La de Rafael Morales y González es una de las personalidades más atractivas y olvidadas de la historia de Cuba y también de su periodismo. Se aunaron en este joven, que no llegó a cumplir 27 años, los méritos del patriota y los afanes del redactor periodista. Perdónese lo que vamos a decir, pero en ocasiones da vergüenza el olvido y el desconocimiento tan generalizado acerca de la vida y el quehacer de un cubano con tantos valores. Culpa de ello la tenemos nosotros, los escribidores, entre otros muchos, con responsabilidades ante la página en blanco y la memoria.
Se cumplen hoy 177 años de su natalicio y en el 15 de septiembre se conmemoró el 150 aniversario de su muerte, tras larga y penosa agonía. Y estas son fechas que no deben pasar inadvertidas, porque Moralitos es hoy prácticamente desconocido.
Veamos lo que escribe su biógrafo, Vidal Morales y Morales, en su libro Hombres del 68, con varias ediciones desde la primera, en 1904:
Cuatro años, no cabales, vivió en los campos donde tremolaba el pabellón tricolor, sirviendo a su patria como magistrado de un alto tribunal militar, como diputado de la Cámara de Representantes, y como secretario de lo Interior del gabinete de Carlos Manuel de Céspedes; luchando heroicamente con sus bravos compatriotas y compartiendo con ellos, la gloria y los peligros de la guerra, pues sabía cumplir con su deber como lo cumplen los hombres de honor. En oscuro combate fue gravemente herido, viniendo a morir extenuado, famélico y febricitante, algunos meses después, cuando se preparaba a salir de la Isla para desempeñar una misión que el gobierno de la República le confiara.
El párrafo anterior resume su vida, pero ahora nos detendremos en algunos detalles.
Rafael nació el 28 de octubre de 1845 (EcuRed señala 1848 e igual sucede con el Diccionario de Literatura Cubana, pero su biógrafo Vidal Morales da el de 1845), en la finca Santa Isabel, de San Juan y Martínez, provincia de Pinar del Río.
Huérfano de padre, tuvo una formación autodidacta y llegó a ser profesor de enseñanza elemental y dar clases de Psicología y Ética en escuelas privadas de la capital, pues no fue el suyo un caso común. Lector acucioso y amante del estudio, ganó prestigio y reconocimiento entre sus colegas y profesores que, con admiración, lo llamaban Moralitos. Como pedagogo bebió de la experiencia de notables profesores cubanos de entonces y del método del suizo J. E. Pestalozzi, quien había desarrollado la teoría de la enseñanza objetiva, con la que obtuvo Moralitos excelentes resultados en sus educandos.
En la Facultad de Filosofía de la Universidad de la Habana matriculó en el curso de 1860, aunque no llegó a graduarse. Además de su condición profesoral revelaba una intensa motivación revolucionaria e independentista, y descollaba por su oratoria, que le ganó el sobrenombre de Pico de Oro. También ejerció como preceptor de los hijos de familias acomodadas y al final decidió renunciar a tal acomodamiento para abrir aulas nocturnas gratuitas para la enseñanza de los obreros, tal como pretendió hacer en Santiago de las Vegas, donde el proyecto se frustró al ser boicoteado por las autoridades coloniales.
Repetimos que nada comunes eran las virtudes y los arrestos de Moralitos. Estuvo él entre los primeros revolucionarios del Occidente que se sumaron al campo de las acciones insurrectas, en la región de Camagüey, para lo cual abandonó sus estudios universitarios.
Aunque el párrafo inicial de nuestro trabajo resume su actividad independentista, súmense su antirracismo manifiesto y el papel desempeñado en la redacción de varios proyectos de leyes complementarias para la Constitución de Guáimaro, entre ellos el referido a la instrucción pública. En Camagüey, y al servicio de la Revolución, publicó la hoja volante La Estrella Solitaria y dejó fragmentos de una Cartilla cubana de lectura, de 1872.
En cuanto a La Estrella Solitaria, el primer número, de realización muy modesta, está fechado el 1ro. de diciembre de 1869 y el segundo, el 15 de enero de 1870. De este último extraemos y reproducimos un fragmento revelador del papel tan activo que desempeñaba la prensa libertadora. Dice así:
Se nos comunica que el ciudadano prefecto de Maraguán devuelve los libertos que se presentan a los antiguos dueños. Esto es contrario a la Constitución, cuyo artículo 24 declara ‘que todos los habitantes de la República son enteramente libres.
En la República Cubana no hay esclavos, tampoco se reconoce en ella el patronato de los que fueron amos, y es muy grave la violencia y el ultraje que esa autoridad infiere a hombres libres no permitiéndoles separarse del lugar y de las personas en cuya servidumbre vivían.
Moralitos recibió una herida en combate en el rostro el 26 de noviembre de 1871. Difíciles y dolorosos resultaron los tratamientos, pero su salud no llegó a restablecerse y, finalmente, murió en la Sierra Maestra el 15 de septiembre de 1872.
Ciento setenta y siete años se conmemoran del natalicio de este cubano inmenso y por siempre joven. Desde Cubaliteraria hacemos pública nuestra admiración y homenaje.
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