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En la obra cronística de Emilio Bacardí se advierten rasgos del positivismo, tanto en el manejo de las fuentes consultadas como en la metodología de análisis y en la estructura argumental de sus textos, pese a que, como autor, no declara una abierta adhesión hacia esta corriente. En relación con las crónicas, el historiador autodidacta tomaba conciencia acerca de la importancia de no discriminar aquellas fuentes no convencionales para testimoniar la cotidianidad, como las coplas, versos y narraciones que conformaron la tradición oral precedente.
En el primer cuarto del siglo XX, el oficio de la crónica histórica adquiere una mayor solidez argumental en el reflejo de la historia pretérita de Santiago de Cuba, gracias a la fecunda obra creativa de Emilio Bacardí Moreau y la publicación delos diez tomos de sus Crónicas de Santiago de Cuba entre 1908 y 1924. Esta obra cronística comienza a publicarse el 7 de marzo de 1903, cuando en las páginas de la Revista Municipal de Santiago de Cuba –órgano oficial del Ayuntamiento local–aparece la sección «Somera reseña histórica de la ciudad de Santiago de Cuba» (Meriño, 2001, p. 38). En esos días Bacardí era el presidente del consejo editorial, en su condición de alcalde de la ciudad.
En el esfuerzo por sistematizar el devenir de la ciudad en el referido periodo, el cronista obtuvo la información de fuentes primarias como las Actas Capitulares del consistorio santiaguero y la recopilación de apuntes tomados de diversos periódicos que gozaron de amplia circulación en esta demarcación durante la época colonial (El Redactor, La Bandera Española, La Independencia). No obstante, la «Somera reseña histórica de la ciudad de Santiago de Cuba» tuvo una corta vida dentro de la Revista Municipal de Santiago de Cuba, ya que solamente estuvo en sus tres números iniciales (AHPSC. Gobierno Municipal, Alcaldía de la República, legajo sin clasificar, 1910).
Tras haberse alejado por completo de la vida política, Bacardí se dedica completamente a la creación literaria. En ese año fueron publicados los dos primeros tomos de las Crónicas… «que calculaba para una extensión máxima de cinco volúmenes», siendo el último de estos dedicado a «compilar documentos antiguos referentes a nuestra ciudad y que tal vez no se encuentren ya ni en los mismos archivos de España» (Portuondo, 2001, p. 261)[i].
Los diez tomos de las Crónicas de Santiago de Cuba reúnen, de manera puntual y sintética, datos y referencias sobre los acontecimientos que conformaron la historia colonial de la ciudad de Santiago. La periodización de estos volúmenes comprende: I. 1492-1799; II. 1800-1850; III. 1851-1867; IV. 1868-1870; V.1870-febrero de 1874; VI. marzo 1874-diciembre 1881; VII. 1882-1893; VIII. 1894-agosto 1896; IX. septiembre 1896-junio 1898; X. julio 1898-mayo 1902 (Bacardí, 1923-1925).
Resulta innegable el grado de sistematicidad alcanzado por Bacardí en la periodización de su obra, en la que se advierte una mezcla ingeniosa de lirismo literario con la agudeza analítica del historiador. Al respecto, Olga Portuondo, historiadora de la ciudad santiaguera, consideró que estos textos constituyen «un esfuerzo jamás igualado y que ha sido el sostén informativo de todos los historiadores nacionales y locales, gracias al amplio periodo tratado y a la divulgación que gozó en su momento» (Portuondo, 2001, p. 262).
El enfoque cronológico guarda correspondencia con la estructura del discurso histórico del positivismo decimonónico, en el que el interés por las novedades, el cambio y las modificaciones centra el argumento expuesto por el historiador, en la misma medida en que se pregunta cómo se ha llegado al contexto de su contemporaneidad (vista como su presente histórico o vivido) en contraposición de los sucesos precedentes (Koselleck, 2001). Para entonces, era habitual en la historiografía positivista que ya se observara en los textos –y sus respectivos discursos–la confluencia de los análisis sincrónicos y las secuencias diacrónicas en el reflejo de los acontecimientos, aunque el concepto de historia del presente no estuviese formulado como tal, pese a que los historiadores comenzaban a plasmar en sus escritos el espíritu optimista y progresivo del desarrollo humano a partir de la formulación de un tiempo presente que incluía en sí mismo los vestigios de un pasado que le antecede desde la memoria y la narrativa (Koselleck, 2001; Florescano, 2012).
La redacción textual es sintética en su estructura, con el empleo de la tercera persona gramatical y la omnisciencia como figura literaria que manifiesta la distancia del autor con los acontecimientos narrados. En este orden, Bacardí trata de marcar su óptica particular para relatar la historia de su ciudad natal; para lograrlo, encabeza cada crónica con un título que revela el contenido temático con el propósito de guiar al lector en la búsqueda de la información. Además, en los primeros tres tomos de sus crónicas –los que fueron originalmente redactados y publicados antes de su fallecimiento–, su modo de asumir el análisis histórico guarda correspondencia con las pautas positivistas: se advierte el predominio de una metodología empírica para la recopilación y el procesamiento de datos y fuentes. Asimismo, en sus juicios, el cronista logra relacionar los acontecimientos y escenarios con sus respectivos factores causales y, de esta manera, comprende su interconexión contextual con sus respectivas repercusiones en los ámbitos nacional y foráneo. Estos rasgos se observan en sus valoraciones en torno a la que introducen los prólogos de cada tomo de la primera tríada de su cronística, con un bosquejo panorámico de la ciudad santiaguera. Sobre este asunto Bacardí comenta en el prólogo del segundo tomo de las Crónicas de Santiago de Cuba:
Me ha parecido conveniente no desperdiciar ningún apunte, ningún dato; algunos parecerán quizás de ninguna importancia, otros tendrán el carácter de simples, comparados con los de los acontecimientos políticos; pero, los unos y los otros son, a mi ver, necesarios para la urdimbre de esto que se llama historia patria; porque lo pequeño y lo grande se entrelazan de manera tal, que no es posible pasarlos por alto sin disgregar eslabones de esa crónica que, comenzando con los primeros pasos rudimentarios de un pueblo, sólo habrá de terminar al desaparecer éste de entre los que constituyen las actuales naciones (Bacardí, 1923, t. II, p. 5).
El reflejo de las guerras libertarias en Cuba (1868-1898) constituye un tema de medular importancia para el cronista. Por esta razón, los volúmenes del IV al VI adquieren especial significación para el estudio de la historia patria, a partir de una perspectiva regional. En estos tomos se compilan numerosos pasajes de las diversas acciones combativas y otros acontecimientos, con énfasis en la activa participación del mambisado santiaguero, y sus efectos en la capital oriental durante el periodo entre guerras.
La huella positivista se advierte en el empleo de múltiples fuentes relacionadas con los hechos, tales como partes de guerra, correspondencia cruzada, bandos militares, discursos y proclamas para reconstruir informaciones puntuales de las guerras de independencia. Igualmente se evidencia en el carácter eminentemente descriptivo de combates, semblanzas de las expediciones y la acción de los principales líderes y altos oficiales del Ejército Libertador en la región. Esto también ocurre en el tratamiento a otros tópicos como el establecimiento de ayuntamientos locales en pueblos aledaños a la jurisdicción (Dos Caminos, Songo) y la creación de varias logias masónicas en la ciudad (Aguilera Hernández, 2016, p. 22).
El cronista y su continuador –en su apego hacia las fuentes documentales como recurso de validación para la reconstrucción argumental de los hechos, procesos y protagonistas–, en ocasiones descuidan la secuencia lógica en el análisis histórico. En sus interpretaciones no logran comprender cabalmente la interconexión causal con los contextos que propiciaron el curso de los acontecimientos y se limitan a consignarlos sin comprometerse en la emisión de criterios. Esto se justifica, en el caso de Bacardí, por la intención de evitar declaraciones que pudieran perjudicar su desempeño político y como hombre de negocios; y, en Barrera, por no haber sido partícipe ni testigo ocular de esos procesos.
Cabe destacar que en estos tomos se advierte –tras una aparente intención de imparcialidad –el discurso anticolonialista de Bacardí, no solo en la prevalencia de un mayor número de reseñas para reflejar los acontecimientos de la primera guerra independentista en el término municipal santiaguero y otros sitios colindantes; sino, por el modo en que valora los aspectos negativos que caracterizaron la acción del gobierno colonial en el archipiélago cubano durante el último tercio del siglo XIX. Pese a las valiosas referencias históricas, el autor advierte al lector en su prólogo al cuarto tomo de las Crónicas…, la existencia de datos repetidos que puedan conspirar contra la credibilidad de las informaciones reseñadas, pero reafirma su compromiso con la veracidad:
No se culpe al recopilador, a quien le faltó tiempo y lugar para compaginarlas, aunque le sobrase buena voluntad para ello, y que ha hecho lo humanamente posible, en situación especial en que los documentos, esparcidos o destruidos, no han aparecido tal cual se deseaba (Bacardí, 1923, t. IV, p. 5).
Esta peculiaridad es notable en la primera edición española de la obra (que data de 1908), para la que el autor no pudo estar presente en el cotejo final de los ejemplares.
Emilio Bacardí no pudo concluir la redacción de su vasta obra cronística, ni tuvo la oportunidad de ver publicada la totalidad de sus volúmenes, al fallecer el 28 de agosto de 1922. Si se analiza la estructura de la obra, se observan diferencias en la organización cronológica y el estilo de redacción de las crónicas: en los tres primeros tomos compilados por Bacardí se aprecia una notable organicidad en la manera de reseñar los acontecimientos que, en modo sintético, brindan al lector un panorama de la evolución histórica de la urbe santiaguera; sin embargo, a partir del cuarto tomo, con el trabajo recopilatorio de Manuel Barrera García, el enfoque de las crónicas suele transformarse en historia política, con una marcada anarquía informativa y algunas imprecisiones en la datación cronológica de varios sucesos que signaron la vida del territorio entre 1868 y mayo de 1902 –desde el cuarto hasta el décimo tomo–, que en ocasiones causa confusión al lector, a pesar de la riqueza y utilidad de su contenido (Meriño Fuentes, 2001).
Para la conclusión del ambicioso proyecto fue decisiva la intervención de Manuel Barrera García, uno de sus más cercanos colaboradores. Al advertir Bacardí su ferviente pasión por la historia local, se ganó su confianza para revelarle sus posteriores proyectos con relación a las Crónicas… Con el cuarto tomo comienza su labor como anotador, corrector y revisor de la obra, convirtiéndose más tarde en el continuador del trunco legado de Bacardí, ateniendo en cumplir con sus orientaciones.
Barrera corrigió las anotaciones realizadas por Emilio Bacardí, amplió y actualizó en la reimpresión del primer tomo la relación de alcaldes, obispos y arzobispos de la ciudad, junto a los gobernadores de la provincia oriental hasta el año 1924 –fundamental para el estudio de la historia colonial de la localidad–, brindando una mayor precisión en la cronología de sus periodos de mandato. Para este fin utilizó los documentos históricos del archivo personal de Bacardí, cedidos por su viuda. A pesar de lo anterior, la participación de Barrera en esta empresa creativa ha sido fruto de opiniones controversiales, sobre todo por el evidente desbalance temático que se advierte a partir del cuarto volumen, tanto en la estructura como en el contenido (Meriño Fuentes, 2001).
Como parte del ejercicio de su nueva función, Barrera se abstuvo de redactar los textos con un discurso propio, y predomina una redacción fría, carente de originalidad y compromiso desde el ejercicio del criterio, aunque se perciben las directrices discursivas de Bacardí. El estilo empleado por Barrera es exclusivamente informativo y sintético (propio de la cronología tradicional), sin tomar partido ni comprometerse a la hora de consignar los hechos. Un claro ejemplo se observa en esta crónica registrada a fines de enero de 1882, titulada «Ferrocarril central»:
Bajo la presidencia del gobernador Pando, se efectúa en los salones de Palacio, una reunión para tratar el proyecto del Ferro Carril Central [sic.], usando la palabra del señor coronel de Ingenieros don Bernardo Portuondo Barceló, como comisionado por el sindicato que piensa acudir a la subasta (Bacardí, 1924, t. VII, p. 12)
Pero el espíritu del positivismo se consolida en la obra, ya que Barrera continúa con el estricto apego al uso de fuentes documentales en su intento de lograr una objetividad en el discurso, más allá de cualquier compromiso o cuestionamiento político sobre su origen y selección, que marcaron la percepción personal del cronista sobre el registro de datos en su modo particular de narrar la historia. En relación con el análisis histórico, se percibe el distanciamiento sincrónico del redactor con los hechos, por la manera aleatoria en que los consigna y analiza, sin entrar en el establecimiento de juicios críticos, ni comprender completamente su implicación con los contextos causales que los generaron desde la perspectiva espacial macrohistórica (nacional e internacional). Estos rasgos se corresponden con el precepto de la irrepetibilidad del hecho histórico que preconizaron los historiadores adscritos a esta corriente, como se muestra en la siguiente crónica:
Independencia de Cuba —1896 (18 de Diciembre)–La Comisión de Negocios Extranjeros del Senado de los E.U. [sic.], aprueba la proposición del Senador Mr. Cameron, que pide el reconocimiento de la independencia de Cuba, y que el Presidente interponga sus buenos oficios para poner término a la guerra (Bacardí, 1924, t. IX, p. 60).
Sin embargo, los tomos del IV al X constituyen fuentes de consulta de especial relevancia para la historiografía sobre las guerras independentistas en Cuba; más aún, si se tiene presente en la reconstrucción histórica de estos procesos el protagonismo de la población santiaguera y las zonas aledañas desde la visión de un cronista residente en la demarcación suroriental del país. Para lograr estos propósitos, a partir del quinto libro se prescinde de los argumentos introductorios para transitar en forma directa hacia la redacción de breves crónicas –con el empleo del cronicón como subvertiente predominante–como soporte discursivo y textual. De este modo, el autor relataría el conjunto de eventos que conformaron el curso de la historia local durante el último tercio del siglo XIX.
Con relación al manejo de las fuentes utilizadas en las Crónicas de Santiago de Cuba, resultan significativas las transcripciones realizadas por Bacardí y Barrera de numerosos artículos de opinión publicados en la prensa local (con filiación hispana e insular) sobre los derroteros políticos y sus protagonistas, cuyos testimonios enriquecen el análisis historiográfico asociado con las perspectivas enfrentadas respecto a la lucha del gobierno colonial por conservar el poder en Cuba y la obtención de la independencia nacional. También presenta referencias al nombramiento de diversos funcionarios y notas sobre el deceso de notables oficiales del Ejército Libertador, sumadas a compilaciones de los bandos, discursos, proclamas y otros documentos emitidos, tanto por el gobierno de la República de Cuba en Armas, como por las autoridades coloniales (Bacardí, 1923, t. V, pp. 7-18, 25-26, 52-54, 89-92, 102-104, 110-114, 165-167, 172-174). Así se muestra por ejemplo en el siguiente fragmento: «El coronel don Francisco Heredia y Solá con fuerzas compuestas del Regimiento de Cuba, contraguerrilla de Boniato, y parte de Ingenieros, saliendo de Palma Soriano el 21, encontró al enemigo el 22 en Sabana Miranda, desalojándolo y haciéndole tres muertos» (Bacardí, 1923, t. V, p. 35).
En las reseñas de los tomos compilados por Barrera se advierte la consulta de la prensa periódica de la época, junto con el testimonio de numerosos testigos que han trascendido a la memoria colectiva de la población local para otorgar un margen de veracidad a sus textos. La siguiente crónica así lo evidencia «Alarmas» (septiembre de 1879):
Desde la noche del 26 del pasado mes de agosto, en que tuvieron lugar los tristes sucesos que deploramos por haberse abierto con ellos la nueva lucha, es rara la noche en que no hay carreras, sustos, cierres de puertas, y todo ello injustificado; pero lo cierto es que el vecino pacífico se asusta, no sale de su casa y sin enterarse del asunto, hace más de mil conjeturas sobre lo que lo obliga a cerrar la puerta de su casa porque vio correr (Bacardí, 1923, t. VI, p. 293).
El principal valor de las Crónicas… radica en el carácter excepcional de las informaciones recopiladas que, ante la desaparición de numerosas fuentes originales, en ocasiones pueden convertirse en referencias únicas para contrastar o validar la argumentación histórica para los estudios históricos contemporáneos.
En contraste, el contenido de los volúmenes VII-X comprende los momentos trascendentales precedentes y de la guerra de 1895y la primera ocupación militar estadounidense en Cuba, con énfasis en el impacto que ambos acontecimientos tuvieron para la población local. Estos libros se conformaron a partir de los apuntes y la estructura capitular realizados por el propio Bacardí y organizados por Manuel Barrera (Aguilera, 2016, pp. 19, 23).
El décimo tomo (que abarca desde el 1.º de julio de 1898 hasta el 20 de mayo de 1902) fue completamente de la autoría de Manuel Barrera García –y esta peculiaridad debe ser justipreciada por la historiografía local en su medida, pese a las debilidades antes expuestas–, ya que Don Emilio solo llegó a esbozar sus escritos hasta el mes de julio de 1898, ante su inconformidad con la situación de crisis que generó en el país y en la municipalidad santiaguera la primera ocupación militar estadounidense. La Guerra Hispano-Cubano-Americana se erige como el principal eje temático en este libro compilado por Barrera, desde la multiplicidad de aristas que, sin ahondar en opiniones comprometedoras, ofrece un bosquejo casi totalitario de los efectos de dicha contienda en la opinión pública y la población local de entonces. Muestra de la afirmación anterior es la siguiente crónica, fechada el día inicial de esta compilación:
A las cinco y media de la mañana del 1º de Julio emprendí marcha para Marianaje y a las siete ya ocupaba las posiciones que me habían señalado, en esta forma: la izquierda (dando frente a Santiago), sobre San Juan, el mayor general José M. Capote, con su columna de cinco mil hombres; a continuación, en el centro, el general de división Saturnino Lora, con 500 hombres; a la derecha del anterior, el general Sánchez Hechavarría con su columna de 800 hombres; el general Cebrero, con 500 hombres de su división, en el flanco derecho; en el alto del batey de Marianaje, yo, con el general Rabí, nuestros Estados Mayores y Escoltas, dando frente al pueblo del Caney (Bacardí, 1924, t. X, p. 26).
En estos tomos persiste el empleo del cronicón para lograr un registro numéricamente mayor de acontecimientos, con un enfoque conciso y casi totalitario, con el propósito de captar el pulso cotidiano de la demarcación santiaguera en el término de la centuria decimonónica. Un ejemplo de dicho rasgo se muestra en el siguiente texto sobre la batalla naval de Santiago de Cuba, ocurrida el 3 de julio de 1898:
(3 de julio). –Los vigías de este puerto al empezar el servicio, a las cinco de la mañana, enarbolaron la señal de escuadra enemiga a la vista, a cinco millas del Morro. Están frente a la entrada de este puerto, los acorazados Brooklyn, Indiana, Iowa, Texas, Massachusetts, Oregón y un yate. Los demás barcos se hallan frente a Aguadores (Bacardí, 1924, t. X, p. 48).
También puede advertirse una dualidad recurrente en la construcción del discurso histórico. Dicha singularidad puede observarse en el manejo del tiempo, ya que la diacronía se distingue por el pasado registrado por Barrera en su condición de compiladora partir del cuarto tomo de las Crónicas de Santiago de Cuba, en consonancia con las pautas trazadas por su mentor; mientras que la sincronía se manifiesta en el presente histórico narrado por Bacardí en su condición de autor y testigo ocular (o terciario, según las circunstancias).
Emilio Bacardí Moreau fue un notable exponente de la vanguardia intelectual de su tiempo, que estuvo al tanto de las principales corrientes del pensamiento universal. Muestra de ello es la impronta del positivismo que se advierte, tanto en la construcción argumental de sus textos literarios como en la concepción del discurso histórico de sus Crónicas de Santiago de Cuba, devenidas fuentes de consulta esenciales para el estudio del pasado colonial de la ciudad y sus habitantes.
Aunque en las Crónicas de Santiago de Cuba no existen evidencias ni referencias concretas del autor sobre la corriente positivista y sus principales cultores, en su obra se muestra la impronta del positivismo en los manejos del tiempo —desde su estratificación cronológica– y de las fuentes (en amplitud y diversidad) para lograr, en forma sesgada, una reconstrucción de los acontecimientos desde la relación sujeto-contexto, con el propósito de ilustrar al lector sobre los rasgos que marcaron la vida cotidiana y la memoria colectiva de este escenario geográfico.
A pesar de las limitaciones reconocidas por muchos historiadores, el mayor mérito de la obra cronística de Emilio Bacardí radica en haberse constituido como uno de los primeros intentos de sistematización de la historia de una región o localidad cubana desde el género cronístico y una impronta positivista, al erigirse como fuente indispensable para los estudios de la historia colonial de Santiago de Cuba.
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Fragmento del artículo «El positivismo en la obra cronística de Emilio Bacadí Moreau»; publicado en Revistas UH, No. 298 (septiembre-diciembre) 2023.
[i] Es necesario destacar la colaboración de la historiadora norteamericana Irene A. Wright, a quien Bacardí le dedicó un ejemplar de sus Crónicas… en julio de 1909. El cronista le envió una cantidad de dinero para sufragar la búsqueda de documentos relativos a la historia fundacional de la villa santiaguera en el Archivo General de Indias, en Sevilla (España).
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