Primero háblanos del lugar donde naciste, la fecha, dame el ambiente de la familia, si hay escritores, a qué se dedican, cuéntanos de tu niñez…
Mira, Castellanos, yo nací en La Habana, el 17 de noviembre de 1944, nací en medio del ciclón del 44… Mi familia es una familia de origen pequeñoburgués. Mi padre estuvo vinculado durante años a los negocios de publicidad y también mi madre. Aunque en mi familia hay como antecedente ilustre un gran escritor cubano, Alfonso Hernández Catá, que es tío abuelo mío, también yo creo que me gustaría hacerle un pequeño reconocimiento a mi propia madre, que fue una escritora aficionada, pero con cierto nivel de calidad, que incluso obtuvo —no sé si en esto influyó ser sobrina de Alfonso— el premio Hernández Catá en 1946, y de alguna manera el hecho de haberme formado en el seno de una familia donde no faltaron las lecturas, no faltó un cierto entusiasmo por la literatura, no solo por parte ya de mi madre, sino también incluso por parte de mi padre, yo pienso que pudo haber contribuido a despertarme el interés, no solo ya por los libros, que es un primer interés siempre decisivo en la formación de un escritor, sino por el mundo mismo del escritor. Yo recuerdo que en casa, por parte de toda la familia de mi madre había una especie de veneración con la memoria de Alfonso Hernández Catá, los libros de él eran casi de obligada lectura; algunos de ellos los llegué a odiar de niño, hoy los releo con mucho amor y mucho cariño; pero había una especie de culto a la memoria de Alfonsito, como le decían en casa, y en este ambiente de culto a un escritor, que realmente es un escritor notable, cubano, del siglo xx, pues yo me fui formando un poco una imagen de lo que eran un escritor, la imagen de la importancia que tenía desde el punto de vista social un escritor. Claro, Alfonso era un escritor dentro del contexto de la literatura cubana un tanto especial; Alfonso fue un escritor que tuvo suerte, de verdad no es el caso por ejemplo de otros escritores cubanos de tanto talento como él, como Luis Felipe Rodríguez, que vivieron medios difíciles; Alfonso no, Alfonso era un hombre de procedencia burguesa, un hombre que tuvo cargos de embajador y que se desenvolvió siempre en un nivel de vida muy bueno, podríamos decir, y fue un escritor afortunado. Vio publicar sus obras en España…, aunque también, bueno, también en el resto de América Latina y, por supuesto, en Cuba.
Y no es un escritor típico en este sentido, porque la media del escritor cubano en el período prerrevolucionario, como sabemos, no era esa, los cubanos tenían prácticamente que bandeárselas para subsistir, pagarse sus ediciones. Alfonso no. Alfonso navegó en este sentido con suerte; una suerte relativa, puesto que Alfonso, si vamos a creer en el destino, que como marxistas no creemos en eso, le podríamos decir que el destino le pasó esa cuenta: Alfonso, como tú sabes, murió en un accidente de aviación en Río de Janeiro, en el año 1940, si no recuerdo mal.
Por cierto, un dato interesante: Alfonso Hernández Catá dejó inéditos algunos trabajos, que aparecieron entonces en la maleta que dos de sus hijas recuperaron, maleta chamuscada, quemada, en aquel accidente trágico en el que perdió la vida. Esos trabajos aparecieron quemados, y se conservan, una parte de aquel material lo tengo yo, incluso estoy dándole siempre vueltas a la idea de trabajar sobre eso; se conserva un relato de Alfonso Hernández Catá, que evidentemente él llevaba en el viaje para continuar escribiendo de regreso a La Habana, en el cual un personaje muere, no en un accidente de aviación, pero sí en el hundimiento de un barco. Es un relato que nunca llegó a concluir; es una cosa curiosa, yo no tengo el original quemado, eso lo tiene la hija, pero sí tengo copia y quizás un día prologue este trabajo… puede ser interesante… estaba hasta tentado de continuarlo, marcando hasta dónde llegó Alfonso y hasta dónde había ido yo.
Bueno, te decía esto a manera de darte un poco el ambiente, verdad, en el que yo me formé, desde el punto de vista cultural. Desde el punto de vista político, en mi casa, fundamentalmente por parte de la familia de mi padre, aunque también de la familia de mi madre, yo me formé en un ambiente de gran admiración por la figura de Eduardo Chibás; mi familia era ortodoxa, militante del partido Ortodoxo, y aunque no es el momento de juzgar la ortodoxia como proceso político-histórico, no es menos cierto que en su momento cumplió un rol interesante y aglutinó algunas fuerzas interesantes de la pequeña burguesía e incluso del estudiantado, etcétera. Y bueno, también, junto al culto literario de Alfonso en mi casa, estaba el culto a la memoria de Eduardo Chibás, y también, a través de Eduardo Chibás, ya por la vía de mi padre específicamente, a José Martí; en casa siempre estuvieron las Obras completas de Martí, en casa estuvo siempre y está todavía, un pequeño busto de Martí; recuerdo que la guerra en mi casa era que este busto no fuese un adorno en la sala, siempre se trataba de colocar y siempre ha estado colocado en un sitio que no fuese un adorno más en sala, sino una especie de homenaje a la figura de Martí.
O sea, que este es un poco el ambiente en el que me formé, un ambiente en donde el culto de la memoria del Maestro formaba parte de los rituales de la casa, donde se hablaba de él con frecuencia y había el culto a un escritor cubano conocido, y por tanto, esto fue de algún modo probablemente influyendo en mi idea ¿verdad? de que quizás no sabía, no estaba del todo encaminado a ser también un escritor como Alfonso… y bueno, pues ahí, andamos; si no he llegado a ser un escritor como Alfonso, que fue un gran escritor en su momento, por lo menos no hacerlo quedar mal en tiempo y espacio…
Háblame de las escuelas donde cursaste estudios.
Antes de la Revolución, como sabes tú, en Cuba existían dos tipos de escuelas: escuelas públicas a las que asistía la gran mayoría de la población, las clases desposeídas, etcétera, que eran escuelas muy mal atendidas, los gobernantes de turno se robaban el dinero… también las escuelas privadas. Pero por la posición de mi familia, asistí a una escuela privada. Yo me formé fundamentalmente en una academia militar privada, de enseñanza laica, la Academia Militar del Caribe; hice casi toda mi formación, desde el segundo grado hasta los estudios superiores, en este caso los estudios de Comercio, que se llamaban Ciencias Comerciales, los cumplí en el año 59, en esa academia militar privada…
La primera vez que escribiste, ¿un cuento, una poesía?… ¿qué fue?…
Siempre he estado tentado a escribir alguna vez un relato sobre el primer relato que escribí. Porque, es curioso, el primer relato que escribí, aunque no lo conservo, desgraciadamente, pero aunque estoy convencido, absoluta y totalmente infecto de ineficiencia, sin embargo, su tema, el tema de aquel relato, a mí todavía me continúa obsesionando, y quizás probablemente algún día, por eso te decía que quizás haga el relato del relato, vuelva sobre él. Lo escribí un poco… un poco no, me parece que de manera absoluta, imitando un libro que fue para mí un libro de cabecera, y lo continúa siendo, que es Las aventuras de Tom Sawyer, de Mark Twain; yo tendría 11 años, o algo así, cuando escribí ese relato, y era naturalmente la historia de un adolescente, era un poco un remedo cubano del Tom Sawyer; pero sin embargo, tenía para mí la virtud de que aún cuando a los 11 años uno tiene una tendencia en las cosas de la literatura a ser muy mimético, por lo menos tuve la intuición de ubicar el relato en el campo cubano; es decir, no, hice un relato, bueno, puede haberlo hecho un muchacho influido en este caso por una lectura de un autor norteamericano en paisajes que yo no conocía, haberlo hecho en el Mississippi o algo así, sino que lo ubiqué en la Cuba rural. Y tenía, y pienso que todavía tiene ese, para mí ese atractivo, ¿no?, quizás valdría la pena tratar de intentar de nuevo una historia de un adolescente criollo, en el campo, pasando vicisitudes muy parecidas a las de Tom Sawyer, pero manejando, como hizo Mark Twain con el idioma inglés y los giros del idioma inglés hablados en la zona del Mississippi, hacerlo con el cubano, el español hablado en Cuba… esa idea nunca la he abandonado completamente…
¿Y conservas ese relato?
No, el original no lo conservo, por suerte, pero sí la idea, tengo muy clara la idea de lo que hice y de lo que quise hacer…
Por lo tanto eso no se publicó en ninguna parte…
No, no, no.
¿Y cuándo publicas lo primero?
La fecha es muy temprana, en el año 59 en una revistica que editábamos justamente en la Academia Militar del Caribe, en la Asociación de Estudiantes de la academia militar, una revista que se llamaba Libertad, porque es una revista que se fundó justamente con el triunfo de la Revolución, en los dos primeros meses del año 59; era un poema de corte patriótico, francamente malo, debo decirlo así, sin sonrojo, pero por lo menos tenía la virtud de que era mío, o sea, aunque era un poema rimado te aseguro que no lo copié de ninguna parte, era un poema muy malo mío…
Y después que terminas tus estudios en la academia, en el año 59, ¿qué pasa?
Bueno, en el 59 termino mis estudios de Comercio en la academia y empiezo a estudiar durante algunos meses, hasta junio del año 60, Ciencias Comerciales; empiezo a estudiar en lo que se llamaba la Escuela del IBM. Ahí, en la Academia IBM, se estudiaba fundamentalmente los métodos de computación, habían llegado las primeras máquinas perforadoras y teóricamente, como se supone que yo iba a dirigir mi vocación sobre la base de los estudios comerciales, pues comencé a estudiar máquinas IBM y computadoras, las primeras computadoras, no eran propiamente computadoras, máquinas perforadoras, de memoria; pues completa un poco mi formación.
Ahí entonces se produce una ruptura. Yo me voy a Venezuela. Mi madre había ido a vivir a Venezuela a principios del año 56, y en el año 60 yo me voy a vivir a Venezuela con ella, vivo allá cerca de 8, 9, 10 meses, poco menos de un año; hago algunos estudios más o menos por la libre de publicidad en la Universidad de Caracas, aunque era casi un niño, pero mi madre, a través de algunos mecanismos, consiguió que me admitieran en un cursillo de verano allí; trabajé en una compañía de cine, la Tuma Film, haciendo de todo, como utility, auxiliar de cámara, auxiliar de laboratorio… porque el cine empezaba a picarme como curiosidad ya, y a finales del año 60, junto con un grupo de muchachos también de mi edad, dos de ellos cubanos, y otros un colombiano, un italiano, por cierto, había nacido en Italia, Walter Mock, la madre tenía una tienda de efectos de ropa en Sabana Grande, y otro compañero más, quemamos un establecimiento de periódicos de Bohemia Libre, aquella revista contrarrevolucionaria que comenzó a sacar Miguel Ángel Quevedo en Caracas. Producto de esto, la policía me declaró una especie de persona non grata, y tuve que abandonar Caracas en noviembre del año 60, o sea, ya me voy de Venezuela en el año 60, regresé a Cuba, y en mayo del año 61 ingresé en el Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficos (ICAIC).
¿Y qué pasa?
Bueno, estuve en el departamento de Dibujo Animado desde mayo del 61, es decir, un mes después de la derrota mercenaria en Playa Girón, hasta el año 64. En ese período de tiempo trabajé de auxiliar de cámara de animación, es decir, aprendí ya bien, aunque yo en la Tuma Film había practicado esto, la técnica de la cámara de cine de 35 mm; trabajé como dibujante, yo tenía, y creo que aún conservo, una habilidad como dibujante, trabajé también entonces como animador, es decir, como dibujante que hace avanzar, por decirlo así, los muñequitos, o las figuras, y como director. Hice en el año 1963 una película que se llama Un sueño en el parque, que se conserva en la Cinemateca de Cuba, que es una película a color de 8 minutos de duración, la cual representó a Cuba en dos o tres festivales de animación europeos, entre ellos en el Festival de Rumania, en el año 1964; es una película que, bueno, vista en la distancia, pensando que solo tenía 19 años el hombre que la dirigió, a mí me sigue gustando; es una película sobre la guerra nuclear, los peligros de la guerra nuclear… a partir de una pareja. Es una película a la que le tengo mucho cariño en lo personal. Hice también guiones ahí en dibujos animados para películas de animación, hice algunos diseños, etcétera.
¿En ese período tú no estabas escribiendo nada, solamente te dedicabas a ese trabajo?
Sí, simplemente ese trabajo… yo dibujaba y pintaba, aparte de hacerlo profesionalmente allí, lo hacía un poco a manera de violín de Ingres… a manera de trabajo ancilar, un poco de hobby, y escribí algunas cosas, algunos cuentos, yo recuerdo ahora uno que se llamaba, tenía un estrambótico título de «Tulioso el enterrador»… un cuento muy influido por Poe, un cuento muy malo, muy ingenuo, esas eran las cosas que más o menos hacía… y, por supuesto, las hacía para mí, no tenía en aquel momento… aunque, como te decía muy al principio, yo tenía una clara conciencia, puesto que me había formado en una familia donde había un gran escritor, Alfonso, de que se podía llegar a ser escritor; es decir; para mí eso no era un mundo prohibido ni mucho menos, pero no me parecía que tuviera talento para ello, y, además, el cine me absorbía de tal manera que no me dejaba casi ningún lugar: el cine y la pintura: el cine era una obsesión tremenda en aquellos años… lo sigue siendo. Ya el tiempo ha limado un poco aquellas aristas de agresividad cinematográfica, pero de todas maneras sigue siendo para mí una gran atracción y de hecho, sabes que estoy trabajando en la cosa del cine ahora, de nuevo.
Siguiendo un poco la historia, en el año 64 ingresé por oposición de examen en la universidad, en la escuela de Letras; te digo por oposición de exámenes porque no hice el bachillerato, yo hice Ciencias Comerciales, que era una de las dos ramas en las que se podía dividir la enseñanza después que se terminaba la secundaria, y por tanto tuve que hacer el examen de ingreso. Ingresé en la universidad y, por razones fundamentalmente de lejanía —yo trabajaba en los estudios de Cubanacán, donde quedaba el Departamento de Dibujos Animados, y la Escuela de Letras acá lejísimo, en el Vedado—, no me quedó otro remedio que irme del ICAIC, irme concretamente del Departamento de Dibujos Animados, e ingresé en la revista Cuba Internacional como redactor de mesa, y también un poco como periodista, hice algunos reportajes, algunos pininos… Ahí empiezo a publicar realmente mis primeras cosas: algunas entrevistas… recuerdo una que le hice a Tomás Gutiérrez Alea cuando se estrenó La muerte de un burócrata; algunos trabajos sobre planes agrícolas, recuerdo uno que todavía releo con agrado, sobre un plan lechero en el norte de la provincia de La Habana; y, en ese período, donde simultaneaba la universidad con la revista Cuba Internacional, en aquel momento dirigida por el escritor y periodista Lisandro Otero, conozco a Guillermo Rodríguez Rivera. Guillermo Rodríguez Rivera estudiaba en la Universidad de La Habana, estaba en tercer año cuando yo estaba en primero año, y un buen día este personaje que es Guillermo Rodríguez Rivera me habla de un proyecto que están preparando en ese momento, que es una revista literaria que quieren publicar y en la que él me pide alguna participación. Esta revista es El Caimán Barbudo, y el grupo que iba a fundarla y que iba a trabajar en ella estaba integrado por Guillermo, Jesús Díaz, Víctor Casaus y por el dibujante Posada.
Empezamos entusiásticamente a trabajar ahí en el proyecto de aquella revista que iba a ser un suplemento del periódico Juventud Rebelde, el órgano de la Unión de Jóvenes Comunistas de Cuba, y en mayo del año 66, en efecto, salió a la luz el primer número de El Caimán Barbudo, con una tirada enorme, teniendo en cuenta que era una revista juvenil, una tirada de 80 000 ejemplares… 60 u 80 000 mil ejemplares, la misma tirada del periódico.
Si uno piensa que en América Latina una revista de 1 000 ejemplares es una señora revista, ¡pensar en tener 60 mil ejemplares! (Vamos a ponerle que me esté equivocando, que no sean más que 50, o 40 mil, incluso, que es lo que pudiera haber tirado Juventud Rebelde en aquella época, es tremendo). Era tener en la mano realmente un medio de difusión cultural importante, que eso fue y es El Caimán Barbudo. Yo estuve entonces simultáneamente… más que simultáneamente, seguía estudiando en la universidad, seguí trabajando en la revista Cuba Internacional y comencé a colaborar muy cercanamente a El Caimán.
Alrededor del año 66 Guillermo tuvo que salir de El Caimán, y entonces yo me trasladé de la revista Cuba Internacional a El Caimán y ocupé el cargo de jefe de Redacción de la publicación. Estuve trabajando como jefe de Redacción de El Caimán hasta que el grupo que componíamos aquella primera dirección cesó en sus funciones con la publicación del número 17, y entró otro colectivo de compañeros a seguir trabajando esta publicación, que creo que a lo largo del tiempo, haciendo un saldo general, ha sido un trabajo positivo, en todas sus etapas y en todos sus momentos.
¿Qué haces cuando sales de El Caimán Barbudo?
Después que abandono El Caimán Barbudo, en el año 67, ingreso a trabajar en el Instituto Cubano del Libro, donde ocupo diversas responsabilidades vinculadas fundamentalmente al trabajo editorial: editor, investigador literario, en los equipos de investigación que se crearon en el año 68 en el Instituto del Libro, y luego paso a trabajar en el equipo que iba a fundar una pequeña editorial destinada a los jóvenes, que luego fue Pluma en Ristre, donde contribuimos un poco, la vimos crecer, la armamos un poco ahí.
Estuve trabajando en el Instituto del Libro hasta que este dejó de ser Instituto del Libro, para fusionarse como un viceministerio del actual Ministerio de Cultura. Ahí pasé a trabajar —un poco antes de esa fusión—, pero bueno, pasé a trabajar como redactor especializado en cuestiones de arte y literatura en la Editorial Pueblo y Educación, editorial que hace los libros para el ministerio de Educación, sobre todo libros de enseñanza media y superior. Estuve trabajando ahí hasta el año 79; en el 79 pasé a ser asesor nacional de Literatura, atendiendo las nuevas provincias de Santiago de Cuba, Guantánamo y el Municipio Especial Isla de la Juventud, hasta mayo del año 80, en que paso a trabajar al Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográfica (ICAIC), como guionista de cine, donde estoy en estos momentos…
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Luis Rogelio Nogueras (La Habana, 17/11/1944– 6/07/1985). Apodado el Rojo o el Wichy. Poeta, narrador, guionista y dibujante. Fue uno de los fundadores de la revista literaria El Caimán Barbudo. Estudio Letras en la Universidad de La Habana. Entre sus libros figuran: Cabeza de zanahoria (Poesía), Las quince mil vidas del caminante (Poesía), El cuarto círculo (Novela), Y si muero mañana (Novela) y . Muchos lo consideran el más importante poeta de su generación.
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