
Ellos también sufren. Una mirada a la masculinidad, de la Dra. América Ana Santoya Arévalo, escritora, psicóloga y pedagoga, es el título del libro, publicado por una editorial de la región oriental.
Ante todo, habría que preguntar: ¿Ellos también sufren… es un texto de autoayuda? En opinión de este cronista, la respuesta es positiva, ya que la lectura de esa joya de la literatura especializada no es —única y exclusivamente— para hombres lastimados como consecuencia del machismo y la homofobia que —desde tiempos inmemoriales— los ha condenado a vivir de acuerdo con estigmas y prejuicios que solo responden a la todavía vigente programación socio-cultural, cuya premisa básica indispensable es que el hombre tiene que ser necesariamente «macho, varón, masculino», al decir del Dr. Julio César González Pagés, profesor e investigador titular de la Universidad de La Habana.
Esas bien documentadas páginas están dedicadas, además, a todos y cada uno de los miembros de la «célula fundamental de la sociedad», ya que reflejan —con meridiana claridad conceptual y narrativa— la función decisiva que desempeña la educación en la construcción psico-socio-cultural de lo que se denomina masculinidad.
De acuerdo con la doctora Santoya Arévalo, «un libro puede ser como un hijo, pero también puede ser como un amigo, que más que escuchar, tú [lo] oyes y te devuelve las palabras precisas […]», para que puedas continuar escribiendo tu leyenda personal.
En esa obra, el lector puede descubrir problemas comunes a los dos sexos como traiciones e infecciones de transmisión sexual (ITS); situaciones que, por supuesto, tienen diferentes connotaciones, alcances y consecuencias, condicionadas —sobre todo— por la pertenencia al mal llamado «sexo fuerte».
Deconstruir —desde la ciencia y la literatura— una postura hegemónica, arraigada en la mente y en el alma de la población insular, «como la hidra a la pared» deviene una labor titánica, en la que la autora está inmersa
Ellos también sufren no solo plantea problemas muy complejos, sino también ofrece orientaciones de carácter eminentemente educativo-pedagógico, incluidas herramientas universales y posibles de aprender y entrenar, para que quien decida emplearlas pueda salir airoso de cada empresa emocional y espiritual que sea capaz de emprender.
Escribir acerca de temas íntimos, aunque sea necesario y útil, no deja de ser escabroso y poco recomendable para quienes lo intentan con la mejor de las intenciones. No obstante, una intelectual de la estatura ética y la sensibilidad de la Dra. América Ana Santoya Arévalo sabe y tiene inteligencia global y emocional para exaltar la literatura a la categoría de ciencia constituida, lo que indica —sin duda alguna— la máxima expresión de las indiscutidas dotes creativas que la identifican en el medio profesional y fuera de él.
Invito al lector a incursionar en las páginas de un volumen, donde la psicóloga, la pedagoga, la escritora, y la comunicadora se funden en cálido abrazo para legarnos un valioso material que nos acerca al universo masculino, sobre todo desde lo emocional y lo espiritual, para demostrar —con hechos y pruebas irrefutables— que «los hombres sí lloran, y cuando lo hacen, están entregando lo más noble y bello que hay en la sensibilidad humana».
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