narrativo, su origen: la idea motriz y el tema, con profusión de ejemplos; todo ello llegando incluso hasta las dificultades y consejos para titular la obra narrativa.
La relación tiene que ver con la materia narrativa, su nomenclatura, y sus componentes: trama, argumento, historia, anécdota, fábula, sujeto, explicados con brillantez y, sobre todo, dejando bien esclarecidas las definiciones de estos términos, que muchos autores confunden o definen de distintas maneras; y se establece un recorrido con sentido histórico de criterios, desde Aristóteles en su Poética, hasta los teóricos contemporáneos, como Tomachevski, Freytag, Todorov, E. M. Forster, Leon Surmelian, Janet Burroway, Gide, W. Kayser, Wellek y Warren, Stanton, Piglia. Isaías Peña hace un resumen de todos estos criterios y propone un concepto que los engloba a todos: el de relación. «Historia, argumento y trama, las tres etapas que propongo», dice Peña, «son cada uno de ellos, una relación como lo son el cuento y la novela una vez concluidos».
Tomando como base este concepto, el autor hace un exhaustivo análisis (ocupa ciento veintiocho páginas del libro) con el cual no solo esclarece con notable profundidad estos conceptos, avalados con innumerables ejemplos de la praxis narrativa, que aun hoy se siguen discutiendo y parece la polémica continuará mientras existan escritores y exista la literatura misma, sino que se lanza en las aguas de la composición o estructura narrativa, las clasifica y ejemplifica, y termina analizando una categoría que él llama «marco de composición narrativa» que encuadra la historia principal, la avala, la autoriza, si bien no forma parte de ella, y aunque aclara que no es obligatorio, se emplea mucho en el cine y en la dramaturgia. Numerosos ejemplos esclarecen esta categoría propuesta por el autor.
Uno de los acápites más importantes del libro, por su profundidad y agudeza en el análisis, así como por su carácter polémico, es el dedicado a la perspectiva, o sea, el punto de vista. Este es uno de los aspectos de la creación narrativa que han sido más discutidos a lo largo de la historia de la narrativa de ficción y existen todavía criterios controversiales. Peña cita la definición de Robert Stanton y de Wellek y Warren que, en general, a su juicio, confunden el punto de vista con la persona gramatical, al igual que lo hace Vargas Llosa (como se lee en sus Cartas a un joven novelista), quien según el autor se equivoca cuando afirma que el cambio del nosotros que aparece en el primer capítulo de Madame Bovary hacia el él (tercera persona del singular) no obedece a una muda espacial, como afirma el Nobel peruano, sino a un recurso de invisibilidad del narrador (el pronombre colectivo nosotros desaparece del resto de la novela) para continuar el relato con el narrador omnisciente limitado a los personajes de manera objetiva. Después, Peña propone una nueva clasificación de puntos de vista que explica y ejemplifica con claridad y riqueza analítica.
Finalmente, en el acápite denominado «Medios», el autor se detiene en las formas elocutivas del lenguaje: descripción, narración y diálogo. En la descripción introduce el novedoso concepto de la descripción en bloque y diferida, según los planos visuales y su interacción con otras formas elocutivas, que él se arriesga a llamar «narración descrita» o «descripción que narra», categoría que ejemplifica convincentemente. En el caso de narración, introduce el término «activación» o «motivación narrativa»: física, psicológica y conceptual; dedica esclarecedoras páginas al estilo indirecto libre, y critica a Oscar Tacca porque le parece inconducente que presente una manera de narrar (un estilo) como si se tratara de un punto de vista, como lo propone en el libro El estilo indirecto libre y las maneras de narrar. Este capítulo termina con un novedoso planteamiento en libros de este tema, cuando establece una estrecha relación entre la narración literaria y la cinematográfica a través de categorías tanto literarias como cinematográficas. Soy del criterio de que si bien en los primeros años del séptimo arte, sus técnicas influyeron notablemente en la literatura (recuerdo, por ejemplo, el llamado «cine verdad» de Tziga Vertov, que tanto influyó en el género testimonio), tengo la impresión que en los últimos años el cine está tomando directamente de la literatura las más novedosas técnicas que han aportado los narradores contemporáneos. Así, los conceptos de plano, toma, secuencia, cortes, fundidos y disolvencias, entre otras, Peña las aborda tanto en el cine como en la literatura.
No es posible abarcar en una breve nota como esta todos los pormenores de una obra realmente monumental sobre el tema, pero debo añadir que también el autor aborda el asunto de la narración y los tiempos verbales y los que él llama «artilugios» (yo los llamaría «técnicas» o «procedimientos narrativos») como: la continuidad diferida, la prefiguración, la potenciación, la reiteración que amplifica, el congelado que se despliega después, desdoblamiento cubista, continuidad, contención y dilación. Y para terminar dedica unas páginas al ritmo, el tono, la sintaxis narrativa y el gerundio en la narración, antes de abordar el diálogo como última forma elocutiva, sus componentes, la acotación y las matrices clásicas y modernas que más que técnicas para construir los diálogos son una buena lección para los editores y su manera de trabajar editorialmente los diálogos en una obra. Como lector me hubiera gustado leer algún análisis de Peña acerca de técnicas como los diálogos telescópicos y las acotaciones dramáticas, entre otras, que casi llevan la marca de fábrica de Vargas Llosa.
Hay una información en el gran libro de Isaías Peña con la cual estoy en desacuerdo y es la referida al acápite que él llama «Intensidad y tensión, dos categorías cortazarianas», donde se hace alusión a la famosa charla «Algunos aspectos del cuento», de 1962, publicada en la revista Casa de las Américas en 1963, en la que el gran escritor argentino menciona y define dos categorías –intensidad y tensión– esenciales para un cuento. Sin embargo, debo aclarar que, cuatro años antes, en 1958, Juan Bosch, el gran escritor dominicano, en sus también famosas charlas en la Universidad de Caracas («Apuntes sobre el arte de escribir cuentos», que fueron publicadas en El Nacional en septiembre de 1958), había empleado ambas categorías. Dice Bosch: «[…] esa voluntad de predominio del cuentista sobre sus personajes es lo que se traduce en tensión, y por tanto en intensidad». Posteriormente, Bosch define de manera muy similar ambos conceptos. Debo señalar que las similitudes entre las poéticas de ambos grandes cuentistas (no solo en estas categorías) son sorprendentes, aún más si se tiene en cuenta que Bosch era un escritor cercano al criollismo y Cortázar un escritor fantástico. (ver Eduardo Heras León: «Juan Bosch, teórico del cuento», en País Cultural, año IV no. 10, República Dominicana, septiembre de 2010).
Para concluir, creo, sinceramente, que estamos en presencia de una obra monumental por sus dimensiones y por la profundidad de los análisis y criterios, muchas veces polémicos, en los que Isaías Peña ha volcado indudablemente, como él afirma, los conocimientos literarios adquiridos, investigados y practicados como escritor durante más de treinta años de experiencia en los talleres literarios en Colombia. Este libro será de obligada consulta de cuanto taller, curso de escritura creativa o escritor (joven o no) quiera tener a su disposición una obra no solo de indudable mérito, sino de permanente influencia en el futuro. Una frase puede definirlo: es un libro memorable.
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Texto incluido en El libro de las presentaciones, de Eduardo Heras León, publicado por Editorial Oriente en 2018.
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