Como «gran dama de la literatura cubana» califica la Enciclopedia Cubana en la Red (EcuRed) a la poetisa Emilia Bernal, y aunque no es la única con tal merecimiento, sí existen motivos para así considerarla.
Nacida en Nuevitas, Camagüey, el 8 de mayo de 1884 se conmemoran ahora 140 años de su natalicio y la fecha se nos presenta idónea para el justo recuerdo.
Escritora de variada producción literaria —ensayo, poesía, una novela autobiográfica, también traductora—, como más se la identifica es por su emotiva lírica, a través de la cual se perciben rasgos de su personalidad:
Imposible creí que una tormenta pudiera sorprenderme con su embate en cualquier circunstancia de la vida sin que yo la venciera en el combate. (…) Y yo, granito ingente, cuya mole no batió el huracán… ahora, vencida… ¡No tengo fuerzas para ahogar la pena en esta horrible noche de mi vida! (Fragmentos de «Vencida»)
La sensibilidad poética de Bernal conmueve, también su manejo de las formas y el acento íntimo que imprime al verso. Es la suya una poesía de gran feminidad, de elegante factura y sencillez. No es de extrañar que así sea por cuanto se trató de una mujer que accedió a la cultura, se nutrió de abundantes lecturas, viajó y escribió sin la prisa del artista a quien lo acosa la estrechez.
La vida de Emilia Bernal transcurrió entre Estados Unidos y Europa. Durante su infancia y adolescencia no realizó estudios regulares, aunque sí en el seno de la familia, que marchó al exterior, a Santo Domingo, durante la Guerra del 95, para de allí regresar por no hallar medios adecuados de subsistencia. Se trasladaron a La Habana.
Emilia estudió magisterio y ejerció la docencia. Pero es la literatura su verdadera vocación. En la capital se da a conocer hacia 1910. Colabora en Bohemia, Social, El Fígaro, La Nación… «Su aparición en el mundo de las letras —escribe José Manuel Carbonell— fue como un estallido. Como la hormiga de la fábula, acopió en verano para tener caudal y prodigarse después».
Publicó un primer libro en 1916, Alma errante, con palabras introductorias de Manuel Márquez Sterling, después aparecieron ¡Como los pájaros!, en Costa Rica, 1922; Poesías inéditas, Nueva York, 1922; Layka Froyka; el romance de cuando yo era niña, Madrid, 1925; Los nuevos motivos y Vida, Madrid, 1925; Martí por sí mismo, La Habana, 1934; Negro. Poemas, La Habana, 1934; América, Santiago de Chile, 1937; Sonetos, Chile, 1937, todo ello como parte de una relación incompleta de sus títulos que nos van dando el recorrido de la autora por diversas tierras de Europa y América, después de los cuales solía regresar, aunque permanece fuera de Cuba la mayor parte de su existencia.
Si yo fuera una novia, me vestiría como viste las novias mi fantasía: con un traje muy blanco de fino encaje, corto, gracioso, alegre, sería mi traje y un amplio velo que desde la cabeza rodara al suelo; flotando, sin horquillas, sin alfileres, como jamás lo lleven otras. (Fragmento de «Si yo fuera una novia…»)
Al cabo de una estancia de años en la patria, Emilia hace nuevamente las maletas y en mayo de 1963 sale con destino a México, luego pasa a Miami y por último muere en Washington a los 80 años, el de 20 de diciembre de 1964, fecha de la cual se cumplirán en diciembre próximo seis décadas.
Es Emilia una autora conocida internacionalmente, cuya obra se puede encontrar en las bibliotecas de Hispanoamérica y España. En Nuevitas, su ciudad natal, se celebra el concurso literario que lleva su nombre.
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