
Imposible no decirlo, titular suele ser el momento más tedioso de una creación. Está concluida, nada sobra ni falta en su concepción y entonces llega la hora de colocar el título, umbral de todo libro. Empieza entonces una búsqueda que puede extenderse peligrosamente, en el afán de condensar la obra en pocas palabras y de un modo eficaz. Pero al decir esto solemos olvidar al diseñador editorial, que no solo debe involucrarse en una idea que, al comienzo, no le pertenece, sino también atrapar su esencia en una imagen y seducir al lector más indeciso.
Justamente para divulgar la belleza, importancia y complejidad de esta labor, y apropósito de celebrarse hoy 27 de abril el día del diseñador gráfico, hemos entrevistado a Enrique Smith Soto, diseñador de nuestra editorial, para conocer sobre su trabajo en una profesión que, constantemente, reta a quienes la ejercen.
¿Cómo fueron tus inicios en el mundo del diseño?
Yo me gradué de Diseño industrial, en 1999. Realicé mi servicio social en COPEXTEL y allí desarrollé mucha publicidad. La formación en diseño industrial la utilicé a la hora de diseñar estands para eventos de varias empresas, pero también tenía contacto con los diseñadores gráficos para asesorarlos en el momento de diseñar en el espacio, porque el diseño gráfico se concentra en el plano. Así los ayudábamos a entender nociones que se les escapaban, como la perspectiva espacial y los encuentros entre piezas. Más adelante realizaría diseño gráfico, al incursionar en el mundo de la fotografía y elaborar carteles para distintas marcas.
Realmente en esos años no hice trabajo de diseño editorial, porque en aquel entorno era casi inexistente y cuando había se lo encargaban a otras personas.
¿Qué puedes comentarnos del trabajo de diseñador de una editorial? ¿Es lo suficientemente valorado o visibilizado?
Es una labor que constantemente desafía la creatividad. En mi paso por varias editoriales he intervenido tanto en el diseño interior y de cubierta de los libros, como en la conceptualización de obras y líneas editoriales.
Pienso que es un trabajo subvalorado. Con el advenimiento de las nuevas tecnologías y su masificación, muchas personas creen que dominan los softwares de maquetación y la edición digital, y no es cierto. La maquetación no es montar el cuerpo de texto en el software y dar unos retoques, hay otras cuestiones, desde configurar el formato que va a tener el libro hasta dialogar sobre los cambios en función del contenido. Yo he diseñado libros de artistas plásticos, libros históricos y también de cuentos, y en cada uno hay un concepto y un trasfondo distintos, lo cual impactará necesariamente en el diseño.
Por otro lado, el resultado se verá permeado por la experiencia previa y los referentes culturales. He tenido la posibilidad de hacer catálogos para varias instituciones, pero lo que realmente me ofreció el background necesario para incursionar en el diseño editorial fue la elaboración de portadas de discos. Al igual que el libro, el disco suele poseer un concepto que debe reflejarse en la imagen. Esto me ayudó a perfeccionar las técnicas de diseño y a encaminarme en lo que yo deseaba lograr al conceptualizar libros.
Como profesional, eres uno de los primeros mediadores entre el lector y la esencia de un libro. ¿Qué sientes ante el reto de definir la identidad visual de una nueva obra, especialmente en géneros que no frecuentas?
Siempre resulta complejo resumir la intención del autor en una imagen. Ante cada dificultad considero importantes el diálogo con el editor y el autor. El editor es quien media entre el diseñador y el escritor, por eso insisto en que me dé un feeling de lo que entendió o le interesó en el libro tras la lectura inicial. También pregunto a los autores si tienen concebida alguna idea de portada, porque en ocasiones vienen con diseños bien pensados o prefieren incorporar obras de otros artistas. Saberlo de antemano ayuda a optimizar el flujo de trabajo.
¿Qué puedes comentar a los lectores sobre tu trabajo en Cubaliteraria?
Nada más entrar me pusieron un gran reto: diseñar las ilustraciones de un libro de poesía para niños. Como te he contado, el diseño debe corresponderse lo mejor posible con el contenido. En este caso, todo el consejo editorial se reunió para leer los poemas y escoger los que portaran una visualidad que pudiera recrearse gráficamente. Ese libro se titula Los caprichos del tiempo.
Para Cubaliteraria he sacado provecho de mis años en La Jiribilla, donde me familiaricé con la edición web y el procesamiento digital de imágenes para su difusión en la red. Diseño las portadas de los libros, apoyándome en el resumen que me ofrecen los editores. A veces los propios autores envían la síntesis de sus obras. Colaboro igualmente en el diseño de portadillas y el interior del libro en general; si es una obra que incluye muchas imágenes, las optimizo para su inserción en el epub y el pdf, para lo cual siempre debo estar en contacto con programadores y editores.
También me ocupo de diseñar la identidad de las campañas promocionales: los pósteres con vistas a la presentación de algún libro, el evento Letra Digital, las presentaciones del espacio Con Voz Propia, que tiene lugar en la feria y, recientemente, la renovación de la identidad del proyecto Cuba Digital. Diseñé, además, las campañas del concurso Leer Más Digital y el concurso de booktubers, donde los niños comentan sobre sus lecturas.
Uno de nuestros últimos retos fue la creación de la colección Audiolibros, que se inicia con la obra Doce poemas, de Virgilio López Lemus. Debimos crear una nueva línea estética, con una portada que va más hacia el formato cuadrado, pensando en la visualidad de los soportes de audio.
Recientemente empezamos a colocar efectos de animación en las portadas, como otra manera de atraer a los lectores. Lo hicimos en la antología de poetas sudafricanos que presentamos en la feria; al tratarse de un libro proveniente de una editorial distinta, mantuvimos la portada original y decidimos animarla con motivos africanos. También colocamos un efecto en el audiolibro de Virgilio, donde el poeta parece mirar directamente al posible lector.
¿Puedes hablarnos de algún proyecto con el que te hayas sentido especialmente satisfecho o desafiado?
Recuerdo con especial cariño varios proyectos que hice para Ediciones Boloña y la editorial del Centro Pablo. Para esta última realicé el diseño de un libro del periodista Leonardo Depestre Catony, titulado La Habana de Pablo.
Consistía en una recopilación de textos de Pablo de la Torriente Brau, donde comentaba sucesos de la época. Depestre los amenizó con fotografías de recortes de revistas de entonces. Pablo documentaba una protesta estudiantil, por ejemplo, y a esa crónica le anexábamos el recorte de un anuncio publicitario o el relato de otro acontecimiento, siempre atendiendo a la fecha del texto de Pablo, para que existiera una correlación. Así quedaban plasmadas las múltiples caras de aquella Habana.
Al conceptualizar el libro propuse un cuerpo de texto dividido en cuatro columnas, de manera que al abrirlo a doble página ofreciera la experiencia de lectura de un periódico. Fue un trabajo interesante y retador que me exigió la exploración de números de Bohemia, Carteles y otras publicaciones de los años 20 y 30, que felizmente pude hallar.
También recuerdo un libro de Eduardo Arrocha, publicado por el Centro Pablo. Se tituló Palabra de diseñador. Arrocha escribió el libro de su puño y letra y con frecuencia recurrió al papel reciclado. Entonces nosotros quisimos rescatar las imágenes que el diseñador tenía en su archivo, todas bien conservadas y organizadas, por cierto, y concebimos un cuerpo de texto a tres cuartos de página, para colocar las imágenes en el espacio que dejaban los escritos. Lo pensamos como una manera de perpetuar la memoria de Arrocha a través de una narración de primera voz y primera mano.
¿Qué consejos ofrecerías a alguien que desee iniciarse en el mundo del diseño editorial?
Un consejo importante es que estudien la carrera de Diseño, o al menos que profundicen en unas cuantas nociones. Muchos cursos online y otros ofertados en varios centros solo enseñan a modificar imágenes con Photoshop o a tomar fotos de Internet. Y aunque ciertamente el diseño debe nutrirse de lo que se publica en redes, sobre todo para mantenerse actualizado con las tendencias, al final debe incidir la creatividad del profesional.
También creo necesario no perder de vista la edición impresa. A veces pensamos tanto en el libro digital que se produce un distanciamiento de los parámetros elementales del diseño editorial. Como es relativamente sencillo manipular la imagen a través de software, en ocasiones se obvia la importancia de la tipografía a usar en función de la temática o categoría del libro, lo cual impide que el posible lector se lleve una idea más exacta del contenido al visualizar la portada. Hay muchas tipografías con rasgos diferentes y se pueden elegir en dependencia de la temática. por ejemplo, quizás un libro sobre arte me induzca a manejar tipografías onduladas; si es de arte abstracto, fuentes que parezcan incompletas sin caer en la ilegibilidad. Por eso creo necesario que los aspirantes a diseñadores visiten librerías y observen con atención el diseño del libro impreso, para que tomen nota de las pautas a seguir a la hora de conceptualizar un volumen que tal vez se exhiba en un estand.
Estos parámetros deben contemplarse incluso en la edición digital, porque ahora existe la impresión bajo demanda y siempre cabe la posibilidad de que una obra concebida digitalmente acabe imprimiéndose. Solamente la multiplicidad de formatos de encuadernación (presillado, cosido, plegado) complejiza bastante la tarea.









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