
Se conmemoran ahora 125 años del natalicio de un periodista y escritor costumbrista que fuera muy leído en la prensa de unos cuantos años atrás. De prosa fluida, cultura abarcadora y rica información en sus escritos, Félix Soloni, que así se llamó, hoy es un perfecto olvidado y desconocido. ¡Cuánta e injusta pena!
Hizo los primeros estudios en las Escuelas Pías de Guanabacoa y se graduó de perito comercial y de bachiller, aunque por tales rumbos no andaba su realización profesional, decididamente orientada hacia el periodismo y la literatura.
Tradujo decenas de obras literarias, muchas de ellas para la Editora Nacional de Cuba y el Instituto Cubano del Libro. Trabajó para la radio y colaboró en varias publicaciones de la época, entre ellas La Discusión, Mundial, Carteles, Bohemia…, escribió dos novelas clasificadas como criollas por el ambiente que las impregna, Virulilla y Mersé, en 1926 y 1927, respectivamente, que fueron adaptadas para sainete con otros títulos, en una de ellas con la utilización de música de Ernesto Lecuona.
Redactó cuentos y algunas de estas narraciones se adaptaron para el teatro; fundó la revista Noticias y utilizó en sus textos el seudónimo Talox Silino.
Sin embargo, no recordamos, en muchos años, haber visto en la prensa cubana una fotografía de Félix Soloni, nacido en La Habana el 6 de febrero de 1900, fecha de la cual se cumplen ahora un siglo, dos décadas y un lustro.
Desde 1942 hasta 1959 fue corresponsal en Nueva York del periódico El País y laboró en el departamento latino de la International News Service. En Hollywood tradujo diálogos de filmes. Soloni regresó Cuba en 1959, con el triunfo de la Revolución.
Los últimos años de su vida profesional los pasó escribiendo para el diario El Mundo una sección muy leída titulada «La vieja Habana», de corte costumbrista, la cual entresacaba sucesos olvidados de la capital de principios del siglo XX. Además de amena y no exenta de humor, ni tampoco de dramatismo, se leía con la avidez de quien se sentaba en una máquina del tiempo y remontaba medio siglo atrás.
Soloni escribió y publicó sus pequeñas crónicas entre 1961 y 1968. He aquí los títulos de algunas para que el lector imagine cuán sabichosas eran: «El entierro del gorrión», «Cómo llegó El soldado a Cuba», «El Edén de los novios», «El Valbanera», «Yarini», «Chez Inés», «Amalia Batista», «Rita de Cuba», «Urbano el fakir», «El catcher bailarín», «Pan con timba», «Santos y Artigas», «La quinta del Rey», «El ángel rebelde», «Las esmeraldas de Luis Felipe», «Las Yaguas», «Los timbales de Alhambra», «La Gatita Blanca», «Los Politeamas», «María Calvo, de Guanajay», «El poeta suicida», «Potaje», «El conde Koma», «El tranvía del Presidente», «Tiny Griffin, la gorda», «El chivo», «Lutoff», «¡No tan cerca!», «El frac de Gilberto», «El último tranvía», «El bizco de La Diana», entre otros.
Como homenaje a Soloni, reproducimos una de sus crónicas, titulada «Viruta»:
Antes de la Primera Guerra Mundial, Pancho Hermida (La Discusión) era uno de los zares de la crítica teatral habanera junto con el Conde Kostia (La Lucha), Amadís (El Mundo) y Zerep (El Triunfo). Cada noche Hermida hacía su recorrido por los teatros: Alhambra, Nacional, Payret, Martí, Albisu y Actualidades. Era una rutina invariable con estancias más o menos dilatadas donde hubiera un estreno o una peña interesante.
Una vez, llegando al Alhambra, notó que lo seguía un perro sato, color canelo, con visibles señales de apetito, y le compró una frita en el café del mismo teatro. Fue un acto simbólico que selló una amistad inquebrantable. Bautizaron al sato en Alhambra como Viruta, y Viruta cada noche, durante años, acompañó a Hermida en sus recorridos. Cuando Hermida murió, Viruta siguió haciendo solo su recorrido teatral hasta que un día pasó él mismo como un recuerdo más del retablo habanero. Viruta, el canelo sato farandulero.
Soloni vivió 68 años. Murió en La Habana, el 2 de agosto de 1968. Actualmente, y hasta donde sabemos, es escasa la información biográfica acopiada en torno a su vida.
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