Nacido en la habanera villa de Guanabacoa el 4 de marzo de 1889 —fecha de la cual se cumplen ahora 135 años— , el caso de Jesús J. López es el de un autor que incursionó en diversos géneros, movido por el deseo de reflejar en sus textos el ambiente cubano. Cultivó el cuento, la novela, y además la comedia para el teatro, en este último género con palpable aceptación del público que asistía a la puesta de sus obras.
De vocación muy definida por las letras, abandonó los estudios para dedicarse a colaborar en la prensa casi desde la adolescencia. En secciones fijas o mediante entregas ocasionales, su firma apareció en El Comercio, La Discusión, El Correo Español, El Día, La Noche, La Lucha, La Nación; también en las revistas El Fígaro, Social, Bohemia, Chic, Carteles, La Semana, La Política Cómica… Ello, al margen de dirigir El Nacionalista, en 1919, y ser jefe de redacción de Crítica entre 1929 y 1930, algo revelador de cuan intranquila y activa era su pluma.
«Escritor ingenioso y culto», así lo consideró su contemporáneo José Manuel Carbonell, quien además destacaba su fértil labor periodística en varias de las revistas más populares de las primeras décadas del siglo XX.
De la gracia de su prosa, entre sarcástica y filosófica, da cuenta este fragmento final del relato «Si el diablo existiera…», que sometemos a la consideración del lector de hoy:
Lo más triste, lo más pavoroso, lo más desconsolador de la vida de Manuel García, a los cuarenta años, es la mentira de la vieja ficción que dio vida al diablo… El diablo no existe, porque Manuel García lo busca en todos los placeres y no le encuentra nunca… si el diablo existiera todos los hombres serían felices…
Como narrador se le deben los libros Bosquejo inverosímil, cuento, y La leyenda de amor, novela, ambos de 1920; Feminismo, cuento-crítica, 1911; El cobarde, novela; y Fanatismo, cuento, de 1912; Alma y carne, volumen de cuentos, 1919; Dolor, del género novela; Cuentos perversos. El libro de los sarcasmos, 1925; Cosas de la gente, 1937; ¡Soy americano!, novela de 1940.
Su producción para el teatro incluye el monólogo Una carta de amor y El premio grande, estrenadas y además reproducidas por la revista Comedia, en 1914. En España se le premió la obra de teatro Como todo el mundo. Redactó guiones para obras musicales, entre ellas la zarzuela La dulce caña, de 1920, musicalizada por Eduardo Sánchez de Fuentes. De sus comedias también se publicó la titulada Cuando el amor muere…
El hacer de Jesús J. López se extendió a otros medios, como el radial, para el cual creó noticieros que sufrieron censura y clausura durante los gobiernos de Gerardo Machado y Fulgencio Batista. Para sus trasmisiones radiales utilizaba frecuentemente el seudónimo de Pericles Bellavista.
El escritor murió en La Habana el 11 de febrero de 1948 y aunque hoy nos resulte casi desconocido, su obra impresa no está carente del humor criollo que permea una producción que, en su caso, no resultó escasa ni pasó inadvertida.
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