Conocí a Enrique Serpa cuando apenas era una niña, por su obra Aletas de tiburón, por ese entonces no sabía que era, además de escritor, periodista, fotógrafo y miembro de la Unión de Escritores y Artista de Cuba.
A los trece años comenzó a trabajar, y tuvo disímiles oficios: aprendiz de zapatero, tipógrafo, mensajero de tintorería, pesador de caña en el central Mercedes Carrillo y empleado administrativo en las oficinas del ingenio.
Sin embargo, su incesante búsqueda del conocimiento, hizo de Serpa un hombre ilustrado, que viajó por varios países del mundo como Estados Unidos, Guatemala, Venezuela, Haití, España, Bélgica, Alemania, Suiza, e Italia.
En suelo foráneo se desempeñó como jefe de corresponsales y de información del periódico El Mundo, redactor de Excelsior y director literario de Chic. Dentro de la isla fue colaborador de la Revista Bimestre Cubana, Castalia, Cuba Contemporánea, Luz, Bohemia, Gaceta del Caribe, Mar y Pesca, entre otras.
Fue amigo de Pablo de la Torriente Brau y de Ruben Martínez Villena, a quien consideró su amigo del alma.
Una de las temáticas que abordó Enrique Serpa en su obra es la de los marineros, precisamente Aletas de tiburón cuenta la historia de un humilde marinero que decide darle caza al animal –a pesar de estar prohibida su pesca– para poder darle de comer a su familia.
El escritor falleció el 2 de diciembre de 1968.
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