La voz de Emilio Ballagas (Camagüey, 1908-La Habana, 1954) es la de un clásico de la poesía en nuestra lengua. Volvemos a ella en Castas arenas de la noche, publicado por Ediciones La Luz, sello de la Asociación Hermanos Saíz en Holguín, para encontramos —más allá de las varias escuelas, tendencias, corrientes y renovaciones confluyentes y de las influencias de los ismos vanguardistas, desde Júbilo y Fuga— con la impronta de un poeta auténtico.
Ballagas fue labrando una obra tan íntima como capaz de vislumbrar la esencia última de lo humano, que es acaso también la primera. Reflejándose en el neorromanticismo (en los «misterios dolorosos» con matiz autobiográfico presentes en Sabor eterno) y en la llamada «poesía negrista» en Cuaderno de poesía negra, así como en la poesía «pura» y en el tratamiento de temas católicos de arraigo popular hacia una expresión del sentimiento religioso que en Cielo en rehenes alcanza una notable individualización literaria, es en Elegía sin nombre y en Nocturno y elegía, junto a otros sonetos de esos años, donde Ballagas es a plenitud.
Esa plenitud porque vio —diría Lezama— «fluir la ternura de lo divino como una sangre, como la sangre que levantara las raíces y los ramajes del árbol que le dará sombra a la interrogante y perdurable gracia de su poesía, más allá de la sombría morada del fuego y del vacío». Volvemos a sus páginas (mostrando aquí una selección de Castas arenas de la noche) para comprobar que ellas son –como debe ser– quienes mejor enarbolan su mirada, su vocación lírica.
Ballagas supo, como bien ha dicho Cira Romero, que el poema no constituía un capricho, sino que era la textura de una experiencia que solo se entrevé súbitamente, como el vuelo de un pájaro. Y si anudó una red para liberar la palabra, la audacia de su gesto tuvo el don de la ligereza, que es también la libertad creadora, el abismo recobrado, el tiempo como fugacidad e intersección de la muerte en la vida. Una extrañeza que es un extrañarse. Estos poemas, cuya selección tuve la oportunidad de realizar, como homenaje a Ballagas en el aniversario 70 de su fallecimiento y como parte del evento Palabras compartidas, realizado en Romerías de Mayo, son apenas una muestra del entretejido que da cuerpo a su poética, una invitación a adentrarnos, sobre todo a las nuevas generaciones, en la obra de uno de los grandes escritores cubanos.
Castas arenas de la noche busca, en el reflejo nocturno, el espejo-Ballagas, a pesar de que lo nocturno no suele ser territorio propicio a la castidad; y trata de ofrecerle al lector una imagen, para que cada cual encuentre la suya en esa honda superficie poética desde la que nos observa todavía el rostro inquieto y la mirada llameante, como haz de luz, de Emilio Ballagas.
Canción
Desato mis sentidos en la tarde a pastar la inocencia del paisaje. Mis pupilas inquietas van de viaje, mis canciones taladran lejanías. Y regreso —halconero de mis sueños— al hogar de la noche con mi caza.
Durmiente
En las castas arenas de la noche mi mano se hunde buscando rubias piedrecitas de música y conchas finas, leves, pulidas y rosadas. (Una a una en el agua de tu sueño las tiro y anillos de sonrisa concéntricos te ciñen).
Nocturno
¿Cómo te llamas, noche de esta noche? Dime tu nombre. Déjame tu santo y seña para que yo te reconozca siempre a través de otras noches diferentes. Tú me ofreces su frente en medialuna (medialuna de carne), sus labios (pulpa en sombra) y su perfil al tacto… (Mañana mi derecha jugará a dibujar su contorno en el aire.) ¿Cómo te llamas, noche de esta noche? Dime tu nombre, déjame tu santo y seña para que yo te reconozca siempre a través de otras noches diferentes. ¡Y que pueda llamarte gozoso, trémulo, por tu nombre!
Poema impaciente
¿Y si llegaras tarde, cuando mi boca tenga sabor seco a cenizas, a tierras amargas? ¿Y si llegaras cuando la tierra removida y oscura (ciega, muerta) llueva sobre mis ojos, y desterrado de la luz del mundo te busque en la luz mía, en la luz interior que yo creyera tener fluyendo en mí? (Cuando tal vez descubra que nunca tuve luz y marche a tientas dentro de mí mismo, como un ciego que tropieza a cada paso con recuerdos que hieren como cardos.) ¿Y si llegaras cuando ya el hastío ata y venda las manos; cuando no pueda abrir los brazos y cerrarlos después como las valvas de una concha amorosa que defiende su misterio, su carne, su secreto; cuando no pueda oír abrirse la rosa de tu beso ni tocarla (tacto mío marchito entre la tierra yerta) ni sentir que me nace otro perfume que le responda al tuyo, ni enseñar a tus rosas el color de mis rosas? ¿Y si llegaras tarde, y encontraras (tan solo) las cenizas heladas de la espera?
Soneto insular
Descalza en el umbral de la mañana naces de un fondo de amapolas rotas y de ti misma convertida brotas en geranio, en naranja y en manzana. La dulcísima brisa una ventana abre al sahumerio de las bergamotas. Tú, inocente del iris en que flotas te embriagas de la rosa más lejana. Pescados rojos, islas de verano y cifras de calor se dan la mano en arenas de luz y olas henchidas. Y un desperezo lento de palmeras riza en tornasoladas primaveras la canción de coral en que te olvidas.
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De Castas arenas de la noche, Emilio Ballagas. Selección Erian Peña (Ediciones La Luz, 2024).
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