Aproximadamente hace dos meses —este artículo fue publicado originalmente en el año 2017—, mi amigo de años, el escritor Enrique Cirules me llamó telefónicamente desde La Habana, no era la primera vez que lo hacía y como siempre pensé que no sería la última, pero me equivoqué mi fraterno Cirules falleció, cuando me dieron la información, sentí inmensa aflicción, porque aunque Freud, el creador de psicoanálisis, escribió que «la meta de toda vida era la muerte», también afirmó que en el inconsciente del ser humano no estaba incorporada «su muerte», solo la «del otro».
En aquella oportunidad Cirules precisaba que yo le gestionara un taxista de toda mi confianza y un traductor del idioma inglés, para viajar de Camagüey hasta La Gloria en Sola, en compañía de unos editores norteamericanos interesados en reeditar su novela testimonial Conversación con el último americano, publicada en 1973. Así lo hice y quedaron todos satisfechos con los servicios prestados por mi amigo Andrés, en cuanto al traductor fueron infructuosas mis diligencias y él lo resolvió.
Me explicó que no podríamos vernos porque todo era muy rápido y urgente que conversaríamos en otra ocasión, quiso el azar que de manera casual nos encontramos posteriormente por la calle Maceo, acompañado de sus anfitriones, se dirigían al «Gran Hotel», me presentó a sus acompañantes y fue la última vez que nos estrechamos la mano…
Enrique Cirules, nació y se crió en Nuevitas, vino al mundo en 1938, yo era dos años mayor que él. Amaba su pueblo natal y sobre todo el mar y la pesca, creció en el puerto de Nuevitas, donde desempeñó diversos trabajos nada edificantes, gustaba de comer, cuando podía, en el típico hotelito de madera sobre horcones, incrustado en la orilla del mar en esos años: «El Gato Negro» y no le agradó nunca deambular por la «Acera de Martí» nuevitera, tan de boga por la juventud. Ya con algunos libros publicados después de instalado en Camagüey, regresó a Nuevitas. Recuerdo cuando montó en un barco a Onelio Jorge Cardoso, nuestro Cuentista Mayor, y lo enroló en una inacabable pesquería, recorrieron la callería norte y arrecifes nueviteros. Acompañante y solucionador de embarazos de vientos y cordajes lo fue en más de una ocasión, el colega santacruceño Lázaro David Najarro. Entre sus literatos preferidos se encontraba en primerísima línea, Hemingway, siempre pensé que no era solo por la genialidad creativa y el estilo incisivo y destemplado del autor del Viejo y el mar, sino por el vínculo de este con el mar, la pesca y la aventura. Uno de los favoritos títulos de Cirules era Islas en el golfo
Conocí a Cirules cuando se desempeñó de Coordinador de Cultura en Nuevitas, en la década del sesenta, ya le interesaba sobre todo escribir y me percate al tratarlo cada vez más íntimamente que no duraría mucho como «cuadro» de Cultura. Ya por 1965 o 66 es promovido para ocupar en Camagüey, en la Delegación Provincial de Cultura, la Dirección de Divulgación y Propaganda. Vivió los años del Camagüey, como albergado, en la llamada Casa Colonial, al final de la Avenida de los Mártires, hoy Casa de Cultura Joaquín de Agúero Cirules no era persona de necesitar vivienda personal y comodidades, se conformaba con muy poco, nada interesado en empaques materiales. Una imprenta que poseía Cultura pertenecía a su Dirección, me impresionó una mañana en que un operario del minúsculo taller, al entregar unos impresos a Cirules tuvo palabras ofensivas desmedidas para una compañera que pretendía y lo rechazaba… La respuesta fue un derechazo que lo dejó tendido en el piso.
Ya en estos años escribía cuentos, la afición por la literatura brotó en Nuevitas, allí tenían un interesante Taller Literario en el que participaba, al igual que Miguel Mejides, Miguelón. Se relacionó con Raúl González de Cascorro que fue su primer mentor en las letras, Raúl siempre interesado en la formación literaria de los jóvenes valoró en Cirules su talento y constancia. Escribió narraciones muy logradas, recuerdo Nengón, publicado en Opción, tabloide cultural del periódico Adelante; también Hombre y fusil, que vio la luz en El Caimán Barbudo, en abril de 1969 y otros cuentos que escapan de mi memoria.
En los años setenta es promovido para dirigir la revista del Consejo Nacional de Cultura, Revolución y Cultura. No estuvo un periodo prolomgado ejerciendo esta responsabilidad, me dijo: Voy a renunciar, tengo que dedicarle todo el tiempo y no puedo escribir. Explicó a sus superiores sus motivos y dejó el cargo.
Paulatinamente fue alternando la ficción con la investigación. Uno de los logros y aportes de Cirules a la literatura de nuestro país fue Conversación con el último americano, publicado en 1973. Fue una suerte conocer al viejo William Stokes en La Gloria, Sola, con el que Cirules conversó largo y tendido en múltiples encuentros para ofrecernos la esencia del coloniaje norteamericano, representada en este anciano. Aquellos fueron días febriles para Cirules, tuve la suerte de ir leyendo lentamente los originales junto al escritor Oriol Marrero, al principio Enrique no estaba nada seguro de cómo acometer la versión final, fue surgiendo lo introspectivo, Cirules era muy observador y maestro en insuflar una vida literaria especial a los personajes reales, sin desvirtuarlos, el primer intento fue este. Se leyó A sangre fría de Truman Capote y otras obras suyas, este fue su verdadero maestro en el género de novelar la realidad.
Fueron tan copiosas las entrevistas y recopilaciones de documentos para escribir este libro, que Cirules volvió por el tema y redactó La saga de la Gloria City, después de conocer y tratar los que allí vivian y aprovechar investigaciones afines que se apartaban de la vida de Stokes, fue publicado en 1993.
A El imperio de La Habana, le fue conferido el Premio Casa de las Américas en 1993, el Premio de la Crítica, 1994 y la Editorial Letras Cubanas la publicó en los años 1999 y 2001. Es una obra capital, uno de los más completos estudios sobre la corrupción en La Habana, como se introduce la mafia norteamericana, con la anuencia de los gobernantes, convirtiendo la capital del país en un antro de perdición.
En La vida secreta de Meyer Lansky, (Editorial Ciencias Sociales, años 2004, 2006 y 2008), Cirules logra contactar con Armando Jaime Casielles, chofer-guardaespaldas y valet del zar de la mafia norteamericana Meyer Lansky el que descubre los secretos de la mafia en nuestro país.
La Editorial Letras Cubana, imprimió en el 2009, ambos títulos en un tomo de más de quinientas páginas con reproducciones fotográficas de significativo valor. Enrique Cirules publicó cinco libros de cuentos; siete novelas y proyectaba escribir una novela testimonio ambientada en Camagüey, sobre el proyecto habíamos conversado varias veces, quería que lo asesorara en lo referente al ámbito cultural, antes y después del triunfo de la Revolución. Proyectaba que el protagonista, en primera persona, era un escritor y se basaba en personajes conocidos por él, arrancados de la realidad: Oriol (El Negro bueno) el propio Cirules y el «Desconfiao», mote que contados íntimos le endilgamos cariñosamente. A Giordano Rodríguez Padrón, que fungiera como Director de Cultura en Camagüey en la etapa que laboró aquí Cirules, ya fallecido, le asignó un personaje protagónico.
Ya no recibiré más llamadas telefónicas casi siempre a altas horas de la madrugada de Enrique, tampoco correos, pero queda su obra, sus libros, su optimismo literario y en mi memoria hechos, momentos de nuestra amistad y su eterna pregunta al iniciar la conversación telefónica:
— ¿Qué haces Villa a estas horas?
— Escribiendo.
— Yo también, lo único que sabemos hacer es escribir. ¡Que inútiles somos!
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Tomado del periódico Adelante
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