Eliseo Diego (1920-1994) vivió con los ojos abiertos al asombro, con la mirada perdida en dimensiones fantásticas de la realidad. Su poesía encuentra inspiración en el misterio cotidiano, en las pequeñas cosas ignoradas donde revela la maravilla de la creación. Escribió varios cuadernos de versos, además de cuentos y ensayos, pero también en estos géneros prevalece su estilo eminentemente lírico. Diego fue un autor con múltiples inquietudes intelectuales. Creyó en la necesidad de la poesía para la vida, en la utilidad de la poesía para hacer mejor la vida, más plena y sorprendente.
Sus relatos conservan el lenguaje de la lírica. Con su primer libro En las oscuras manos del olvido, publicado por Ediciones Orígenes en 1942, y luego con Divertimentos (de 1946), da causas a una corriente de literatura fantástica que estaba subsumida bajo el realismo imperante en la narrativa cubana. Sin embargo, en su caso los elementos ficticios tienen que ver más con el punto de vista del narrador y los ambientes de sus relatos que con una voluntad de inclinarse hacia un mundo onírico o irreal. La originalidad y calidad de su poesía ha provocado que la crítica descuide su prosa, sin embargo, y a pesar de su brevedad, los cuentos de Eliseo suponen una apertura hacia la fantasía y un llamado de alerta sobre el mundo que nos rodea.
Lejos de tendencias academicistas concibe al género ensayístico como fábula, pese a que no descuida su esencia reflexiva, el análisis y su estructuración lógica para convencer al lector. A través de sus agudas observaciones y de su prosa cuidada y agradable, nos lleva de la mano durante el texto, sin aburrir o abrumar. Los autores a los que Eliseo dedica estudios son aquellos con quienes tiene deudas como escritor. En estos trabajos demuestra su peculiar método reflexivo, que parte de su concepción de la necesidad de recrear el ambiente que originó los hallazgos de sus literaturas. De ahí que en los ensayos eliseanos los elementos narrativos se unan armoniosamente al discurso teórico, para demostrar argumentos o simplemente para aligerar la expresión, persuadir y hacer la lectura agradable.
Desde su cuaderno juvenil En la Calzada de Jesús del Monte (1949), la poesía de Diego se revela original y seductora. Oculta en una aparente simplicidad formal y tropológica, la lírica de este autor ilumina la realidad circundante e intenta rescatar de la degradación a lo mejor de la Patria. Integrante de la pléyade del grupo de la revista Orígenes (1944-1956), que se empeñó en la búsqueda de un lenguaje contemporáneo ligado a la tradición castellana de la lengua, confía en la posibilidad de salvar la identidad, lo cubano, desde la cultura; construye una obra interesada en descubrir a sus contemporáneos la poesía cotidiana; cree en la necesidad de la poesía, en la poesía como comunicación.
Casi al final de su vida, el Premio «Juan Rulfo» de 1993 reconoció su magnífico legado literario. Sin embargo, antes había recibido el homenaje de jóvenes conscientes del valor de su obra, puente entre la lírica de Orígenes y la lírica cubana contemporánea. En un diálogo con su hija, la escritora Josefina de Diego, manifestó Eliseo Diego: «En fin, Fefita, a través de la isla muchos jóvenes me han dicho, sin que supieran unos de otros, más o menos estas palabras: «lo que usted ha escrito me ha ayudado a vivir». No a escribir, sino a vivir. Esto vale para mí más que un premio Nobel. Y explica la necesidad de la poesía, ¿no te parece?».
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Tomado de Centro Virtual Cervantes
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