De sonrisa fácil y mirada tranquila, Vicente Aleixandre es el que más recuerdos ha podido desvelar. En primera línea o en la retaguardia siempre intentó entender y entenderse. Versos sencillos pero contundentes, musicalidad y cierta nostalgia envuelven su poesía. De su mano llegaría el mayor galardón y reconocimiento para las letras españolas. Nuestro ilustre Nobel de Literatura siempre compartió su premio con los compañeros de Generación: sabía que en realidad el Premio era de todos ellos y todos ellos eran merecedores.
Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo, quiero ser tú, tu sangre, esa larva rugiente que regando encerrada bellos miembros extremos siente así los hermosos límites de la vida.
Vicente Aleixandre
¿Cómo fue su infancia?
Nací en Sevilla, pero me crie en Málaga en una familia burguesa, donde mi padre era ingeniero de ferrocarril. Tuve tres hermanos, aunque me entristece recordarlos ya que mi hermana Elvira murió con tres años, mi hermano Fernando con año y medio y Sofía no llegó a nacer. Mi madre era un dulce espejo donde reflejarme, con la sonrisa más bonita que he visto jamás, fue la persona más fuerte que he conocido nunca.
Técnicamente nunca he sido un poeta andaluz, pero sin mi infancia andaluza creo que parte de mi infancia no tendría sentido. Andalucía tiene muchos modos de dar poetas y yo soy uno de ellos. Más tarde compartí estudios con el actual escritor Emilio Prados. Me trasladé a Madrid donde cursé estudios de Derecho y Comercio. En 1919 me licencié en Derecho y obtuve el título de Intendente mercantil.
¿Cómo llegó a la Generación del 27?
En 1917 conocí en Las Navas del Marqués al que después sería mi gran amigo Dámaso Alonso. Sus grandes obras literarias me inspiraron a estudiar grandes poetas como Rubén Darío o Bécquer. Años después sufrí una tuberculosis que provocó que me extirparan el riñón. Mientras me recuperaba de la operación me dediqué a escribir poesías que fueron publicadas en las revistas culturales más importantes de la época. Fue entonces cuando conocí a Lorca y a Cernuda, amigos de la Generación del 27.
¿Cómo fue su experiencia?
Éramos la Generación del 27. Y en realidad no era una escuela, era un grupo de amigos. Esta amistad ha continuado a través del tiempo, a través de guerras y exilios. Aquí o en la otra orilla del Atlántico. Seguimos siendo amigos, que fue lo más bonito que ha podido hacer esta Generación. Lo más importante para mí de vivir la Generación del 27 fue el descubrir la poesía, tener una comunidad de sentimientos hacia ella y vivir una nueva exigencia en su escritura, porque había sido abandonada casi desde Machado.
¿Por qué motivo durante y tras la Guerra Civil decide quedarse en España?
Vi como amigos de la Generación del 27 se exiliaban de España y yo intenté hacer lo mismo, intenté salir, pero se quedó en un mero intento y por eso tuve que quedarme. Presté mi apoyo durante la Guerra Civil al bando republicano hasta que los primeros meses de 1937 los mismos republicanos me detuvieron y me llevaron a la cárcel, aunque antes de las 24h fui liberado. Ya acabada la guerra, mantuve una distancia con el régimen franquista e hice cuanto fue posible por la reconciliación entre las dos Españas.
Quedarse en España fue un acto de valentía, ¿cómo sobrevivió y no acabó como sus compañeros?
Permanecí en mi «exilio interior», es decir, me aislé en mí mismo, en una sierra madrileña. Durante los primeros años del franquismo mis obras fueron prohibidas y mi nombre vetado por la censura.
¿Y qué se conoce de su intimidad?
Tuve unos años de indecisión acerca de mi orientación sexual. Podía tanto irme con mujeres como irme con hombres. Hasta que a los 28 años me aclaré y descubrí mi orientación sexual, descubrí que definitivamente era homosexual. Esto sería después una de las mayores influencias en mis obras. Durante mi época de indecisión tuve un romance en la posguerra con Eva. Más tarde, empecé a escribir cartas homoeróticas a mi amigo Carlos Bousoño, que las reveló después de mi muerte ya que yo no quise sacarlas a la luz.
¿Qué es la poesía para usted?
La poesía es la expresión del hombre y, por tanto, es compatible con las condiciones de vida, es una forma de conocimiento, un método de conocer.
¿Nos podría explicar su poesía con sus etapas?
Técnicamente atravesé cuatro épocas de poesía. Poesía pura, donde predomina el verso corto asonantado y la estética de la poesía pura de Góngora. Poesía surrealista, donde la estética de los poemarios es irracionalista, sin tradición alguna, ni siquiera métrica y que fue inspirado en Garcilaso y Rubén Darío. La poesía antropocéntrica, en la que me centré después de la guerra. Desde una posición solidaria, abordo la vida del hombre común, sus sufrimientos e ilusiones. Mi estilo se hace más sencillo y accesible. Y, por último, la poesía de la vejez: la experiencia frustrante del paso del tiempo que me lleva a replantearme el tema irracional. Sobre todo, destaca la oposición de conceptos como mirar y ver, conocer y saber…
Uno de los momentos más importantes de mi carrera fue en 1977 cuando recibí el Premio Nobel de Literatura, con él se reconoció universalmente mi obra y, en cierta manera, la de toda la Generación del 27.
¿Qué importancia le da a sus obras?
Para mí, todas son muy importantes ya que tienen parte de mí, pero he de resaltar Poemas de la consumación porque es un poemario en el que me presento como un hombre maduro, que ya asumo la vejez y la proximidad de la muerte y La destrucción o el amor ya que muestra un panteísmo pesimista con un gran impulso amoroso con imperfección, dolor y angustia. El título de este libro ha de entenderse como «La destrucción, es decir, el amor», que es algo que no sé si ha quedado muy claro (risas). A mi forma de verlo, la destrucción es el amor: al destruirse a sí mismo, el amante renace en la sangre de la persona amada. El amor es destrucción para poder realizarse.
¿Cómo fue su muerte?
Fui hospitalizado de urgencia el 10 de diciembre de 1984, en la Clínica Santa Elena con hemorragia intestinal, fallecí en la noche del 13 de diciembre. Fui enterrado en el panteón familiar del Cementerio de la Almudena de Madrid el sábado 15 de diciembre de 1984.
Imagínese por un momento que tiene la posibilidad de hablar con alguien, ¿con quién sería?
Difícil pregunta… Pero creo que por lo que supuso cuando yo ya no podía hacer nada, con Carlos Bousoño. Más que nada para preguntarle por qué, por qué no quiso expresar sus sentimientos hacia mí y solo cuando yo ya no estaba fue capaz de sacar a la luz todas las cartas que nos enviamos.
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Tomado de la página web Somos del 27.
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