En literatura, como en la vida, no se trata de ir dando tumbos por aquí y por allá, “al machete y con las luces apagadas”. En la oscuridad, tacto narrativo y puntería deberían ser el blanco de esas nuevas obras que buscan contar —ansias comunes de muchos— historias “a lo cubano”. José Alejandro Cantallops Vázquez no es excepción de la regla. Su cuento Machetero bebe de las influencias de una generación de autores que intentan —con menos o más luces— crear ciencia ficción con temas nacionales, figuras arquetípicas de nuestro imaginario y un discurso narrativo que bebe de los recursos de la oralidad. A primera vista, este un propósito con puntos de inflexión riesgosos y nada más… siempre y cuando el resultado cumpla con las promesas.
Machetero es un cuento iniciático. Es la primera bala de un autor. Es un relato con costuras de verosimilitud y lagunas de sentido. Apuesta más por el folklor de la idea de “lo cubano” que por intentar contar una historia que no resbale y caiga en el atolladero del lugar común. Esta primera bala parece tener demasiados blancos, demasiado objetivos en movimiento. Ese movimiento, esa pluralidad, que en otros casos se agradece mucho pues diversifican el texto y le otorgan dinamismo, resultan arma de doble filo cuando el autor aún carece de los argumentos y la pericia literaria que se necesitan para construir el puzzle desde el centro y hacia la periferia, no al contrario.
Y es que aquí, el autor se concentra más en el decorado, en el telón de fondo y las luces del proscenio que en los personajes. Ellos, solo nubes típicas, se desdibujan en un tapiz narrativo donde existe demasiado. La pluralidad agobia. La inestabilidad narrativa resulta poco verosímil. Profecías mayas, nuevos imperios, apocalipsis zombies, pandemias, virus, cruce de fronteras, inversión de los estándares del primer y tercer mundo, ironía trágica, guiños hacia los temas de la realidad contemporánea y humor se mezclan en un batiburrillo narrativo que, a mi entender, deja mucho por desear. No se trata de carencia de talento sino del hecho de que, en literatura, no siempre un gancho plus resulta lo mejor. A veces la economía de recursos y la correcta focalización en un punto (dígase la historia, el argumento, el personaje, etc.) resultan más eficaces que el lanzamiento de flechas y flechas sobre la diana de un blanco nebuloso.
El uso de la primera persona, si bien aligera el discurso narrativo y hace que la carga de sentido se perciba menor, me resulta incluso así artificial. Este encuentro entre los dos hombres, esta explicación de la historia acontecida en los últimos años, esta inocencia que el lector ha de compartir con el autor si desea interrumpir, por breves segundos, la incredulidad de lo real, no es suficiente. En la vida, como en la literatura, debemos asumir que el otro —el lector, el interlocutor— es siempre más inteligente que uno. Masticar una historia y entregar solo el producto deglutido es fallo craso. Fallo iniciático, me gustaría añadir.
Por otro lado, un cuento no es necesariamente el receptáculo de cuanto contenido pase por la mente del autor. De ser así, la literatura sería un lugar insalubre. Es necesaria la depuración del contenido y la elección con escalpelo del nervio que se ha de presionar para que, en el cuerpo metafórico de la obra, desaparezca la atrofia y se produzca el movimiento, el “levántate y anda” sin otros ecos mesiánicos que el de la experiencia, el de la prueba y el error.
Dicho así, quiero subrayar que este cuento es, a mi criterio, un buen ejercicio sobre la base de la prueba y el error. En pocas palabras, síntesis, depuración, tacto y oído podrían develar a un verdadero autor dentro de este simbólico cascarón. Per se, no existe nada de malo en escoger los temas cubanos para crear una obra de fantasía y ciencia ficción que se asiente sobre la base de lo nacional. Negativo es, por otro lado, el hecho de que casi todos los autores que apuestan por esto comienzan a parecerse demasiado, a escoger historias tipo “tema con variaciones” y personajes clonados, escenarios repetitivos y discursos que solo revelan una sintomatología clara (y errónea): reproducir sin cambios no es clave de éxito.
Como siempre, tanto en vida como en literatura, hay un horizonte llamado búsqueda y se conquista dando machete.
José Alejandro Cantallops Vázquez (Las Tunas, 1995). Egresado del XVIII Curso de Técnicas Narrativas del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso en 2016. Miembro del taller literario Espacio Abierto desde el 2015. Mención en el 1er concurso Qubit de cuento Ciberpunk (2016). Miembro del grupo de literatura fantástica y de ciencia ficción Dimensión X, Las Tunas (2017). Primera Mención del Encuentro de Talleres Provincial, Las Tunas (2017). Ganador del concurso Oscar Hurtado, en la categoría de artículo teórico, La Habana (2018). Ganador del concurso Mabuya, en la categoría de cuento, La Habana (2018). Además, tiene publicados varias de sus obras y artículos en las revistas Korad y Qubit. Es el creador del Blog El ultimo puente (http://anomander.cubava.cu), un sitio para la promoción de la ficción especulativa, hecha tanto fuera como dentro del país, donde se han publicado cuentos y obras de autores nacionales conocidos.
Machetero
¿Quiere comprar un machete?
No, ¿está buscando una biblioteca?, pues como ve esto es una Machetería. ¿No será un centro de información lo que busca?
Venga hombre, claro que tenemos centros de información, que el fin del mundo fue hace años y hemos avanzado bastante desde entonces.
¿Cómo es posible que no sepa eso? ¿Se pasó los últimos veinte años viviendo en un refugio nuclear? ¿O congelado como aquellos americanos que llegaron hace poco?
Así que en las profundidades de la Sierra Maestra, ¿eh? Eso explica unas cuántas cosas. Tu familia debe ser de muy adentro, porque unos cuantos de mis compadres vinieron para ser macheteros.
¿Cómo que tampoco sabes eso?… Ya, es por eso que está buscando un centro de información, para actualizarse. Tu acento me recuerda al Santiago de mi infancia pero bueno, chico, si lo que quieres es información, esa te la puedo dar yo. Siéntate aquí conmigo media hora y lo sabrás todo.
Tranquilo, no me vas a molestar, a esta hora no viene casi nadie.
Bueno, por dónde empiezo, ya sé, por aquella profecía maya que decía que el mundo se acabaría en diciembre del 2012. Había mucha bulla con eso, unos cuántos decían que habría cataclismos, inversión del campo magnético y un montón de boberías. Incluso hicieron una película, muy mala, por cierto.
Pero al final todos se equivocaron, excepto los mayas, por supuesto: la cosa fue que un virus de la influenza se tomó muy en serio la profecía y mutó. Menuda manera en que lo hizo, se convirtió en una pandemia global en menos de lo que canta un gallo y mira que la mutación fue rara.
No, no conozco muchos detalles técnicos, pero quédate aquí sentado y escucha la historia completa. Después te lees los informes.
Bueno, la cosa fue que ese virus convertía a las personas en zombis. No me mires con esa cara, estoy diciendo la pura verdad. El fin de año llegó y, los que habíamos sacrificado el lavadero para criar el puerquito nos vimos metidos en plena apocalipsis.
Aunque los que peor la pasaron fueron los yumas. Esos sí que estuvieron jodidos. Imagínate tú, ciudades con millones de habitantes afectadas, toda la infraestructura colapsando. ¡El Copón Divino! Los pobres, que nunca habían sufrido un apagón en su vida y solo tomaban agua de botellita, fueron los primeros en ser devorados.
El mundo moderno terminó el 20 de diciembre, tal y como predijeron los mayas, cuando se reportaban ataques en cada rincón del mundo. Todos los países cerraron sus fronteras y, donde todavía quedaban gobiernos funcionales, comenzó la lucha contra los zombis.
Los únicos que salieron bien en medio de todo aquel jaleo fueron los descendientes mayas, que llevaban siglos preparándose. Al parecer, sus ancestros conservaron un códice que mostraba que volviendo a su viejo modo de vida, prevalecerían sobre los zombis. Y tenían razón, ahora dominan casi toda Centroamérica y se han vuelto un imperio expansionista muy peligroso.
¿Y qué nos pasó a nosotros? Pues seguimos pa´lante, como siempre: aquello no era nada que no hubiéramos vivido en los noventa, solo que en vez de abrir las fronteras, las cerramos. El gobierno había traído de vuelta a todos los cubanos cumpliendo misión en el extranjero apenas se dieron las primeras alarmas. Así que cuando las cosas se pusieron calientes, nuestro país, por entonces, contaba con un médico por cada veinte personas, un pueblo culto y acostumbrado a superar las dificultades. Le hicimos frente al apocalipsis zombi.
En menos de un mes, el trabajo conjunto de los CDR, las FAR y el MINSAP, fue suficiente para erradicar a todos los portadores del virus en el país. Recuerdo que mi suegra se infestó con el virus y tuvo que ser eliminada, la pobre sufría tanto… ¡Eh, no me mires así, que fue lo mejor para ella, ya bastante mordidas tiraba antes de infestarse!
En fin, que mientras el mundo se caía a pedazos y los mayas reinstauraban su imperio, para nosotros, las cosas seguían iguales. Bueno, más o menos. Lo cierto es que la noticia de que el virus estaba controlado hizo de nuestra islita uno de los lugares más codiciados del mundo. Nadie quería ir con los mayas. Fueron tiempos duros para el servicio de guardacostas, debían luchar contra la inmensa cantidad de entradas ilegales a nuestro país. Y pensar que una vez fue al revés.
Bueno, aquello fue un jaleo grande, pero el gobierno supo cómo resolver las cosas y equilibrar la situación, tras varios exámenes médicos y una cuarentena, los yumas saludables se quedaban trabajando en nuestros campos, mientras el resto de nosotros se encargaba de que el país siguiera a flote.
Tranquilo, hermano, que ahora es que la cosa se pone buena, aquí es cuando surgen los macheteros.
Macheteros, claro, los héroes de la postapocalipsis. ¿Por qué crees que tengo una Machetería? ¿Para vender machetes de aleación de titanio y tratamiento nanobótico para picar marabú? No, hermano, la cosa es mejor que es eso.
Comprenderás que, estabilizada la situación migratoria, la suficiencia alimentaria y el agua aseguradas, lo que nos faltaba eran portadores energéticos, sí, teníamos nuestras reservitas, pero se estaban agotando rápidamente.
Fue entonces cuando el país envió contingentes a las plataformas petroleras del golfo de México con la misión de asegurarlas y crear una línea de suministro. No fue una tarea fácil, sin embargo, nuestros internacionalistas regresaron victoriosos. Con algunas bajas, pero con el secreto del que sería un nuevo profesional.
Durante los combates contra los zombis, los miembros de las brigadas se dieron cuenta de que gastaban demasiadas municiones. Y como las balas eran un bien escaso, decidieron probar la vigencia de la tradición patriótica y usar machetes bien amolaitos. El resultado fue arrasador, el arte de las cargas al machete volvía para ayudarnos. En lo que un fusilero con sus tres cargadores, apenas duraba media hora antes de quedar indefenso, un maestro machetero puede matar a más de veinte zombis sin sudar. El ahorro de recursos era enorme.
Desde aquel momento, empezaron a formarse las primeras brigadas oficiales de macheteros, al principio, sacados de lo más humilde de los campesinos y los cortadores de caña. Ellos y los guardafronteras fueron los héroes de los primeros años del postapocalipsis, viajando a decenas de países repletos de zombis, buscando las piezas de repuesto y trayendo la tecnología que necesitaba el país.
Con el tiempo, el gobierno emprendió un proyecto más ambicioso, para convertir el arte de esgrimir el machete en una ciencia refinada, y hacer del machetero un profesional.
Comprenderá usted que el país no podía enviar un grupo de seguridad para proteger a otro grupo de ingenieros, pues no, los mismos macheteros son ahora los ingenieros. Y esa es toda la historia, muchacho, veinte años y un apocalipsis zombi nos han convertido en una gran nación, todo gracias a nuestros macheteros y guardafronteras.
Así que al final sí quieres un machete. Mira, te recomiendo este, el descuarejingador, con un tratamiento de nanoreforzadores sobre su estructura de titanio para evitar que pierda el filo, además de un cabo de júcaro negro. Toda una preciosidad por solo cincuenta y tres pesos.
¡Ño, hacía años que no veía un billete de los viejos! No hace falta más, con este billete de tres pesos pagas el machete. No me mires así que no te estoy estafando, el billete vale casi lo mismo que el machete, pero a ti solo te costará tres pesos.
Ya te vas para la biblioteca, bueno, te daré un consejo. Tienes la edad y la forma en que mueves ese machete promete bastante. Así que pásate también por la oficina de reclutamiento, siempre están buscando muchachos desvinculados y sanos que quieran pasar la universidad y ser macheteros.
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