La poesía no es una invención del ser humano, más bien un «descubrimiento», porque en verdad es un «hecho cósmico», expresión de la materia mediante luz, sonido y apariencia. Otra cosa es que exista, existe un género literario llamado «poesía», que se ha ido sometiendo a la privanza de la lírica. Existir implica que haya quien la capte, quien la exprese y quien la convierta en arte de la palabra, cuando por la palabra se manifieste.
La naturaleza cósmica está llena de misterios y la cosmología es una ciencia que constantemente se rectifica, según nuevos hallazgos, nuevas teorías, o especulaciones cargadas de imaginación que como quiera que se les mire, son poéticas. En este caso, la poesía se radica en la inteligencia, sobre todo en la creativa, la que busca respuestas y no teme para hallarlas derivar el sesgo científico en propuesta maravillosa, o descripción de fenómenos incomprensibles.
Las teorías cuánticas poseen enunciados que en sí mismos son poéticos, como el posible/imposible de que «algo» que no tiene dimensiones (masa o medidas tridimensionales), gire alrededor de un eje central que no existe. Esas subpartículas aparentemente se crean desde algo así como «la nada», llegan a contribuir a la gran simetría del universo: ¿es el universo simétrico? Quizás existan dimensiones espaciales tan diminutas que de ellas broten los quarks. Es algo así como el milagro de pasar del impulso material a la abstracción del pensamiento.
La teorización posible acerca de que la poesía es un componente del cosmos puede poner en solfa a teorías puramente materiales, si no es que la poesía es de todos modos un resultado de la materia expresándose, o de la «inteligencia» que debe de haber en ella para pasar de la entropía a la reorganización constante de la masa visible, quizás también de la invisible. Hace cuánto más de trece mil ochocientos millones de años algo «estalló», o simplemente se expandió y generó la belleza, el horror, los polos encontrados de la poesía en el universo. Se generó algo así como el espacio y el tiempo, según captación de la inteligencia humana. ¿Qué espacio ocupa el cosmos cuando se expande? ¿Por qué el tiempo es unidireccional? ¿Serán esas preguntas relativas, que contienen hipótesis? La realidad objetiva puede que vaya más allá de la imaginación del ser humano, casi seguro que sí. La poesía, lo que llamo poesía como expresión del cosmos, también, pues ella va impresa en la materia en su peregrinar desde el surgimiento material hasta la muerte energética.
Desde el punto de vista de la razón humana, deben haber tres componentes básicos en la trama del cosmos: materia, energía e inteligencia. Los seres humanos mismos somos convergencia de esos tres «factores», y claro que de mucho más, y nos queda muchísimo, para comprender el papel de la inteligencia en la simetría y la belleza universales. ¿Puede ser la inteligencia un estado de la energía? ¿Una derivación? La pregunta filosófica clásica: qué es primero, el espíritu o la materia, pierde significado, pues inteligencia es mucho más que espíritu, si este se entiende solo como vida animada inteligente, racional. El principio inteligente del cosmos comprendería así a la energía y a la materia abrazadas, e incluso a lo que luego llamaríamos «espíritu».
Especulación por medio, esforzarse por este tipo de deducción implica también poetizar: la investigación en las llamadas «ciencias puras» pueden conducir al poema, a la expresión poética del mundo. Si hay un principio creativo en el cosmos, del valor de la poiesis, toda creación implica poesía. Si el universo es un autodiseño, o hay un «Diseñador» es una discusión de otro género, lo que expongo aquí es la existencia ineludible de la poesía en el cosmos.
Como el cinco o como el nueve en numerología, la materia vuelve a sí misma, avanza hacia la energía, se disuelve quizás en agujero negro, se expande tanto que se enfría, pero el cerebro humano siempre se impulsa a preguntar «¿y después?». Ese después está cargado de poesía, poesía potencial, búsqueda infinita. Tal idea es indemostrable, por eso resulta poética.
El asunto cósmico no es el hecho de que haya surgido de «la nada» o «energía cero», sino el hecho de por qué existe. Lo poético de tal aseveración (afirmación en negativo) puede consistir en ese por qué surgió. ¿Hay un por qué? La pregunta puede referirse a «algo» creativo que debería tener razón y significado. La respuesta busca finalidad, para qué surgió el cosmos tal y como hoy lo entendemos. Y esa finalidad puede ser (también) subjetiva: para ser. ¿Todo lo que existe, o que creemos que existe, busca esa finalidad? ¿O la existencia cósmica es una burda «existencialidad» sin fin, sin objetivo, solo un azar? El universo es poético porque tiene/no tiene finalidad, porque es/no es, porque rebasa los parámetros de comprensión de toda especie inteligente en él, claro que en él, ¿puede concebirse fuera? Tal vez el Universo busca que la inteligencia lo «salve», lo perpetúe, haga brotar de él mismo un universo-hijo, secundario, que habría luego de convertirse en el primario, tras la muerte térmica del viejo universo. Y esta «deducción» o propuesta contiene en sí misma almendra poética.
Por hoy, dejemos descansar al Universo.
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