A Lucía Esther Muñoz Maceo está dedicado el Evento Teórico de Literatura Bayamesa que se desarrolla por estos días en la Cuna de la Nacionalidad Cubana durante la 38 edición de la Jornada de la Cultura Bayamesa. Lucía cumplirá en septiembre venidero 70 años de vida y sigue activa anunciando libros por publicar, leyendo poemas inéditos, contando sus experiencias de vida y escribiendo como un ejercicio de vida.
En la primera mañana de la jornada por la cultura local no puede faltar la literatura ni la presencia de la mujer poesía que es una de las principales motivaciones de este año para el evento cultural que celebra la composición e interpretación de La bayamesa, primera canción trovadoresca y romántica cubana.
En el Museo Provincial Manuel Muñoz Cedeño, de quien es tataranieta, se reúnen promotores literarios, poetas, libreros, narradores, gente del mundo del libro y la historia para dialogar entre otros temas de la prolífica obra de Lucía y escuchar de su propia voz tres estremecedores textos inéditos, además de las anécdotas que le rodean a la escritura de estos poemas y a la creación misma.
Para Lucía, llamada «novia de Bayamo» la lectura, los libros tienen un lugar especial en su vida, como aquella libreta rayada que le regalara su madre, para que dejara plasmadas las fantasías que venían a su cabecita infantil que resultaron en inquietudes artísticas tempranas.
Lucía creció y se convirtió en una poeta, por convicción, por necesidad, por el ejercicio de la escritura como algo vital. Ella se reconoce como de la generación de los filólogos graduados en la Universidad de Oriente entre 1980 y 1985 que llegaron a las instituciones culturales de provincias y municipios y rotaron por varias de ellas, a veces sin saber las propias instituciones dónde colocarles, pero reconoce que aprendió mucho en ese ir y venir de la galería a la casa de la cultura y otras.
De la vida literaria de Lucía habla la poetisa y ensayista Juventina Soler Palomino, especie de biógrafa y estudiosa de la obra de su colega. Señala Soler Palomino que a pesar de que Lucía fue casi dos décadas presidenta de la UNEAC en Granma, no usó su puesto para visibilizar su obra y tuvo que luchar como cualquier otro escritor en la década de 1990 para ubicar sus creaciones en antologías y editoriales nacionales pues, a pesar del boom editorial, la gente de la Cuba profunda quedaba sin todas las oportunidades que disponían los que vivían en el occidente especialmente en la capital del país.
La poesía de Lucía no escapa de las características de la poesía cubana contemporánea, hecha por mujeres, que desde Gertrudis Gómez de Avellaneda fue una poesía de rebeldía, de lucha, de plasmar dolores y aspiraciones. Los versos de esta mujer son desacralizadores, ella habla con una belleza particular de la cotidianidad, de sus vivencias, y lo hace de manera segura, no es una poesía complaciente, es una poesía contestataria, que resalta la dimensión poética del mundo doméstico, de lo cotidiano, que estremece y llama la atención al escucharle o leerle.
Lucía se llama a sí misma terrenal, que escribe de lo que ha vivido, la han tratado encasillar como neorromántica, y no se ve en ese romanticismo bucólico, pues no contempla de manera apasible la naturaleza ni el entorno, sino de manera profunda y activa.
Desgarradoras historias en forma de versos lee la «novia de Bayamo»: mariposita de primavera, y no es la canción del trío Matamoros que su abuela corría a silenciar en la radio, sino la trágica muerte de la tía Ofelia con doce años a la que le negaron por falta de recursos financieros la operación en el Hospital General Milanés de Bayamo hace más de siete décadas, donde la madre (abuela de Lucía) era la encargada de recoger la sangre, la inmundicia, la mierda, como dice el poema y ahí dejaron morir a su mariposita.
Otro poema nos llega con la solidez de su mirada a los sucesos medulares para la familia. La casa donde no escuchará más la algarabía de los padres y hermanos ausentes, fue construida con el sudor paterno y elevada sobre las chinas pelonas, como llaman a las piedras del río Bayamo grandes y pesadas con varios kilogramos. A la poeta, que le tocó edificar su vivienda sobre la vieja casa paterna, guardó con celo cada china pelona desenterrada y, cuando los obreros hacían los nuevos cimientos, pidió que las piedras de su padre estuvieran sosteniendo la nueva casa.
Así escribe Lucía, de lo que vive, de lo que ve, de lo que siente, quien anuncia un nuevo libro: Diatriba para un hombre caracol, un poemario en edición donde recoge las historias de decenas de mujeres violentadas, de sus experiencias de trabajo en «Musas Inquietantes», proyecto de promoción sociocultural y de lucha contra cualquier manifestación de violencia.
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