El catálogo de autores cubanos del siglo XIX es más fecundo de lo que se suele pensar. Los hay famosos, otros son menores o de segunda línea, pero todos en su momento son leídos o escuchados, conocidos unos más y otros menos. Recordados unos cuantos y olvidados del todo otros muchos. Entre las veleidades de la memoria, el peso de los años transcurridos, el reciclaje de unos mismos autores y el polvo acumulado que conspira contra los alérgicos, se torna tarea difícil ser recordado al cabo de siglo y medio de estancia bajo tierra.
En el caso de Félix Tanco Bosmeniel se integran casi todos los hándicaps antes citados, a los cuales se suma el de no ser nacido en Cuba, aunque su vida y obra sean cubanas y no carezcan de un mérito en el que nos detendremos más adelante. En consecuencia este escritor es hoy día un perfecto e injustamente desconocido.
No le escasearon los reconocimientos de las instituciones culturales cubanas, tuvo buena acogida de los lectores en su época, fue un polemista atrevido, viajó… y hasta escribió una novela de asunto antiesclavista, porque él mismo lo fue también. Sin duda que el señor Félix Tanco Bosmeniel merece ser mejor conocido, o al menos recordado. Es el erudito y crítico Max Henríquez Ureña quien señala que Tanco «merece ser recordado porque fue el primero en escribir una novela antiesclavista, ya que la terminó meses antes de que Anselmo Suárez Romero comenzara su Francisco».
Don Félix nació en 1797 en Bogotá, Colombia, la nación que acogió como a un hijo al ilustre bayamés Manuel del Socorro Rodríguez, quien hizo historia en esa nación sudamericana que le rinde honores. En cuanto a Tanco, llegó a Cuba a temprana edad y aquí cursó estudios. Mucho debe de haber influido en su formación literaria su presencia en las a las tertulias de su amigo Domingo del Monte durante la estancia de este en la ciudad de Matanzas, a las cuales asistía también José Jacinto Milanés. Y es tal el reconocimiento en que se le tiene que figura entre los autores incluidos en el libro Rimas americanas, de 1833, junto a Domingo del Monte, con quien sostuvo un fecundo intercambio epistolar.
Es en 1838 escribió su novela Petrona y Rosalía, de tema antiesclavista, que desde ese mismo año circuló manuscrita, pero permaneció inédita hasta 1925, cuando la revista Cuba Contemporánea la publicó. Este texto es la confirmación de su credo antiesclavista que lo condujo a prisión por abolicionista en 1844, y llevó a partir hacia España. A su regreso trabajó en el semanario El Iris y colaboró en publicaciones periódicas como El Plantel, Revista de la Habana, La Aurora de Matanzas, El Amigo del Pueblo y Brisas de Cuba, entre otras. Ello nos permite comprobar que en modo alguno pasó inadvertido en el ámbito literario cubano de la primera mitad del siglo XIX.
No reunió sus poemas en forma de libro. No obstante, José Manuel Carbonell lo incluye en su antología Evolución de la Cultura Cubana, observando que «la poesía de Tanco solo vive en la tradición del pasado y en la melancolía del recuerdo erudito», por lo que no va más allá de considerarlo un poeta menor. He aquí una muestra de su quehacer en estos versos que llevan por título «El himeneo»
Pasó del corazón la cruel tormenta
que el dios festivo o iracundo
en nuestros pechos suscitó violenta.
Pasó el amor, y en ellos solamente
quedó el afecto puro, sosegado
de la amistad, que en perdurable agrado
los mueve suavemente.
Autor de los textos Los jesuitas en La Habana y Probable y definitivo porvenir de isla de Cuba, Félix Tanco embarcó con su familia hacia Nueva York en 1869, donde murió el 26 de septiembre de 1871, fecha de la cual se cumplen ahora 150 años y motiva estos apuntes desde Cubaliteraria.
Visitas: 96
Deja un comentario