En la tarde de hoy se hizo entrega en la Sala Guillén de la Fortaleza San Carlos de la Cabaña del Premio Nacional de Literatura 2022 al escritor holguinero Delfín Prats Pupo, como parte de la celebración de la 31 Feria Internacional del Libro de La Habana.
Enrique Pérez Díaz compartió con los presentes el acta del jurado —presidido por el reconocido escritor e intelectual Abel Prieto Jiménez e integrado además por el escritor Julio Travieso, Premio Nacional de Literatura 2021; el escritor y editor Rigoberto Rodríguez Entenza; y la investigadora y crítica literaria Cira Romero—, en la que fue resaltada «la relevancia de su obra lírica que ha llenado un espacio importante en la historia de nuestra literatura y ha trascendido a las nuevas generaciones».
La investigadora Cira Romero tuvo a su cargo las palabras de elogio, en las que destacó la labor del intelectual cubano «auténtico y original de las letras en Cuba».
Por último, y tras recibir su premio acompañado de una obra del artista de la plástica José Luis Fariñas, Delfín compartió con los presentes sus palabras de agradecimiento. Emocionado el poeta, y tras evidenciar su pasión por la poesía, culminó su intervención con el poema «Abrirse las constelaciones».
Discurso de aceptación del Premio Nacional de Literatura 2022
Compañero Alpidio Alonso, Ministro de Cultura
Compañero Juan Rodríguez Cabrera, presidente del Instituto Cubano del Libro
Compañeros miembros del jurado
Compañeros todos:
Es para mí motivo de gran satisfacción recibir este galardón hoy en esta sala de una antigua fortaleza dignificada por la historia. Y es motivo de orgullo porque en ella han recibido el mismo premio tantos hombres y mujeres ilustres y dignos de la patria, que con solo pensarlo se ensancha el pecho y se sobrecoge el corazón. No es que me crea indigno del mérito que se me otorga. Es la sana alegría del niño ante el fruto ofrecido.
Niño fui y aventajado en los goces cuando las pencas de las palmas y el estruendo del aguacero me acunaban, rodeado del afecto de mis mayores. Y adolescente fui, dejé mis predios natales para aventurarme en las ciudades, esas mismas ciudades donde se despertaría mi vocación por la escritura y donde años después escribiría mis primeros poemas, algunos para festejar la cercana infancia, otros plenos de los nuevos espacios descubiertos, la poesía como un eslabón que uniera mundo y sensibilidad. Mundo, es decir patria, inocencia revertida en el decir.
Vinieron los estudios en la escuela de idiomas Máximo Gorki y vino la beca para perfeccionar los conocimientos en la Facultad preparatoria de la Universidad Lomonosov de Moscú. Ningún premio mayor para el niño aquel asustadizo de aviones y vapores, que terminó sus estudios, se nutrió de la vasta y rica cultura del país que lo acoge, sobre todo de su poesía, de la música de las palabras y el ritmo del verso, de metáforas plenas de universalismo.
Vino el regreso y vino el trabajo como traductor en la unidad de comunicaciones del Estado Mayor de las FAR primero, luego en la Academia de Ciencias. A todas estas he chocado con La Habana, con la noche habanera. En algún sitio he llamado a este encuentro mi epopeya de los años de fuego, porque es ahora cuando emergen las imágenes y se entrelazan los sintagmas que nutrirían a mi primer libro, un cuadernito de apenas trece textos, donde al calor de la lumbre de la noche emergen mis vivencias de infancia y cristalizan paisajes del otro lado del mundo, de mi estancia en la Unión Soviética. Envié ese cuaderno al Concurso David de la Unión de Escritores y a pesar de haber sido premiado, hoy constituye una rareza bibliográfica.
La virtud de ser el autor de una rareza de este tipo suele verse recompensada y no es extraño que unos años más tarde obtuviera una compensación al publicar la Editorial Letras Cubanas el que sería mi segundo libro Para festejar el ascenso de Ícaro. Bajo la cuidadosa edición de Eliana Dávila el libro salió sin una sola errata y obtuvo ese año el premio de la Crítica.
No fue vana la espera, el libro y su premio me abrieron las puertas de las editoriales. Se sucedieron las ediciones. También las revistas especializadas acogieron no pocos de mis textos. De haber sido un autor prolífico hubiera podido publicar muchos libros. Pero quiso la suerte que las musas no me favorecieran a tiempo completo y contara solo con un manojo de poemas. Así la Editorial Unión publica el volumen Abrirse las Constelaciones y años más tarde El Esplendor y el Caos, también aparece una Antología personal en la colección Sur que dirige el poeta Alex Pausides.
En mi patria chica, Holguín, a donde vine a residir definitivamente a principios de los años ochenta se propicia un despertar de la capacidad editorial y Ediciones Holguín publica tempranamente El Esplendor y el Caos y un pequeño volumen que reunía la mayoría de mis poemas de tema amoroso, Lírica Amatoria. La visión de un poeta ceñido estrictamente a este tema me ha perseguido desde entonces y he tenido que responder que aunque mis poemas parten muchas veces de un motivo erótico, o más bien amoroso, no se quedan ahí, sino que buscan abrirse las constelaciones y los espacios donde lo social dialoga íntimamente con el poeta para no quedar anclado en lo puramente social, sino ser parte de una vivencia de mayor alcance, hasta proyectarse hacia lo Estelar. Así es como quiero ser recordado, un autor que no desdeñó lo puramente circunstancial de la lírica amatoria, sino que, por el contrario, buscó además un espacio comunicativo más vasto.
Ese despertar cultural holguinero que involucró a muchos creadores no sólo de ficción, sino también de Historia y ciencias afines y otras ramas del quehacer artístico propició el surgimiento del Concurso del Premio de la Ciudad, en una de cuyas ediciones resultó ganador mi libro Cinco Envíos a Arboleda. No soy narrador, sin embargo tenía alguna prosa poética dispersa en mis papeles tan poco atendidos, seleccioné algunos fragmentos y resultó un cuaderno que si no es el de un narrador pleno, si sirven para dar una idea de mis inquietudes escriturales de aquellos años. Ese libro fue publicado y me dio algunas alegrías.
Ediciones Holguín también publicó una antología de mis poemas bastante extensa con el título de Aguas. Esta misma editorial tuvo a su cargo la publicación de El Huracán y la Palma, antología de la poesía cubana, muestra que solo acoge a poetas muertos y que va desde Heredia a Juan Carlos Flores y que constituye un acto de reverencia, un ofrecimiento de amor por lo cubano en el decir poético.
Este breve repaso por mis publicaciones holguineras estaría incompleto sin mencionar los dos libros arte en papel manufacturado que hiciera Cuadernos Papiro: Lenguaje de Mudos, en 2012, y Hay Tiempo Aún, años más tarde.
Sin embargo en el extranjero no son tan abundantes las publicaciones; la antología Exilio Transitorio, en Monterrey, México, una antología en Brasil, con la traducción del poeta Fabio Aristimunho y la Obra Poética que publicara en España la Editorial Hypermedia, al cuidado del profesor Yoandy Cabrera. También en España vio la luz El Esplendor de las palabras por la Editorial Cumbres que dirige Mayda Bustamente contando con la edición de Montse Ordoñez.
Y volvemos a Holguín. En un momento determinado se me propuso hacer una serie de grabaciones donde yo leería y comentaría un grupo de poemas. El autor de este proyecto es el poeta Pablo Guerra, y así se grabaron los poemas precedidos por mis comentarios y ahora contamos con este disco que lleva por título El brillo de la superficie.
Es este mismo título el que lleva mi obra poética publicada por Ediciones La Luz en 2018 con prólogo de Ronel González y edición de Luis Yuseff, un viejo sueño mío y de los amigos por fin hecho realidad, volumen que reúne lo que se salvó de la furia del tiempo y de los avatares de la cotidianidad.
Me queda poco por decir, salvo que la poesía es luz salvífica.
Gracias a todos por atenderme.
Gracias al jurado que me ha concedido este premio de un valor insuperable.
Gracias a las editoriales y al ICL en la persona de su director, Juan Rodríguez Cabrera.
Gracias a usted, ministro poeta Alpidio Alonso.
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