
En los años cuarenta el Dr. Dihigo mantuvo sus actividades no solo de investigación sino también de extensión cultural y cooperó en la fundación de Teatro Universitario, que se dio a conocer en 1941 con una traducción suya de la Antígona de Sófocles. Pero, sobre todo, se esforzó por conseguir que se fundara un instituto de idiomas y que la facultad pudiera contar con un edificio propio, en el cual se dispondría de una sala especialmente habilitada como sede del museo. Finalmente, poco antes de su muerte, Dihigo coloca la primera piedra del nuevo edifico emplazado en Zapata y G, el cual se termina en 1952 y también toma nombre de su principal promotor. Desde entonces el museo ocupa un espacio diseñado especialmente para él, en la segunda planta del mencionado inmueble.


En 1961 con la Reforma Universitaria desaparece la Facultad de Filosofía y Letras, deja de ofrecerse la asignatura de Lingüística y Filología, se jubila la Dra. Labourdette, al tiempo que se crean escuelas de las diversas disciplinas, antes comprendidas en el programa de la facultad, a fin de alcanzar una mayor profundización en los conocimientos e incidencia de las investigaciones. Se crea entonces la Licenciatura en Lenguas y Literaturas Clásicas dentro de la Escuela de Letras. Por otra parte, al igual que en el resto del mundo, durante el siglo xx las copias habían caído en descrédito ante el reclamo de originalidad, a lo que se suma el auge de nuevas técnicas de reproducción al servicio de la enseñanza. Solo a fines de la centuria se alzarán distintas voces y surgirán movimientos artísticos que comienzan a reivindicar su valor.
Sin una adscripción específica a una disciplina ni una dirección explícita que garantizara su funcionamiento, a lo que se suma la depreciación sufrida por las copias —lo cual ha provocado que muchas instituciones en el mundo retiren y almacenen sus piezas—, el museo Dihigo también sufriría distintos avatares. Por ejemplo, ante las necesidades de oficinas y aulas que en distintos momentos se experimentó, las piezas del museo terminaron a fines de los ochenta diseminadas por el edificio; aunque alguno haya apreciado en ello una novedosa manera de poner en contacto a los estudiantes con las manifestaciones artísticas, era evidente el riesgo de estropeo y pérdida que tal dispersión suponía.
En los años noventa, la Universidad Humboldt de Berlín decidió mantener los convenios universitarios que databan de tiempo atrás y mediante ellos la Dra. María Castro, doctorada en esa universidad y profesora de la nuestra, entabló relaciones con el Dr. Veit Stürmer, quien por entonces se había hecho cargo de la gipsoteca de la mencionada institución. A partir de la primera visita del profesor a la ya por entonces Facultad de Artes y Letras en 1993, se entabló una fructífera colaboración que se extendió una veintena de años —hasta la sorpresiva muerte del Dr. Stürmer—, y que propició aportes académicos y materiales que nos permitió restablecer el museo Dihigo y reabrir sus puertas en 1997, con el diseño museológico de ambos profesores, Stürmer y Castro —quien, lamentablemente, también falleció hace poco.
Año tras año nos visitaba el profesor de la Humboldt junto con un restaurador y mientras él ofrecía cursos de posgrado sobre diversos aspectos del arte clásico y de las excavaciones arqueológicas, el segundo trabajaba en el rescate y mantenimiento de las piezas. Nombrado Profesor Invitado de nuestra Universidad, el Dr. Stürmer apoyó la formación académica de nuestros jóvenes profesores, propició publicaciones y exposiciones, participó en la defensa de una tesis doctoral y se aprestaba a fungir como tutor de otra cuando murió.
En 2008, con motivo de la celebración de los 270 años de fundada nuestra universidad, Stürmer fue el encargado de presentar las piezas donadas por la Universidad Humboldt: la reproducción en yeso de tres placas del friso del Templo de Apolo Epicúreo en Bassae, realizadas por el restaurador Thomas Bätjer bajo su dirección, a partir de moldes obtenidos de las copias de estas obras que integran la colección del Instituto Winckelmann, las cuales finalmente se pueden apreciar colocadas en el museo Dihigo a partir de su última reapertura —estuvo un tiempo cerrado, puesto que el local fue afectado por los vientos ciclónicos que experimentó la ciudad a fines del propio 2008—. Fue de nuevo el Dr. Stürmer quien entonces procuró los medios para su reparación; pero posiblemente el mayor logro de estos años de estrecha colaboración entre ambas universidades fue el que tomáramos conciencia del valor y de las funciones que llenaba el museo.

Entre quienes han colaborado a la recuperación de nuestras colecciones no podemos dejar de mencionar al Dr. Eusebio Leal, Historiador de la Ciudad, quien siempre se preocupó por la preservación de esta institución académica y para ello siempre proporcionó los medios a su alcance; así como al Dr. Marc Mayer, de la Universidad de Barcelona, a quien debemos la recuperación y supervisión del estudio de las monedas romanas que integran nuestro fondo numismático.
Retornando a fines de los noventa del pasado siglo, constituye un momento importante para la historia del museo la fundación del Grupo de Estudios Helénicos, con el apoyo de la Embajada de la República Helénica en Cuba. El local del museo devino sede de las actividades del grupo, que mes tras mes auspiciaba conferencias, recitales, la muestra de la llamada Pieza del Mes, pero también coloquios y labores de extensión cultural, como talleres con niños y la publicación de libros.

Gracias a los esfuerzos de la actual Embajadora de Grecia en Cuba nuestro centenario museo podrá ampliar sus posibilidades con la donación auspiciada por el Ministerio de Cultura griego de nuevas copias provenientes del departamento de reproducciones del Museo Arqueológico de Atenas.
El museo Dihigo llega a su centenario, por tanto, no solo es reconocido como patrimonio universitario, sino presto a remozarse tanto por las nuevas obras que engrosarán sus colecciones y por las posibilidades de ampliar sus horizontes a través de las técnicas digitales, como también por el hecho de que este coloquio convocado, según esperamos, sea una base significativa para el intercambio con instituciones semejantes y abra nuevas perspectivas.
Si los museos de copias han sufrido avatares a través del tiempo, no menos lo han experimentado otras vertientes de la recepción clásica: tanto versiones literarias y teatrales como otras áreas de la cultura. Inclusive se discute hasta la manera de nombrar esta disciplina: recepción, tradición, pervivencia…, sin olvidar que alguna vez uno u otro crítico han empleado términos no exentos de cierto matiz peyorativo para referirse a este tipo de estudios como «reciclaje» o «perversión». Por otra parte, aunque ha habido versiones tan desacralizadoras como la Electra Garrigó, del cubano Virgilio Piñera, estas no pudieron eludir en su momento la etiqueta de «miméticas» o «evasivas».
Sin embargo, para ceñirnos al teatro latinoamericano, desde mediados del siglo XX hasta este momento no hay año en que no se estrenen o publiquen nuevas versiones de las tragedias áticas, de las comedias o de mitos tomados a manera de asunto de nuevas piezas; mientras que el modo de asumir tales referentes recubre una gran variedad de posibilidades, entre las que la metateatralidad tiene en las últimas décadas un importante papel, al tiempo que se multiplican los enfoques, sin olvidar que sus relecturas enriquecen, a su vez, la apreciación de las obras clásicas.
Por ello, se amplió el espectro temático de este coloquio, para dialogar acerca de las interrelaciones entre originales y copias o versiones no solo en el campo del arte, sino también de la literatura, el teatro, las disciplinas lingüísticas y otras manifestaciones culturales, de modo que el intercambio actúe como sustento quizás de nuevas proposiciones, aparte de resaltar la importancia de la enseñanza de las humanidades en momentos en que, no sin alarma, los profesores vemos desaparecer o reducir en los planes de estudio la enseñanza de las lenguas clásicas, pero también de la literatura, el arte, la filosofía, la historia.
En busca de una enseñanza que dé respuesta a las exigencias actuales se olvida que, si el desarrollo científico técnico es imprescindible, lo es siempre que esté en función de la formación y realización del ser humano. El prócer de nuestra independencia e iniciador de la modernidad en las letras hispanoamericanas, José Martí, quien defendiera la formación de «hombres de ideas» que, a su vez, fueran «hombres de actos» —prestos a enfrentar los requerimientos de la vida moderna, pero sin olvidar el cultivo de los valores que enaltecen al ser humano—, alguna vez nos advirtió:
No desdeñamos lo antiguo porque acontece que lo antiguo refleja de modo perfecto lo presente, puesto que la vida, varia en forma, es perpetua en esencia, y en lo pasado se ve sin esa «bruma de familiaridad» o de preocupación que la anubla para los que vamos existiendo en ella. [1]
Al celebrar este centenario de la fundación del museo Dihigo queremos, por tanto, honrar la memoria y el legado de nuestros antecesores, no solo manteniendo lo hecho por ellos, sino como base de un presente que necesariamente ha de proyectarse hacia el futuro.
* * *
* Elina Miranda Cancela: Licenciada en Lenguas y Literaturas Clásicas de la Universidad de La Habana (1966) y Doctora en Ciencias Filológicas por la propia casa de altos estudios (1983). Ver Ficha de la autora
* * *
Texto tomado de Elina Miranda Cancela: «En el centenario del Museo de Arqueología Clásica Juan Miguel Dihigo», en UH, n. 297, mayo-agosto, La Habana, 2023. Disponible en http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0253-92762023000200001&Ing=es&nrm=iso
Accedido el 6 de mayo de 2025. Epub 10- junio-2023.
* * *
Vea también en nuestro Portal
En el centenario del Museo de Arqueología Clásica Juan Miguel Dihigo (Parte I)
[1] José Martí: Obras completas, t. 15, Editora Nacional de Cuba, La Habana, 1963-1973, p. 365.
Visitas: 31
Deja un comentario