De Jacobo de la Pezuela escribió el crítico Max Henríquez Ureña que fue «castizo y correcto. Metódico y escrupuloso como historiador, trató siempre de asumir una actitud serena y prudente al comentar los acontecimientos históricos». Por su parte, otro crítico eminente, Rafael Montoro, apuntó que «sin ser intolerante, era fundamentalmente conservador, enemigo de novedades y de cuanto pudiera poner en peligro la soberanía de España». Uno y otro enjuiciamiento no son como para pasarse por alto si tenemos en cuenta que se trató de un autor al servicio de España que no obstante, con sus escritos prestó un valioso aporte a la historiografía cubana y cuya obra conserva merecido interés.
Consultar los textos de Jacobo de la Pezuela es adentrarnos, retrotraernos a un pasado que se nos pierde, el del siglo XIX. El hecho de haber sido él testigo de mucho de cuanto apunta, amén de estudioso de hechos anteriores e investigador dotado de paciencia y respeto por la historia, confiere a los libros de don Jacobo el valor de ser materiales de consulta y referencia.
Su primera obra, relativamente breve, titulada Ensayo histórico sobre la Isla de Cuba, se publicó en Nueva York, en 1842. Y a esta la sucedieron otras más en que explayó sus conocimientos y le dieron renombre. Ahí se cuentan Sitio y rendición de La Habana en 1762, aparecido en Madrid en 1859. A continuación entregó a la imprenta el muy importante Diccionario geográfico, estadístico, histórico de la Isla de Cuba, en cuatro volúmenes, que se publicó en España entre 1863 y 1866. Esta última es una obra medular en su bibliografía, recopilación de informaciones que aún son tomadas como fuente de referencia para investigadores y estudiosos. Es cierto que adolece de inexactitudes y hasta errores que el tiempo ha ido descubriendo, pero no por ello pierde mérito la totalidad de la obra.
El citado Diccionario, bastante exhaustivo en sus propósitos, comprende biografías de importantes representantes de la metrópoli que se desempeñaron en Cuba durante la colonia en las esferas administrativa, militar o eclesiástica. Pero don Jacobo no se detiene ahí e incorpora elementos biográficos de figuras cubanas muy diversas, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido) y José María Heredia, por lo que sorprende hoy día el alcance de la labor realizada por Pezuela.
Más libros nutren la bibliografía de este autor: Necesidades de Cuba, de 1865, y sobre todo Historia de la Isla de Cuba, en cuatro volúmenes que se publicaron en Madrid entre 1868 y 1878, así como Crónica de las Antillas, que vio la luz en Madrid, en 1871.
Quizá don Jacobo ni siquiera lo pretendiera, pero además de servir a España, sirvió a Cuba al legar una obra que lo sobrevive con creces. En España se le nombró individuo de número de la Real Academia de la Historia.
Militar de profesión, en Cuba ocupó los cargos de ayudante del capitán general, y también hizo funciones de coronel del regimiento de milicias de Matanzas y de teniente gobernador de la localidad de Güines, en La Habana. Y tanto se aplatanó que murió en Cuba el 3 de octubre de 1882, a los 71 años de edad.
Jacobo de la Pezuela nació en Andalucía el 24 de julio de 1811. De la fecha se cumplen ahora 210 años. ¡Buena ocasión para recordarlo y agradecerle por sus desvelos históricos!
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