He sido convocada para hablar de alguien que, además de poeta sobresale por la precisión, gracia y profundidad de su discurso crítico: Leyla Leyva. Sagacidad y penetración son dotes que ella posee como naturales. Lo cierto es que extrañamos que no se dedique más a la crítica, pues nuestras vidas azarosas a veces nos sustraen de lo que más y mejor sabemos hacer. Su poesía es telúrica, como una vez hace tiempo dije, que va al tuétano como único sostén.
Con la razón como emblema se consigue como tramo la prisión, el ostracismo, la impotencia. Quizá por ello sea la sequedad la virtud con que se despliega o se resume (la poética de la autora), que en la sustancia de la esencia hace suya la economía de la verdad.1
En sus nuevos poemas, como en buena parte de los ya publicados se respira una materialidad que interroga a una cotidianidad, incluso a lo doméstico, de espaldas a la ilusión. Es una poesía que avanza desde la materialidad en la que incluso, y con la que, incluso, metaforiza, urdiendo encajes de desconfianza, vacío y frustración2. Ahora también se apodera de un lenguaje seco íntimo, vital, apegado a la tierra, pero con la tensión lírica que faltaba a varias entregas de Estado de espera, donde distingo cierto regusto expresionista3 del poema titulado «El tragadero», y la eficacia literaria que posee a «Conversación frente al vitral». Se nos entrega una mujer cercada y perseguida sin tener secretos, ni culpas. Se trata ahora de iluminar una materialidad, de imponerle o hallarle un sentido:
Este es otro movimiento
Es fácil darse cuenta
de que es otro el movimiento,
así que lee dentro de la línea
sin expectativas,
con la mosca rondando.
Cuando trago el vaso de té
y estas galleta, no ansío.
Mi memoria se fía
cada vez menos del pasado.
Equívocos creciendo
hasta convertirse
en un pelotón:
las mismas, aunque efectivas,
expresiones de afecto
al pelotón contrario,
dichas
por el ilusionista
que lo ha entregado todo.
Compulsivo.
Mi gemelo.
Escribir, escribir. No puedo escribir.
Pasan los días, los años, los tratos,
y no puedo, le pongo en un mensaje
a una mujer con deseos,
y sigo,
me he pasado una vida adelgazando
hasta quedar resuelta
en un depósito de paz
falsa.
Uno tras otros los descuidos de la novia,
doblados en cuadros ejemplares
que se olvidan, que al final
se van a olvidar.
Temporadas en las que fui
solo desperdicio, maraña
de la vida concreta.
Comer/ excretar. Excretar / comer.
¡Cuántos años organizando planes,
diseñando.
Closed and opened.
Más closed, menos opened!
Se recrean realidades que abisman, que retan a la inteligencia, y es un milagro que esta salga victoriosa.
Aunque el tema es la incomunicación, el roce o la inviabilidad doméstica, las imágenes o metáforas se construyen también con elementos de la vida doméstica, lo que aporta naturalidad y crudeza a la reflexión, filos mellados por quien los crea.4
En este universo poético se nos teje una alegoría de un cuerpo que se convierte en su cocción, una cocción que supera creador y creado, y se unifica en brutal amasijo, o se inscriben mecanismos que rigen un país de hastío; un absurdo y un vacío imposible de extraer de un entorno maquínico:
Método
Al llegar la noche,
la calma te ha vencido
repasando la materia,
poniendo la mano
donde fluye el impulso invasor.
Trabajas duro el turno,
con los ojos cerrados.
Miras, descompones,
bajas velocidad
y redundas.
El fuego a cuatrocientos;
el relleno espeso:
pechuga , pimientos,
cebolla, tomate, queso,
huevo, mostaza, lascas de limón…
Casi al final,
las tiras se van colocando
en moldes para muffins,
bien engrasados.
El secreto radica en la masa
de panecitos rápidos.
Horneado por media hora,
el pastel de más/menos nueve pulgadas,
deberá voltearse
sobre la fuente redonda
en un único acto de asunción.
Entonces se adivina una filosofía inclinada entre el azar y el absurdo, inclinada ante el azar y el absurdo:
Dulce vida, Lorine!
Algo en el agua/como una flor/devorará/el agua/la flor.
L.Niedecker
Sumada a la aridez del plano,
bajo el árbol guardián,
en medio del calor de la noche,
se puede hallar la sabiduría
de una grosella en el plato de col
o en el vino derramado
sobre el mismo plato.
Se puede hallar y una no saber
de qué van a servirte
ese y otros conocimientos:
abedul/cactus/ la cabeza caída
sobre la arena.
Y nadas
dípticas.
Sordas .
Ciegas,
que piden espacio,
al largo día desde anoche.
El dolor, tan importante en la poética de la autora, y tema de tanta tradición poética, unas veces no se impone, acaso musita, otras vence y doblega sobre un fondo amargo e impío. Entonces
bebemos mutismo, sequedad, semilla amarga, sombra lacónica en el cuerpo del lenguaje […] Es un universo de sequedad que avanza desde la sequedad. El verso cortante, romo, reproduce la sequedad de la náusea, el relumbre de la angustia, la desilusión que borda sus pequeñas puntadas en lo sucesivo […] El sacrificio, el desgarramiento se suceden como actos cotidianos, incluso domésticos. Son franjas que atisbamos en su trabajosa luz y perdemos de vista con impotencia y la inercia de un respirar tranquilo. El cuerpo del deseo, hundido en la razón, se encomienda a la vida en su imposibilidad.5
Aquí se habla de entereza femenina, pero desde el ninguneo social que envuelve demoledoramente a esta virtud, con la sorna de lo que se puede, y a la vez no se puede soportar. Y en esta tesitura nos preguntamos: ¿en qué estado queda el cuerpo femenino, cuando traspasa por él toda la posible e imposible domesticidad? ¿El cuerpo de la madre, que a manera de gladiador avanza en la contienda? Única elección que la salvará como ser humano, en la que son envueltos los pecados y violencias de los hijos, del marido, incluso hasta del padre. Sobrepongo, en el trance, al cuerpo femenino el ser de la poeta, a la que nunca podrán acusar de cultivar un discurso sesgado, pues «no hay poema que pueda llamarse tal si no implica una querella, una disputa con uno mismo»6;y la condición de todo impulso poético, por elevado que sea, según Pavese, es siempre una atenta referencia a las exigencias éticas, y también prácticas, como es natural, del ambiente donde se vive. Así quede entonces Leyla, bañada en las aguas de lo legítimo.
Notas:
- Caridad Atencio. «Un cuerpo que se orienta en la erosión», La Gaceta de Cuba.
- Véase el texto «Días posibles», inédito.
- Este regusto puede apreciarse en otros textos como por ejemplo «Fallas íntimas», inédito.
- Caridad Atencio. «Un cuerpo que se orienta en la erosión», La Gaceta de Cuba.
- Ídem.
- Pura López Colomé. «A la altura de sí mismo». En: Seamus Heaney .Obra reunida, Trilce Ediciones, México, 2015, p. 13.
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