Como saludo al 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, propongo a los lectores un breve acercamiento a dos cubanas que fueron escritoras y traductoras en distintas etapas de nuestra historia, y que dejaron, cada una a su modo, huellas perdurables en la cultura nacional. Distantes en el tiempo, son cercanas en su interés por los temas relacionados con la mujer y sus derechos.
- Gertrudis Gómez de Avellaneda
Gertrudis Gómez de Avellaneda y Arteaga, Tula, nació en Santa María del Puerto del Príncipe, hoy Camagüey, el 23 de marzo de 1814. En 1836 tuvo que trasladarse con su familia hacia España; durante la travesía marítima escribió dos de sus poemas más famosos, el canto «Al mar» y el soneto «Al partir», en el que expresa su dolor por abandonar Cuba.
Al Partir
¡Perla del mar! ¡Estrella de Occidente!
¡Hermosa Cuba! tu brillante cielo,
la noche cubre con su opaco velo
como cubre el dolor mi triste frente.Voy a partir… La chusma diligente
para arrancarme del nativo suelo
las velas iza, y pronta a su desvelo
la brisa acude de tu zona ardiente.¡Adiós, patria feliz! ¡Edén querido!
Doquier que el hado en su furor me impela
tu dulce nombre halagará mi oído.Ah, que ya cruje la turgente vela,
el ancla se alza, el buque estremecido
las olas corta y silencioso vuela.
Ya en tierra española, comenzó a publicar en revistas y periódicos sevillanos. Su primer drama, Leoncia, se estrenó en 1840, y la primera edición de sus Poesías se publicó en Madrid en 1841. En España se estrenaron no menos de trece piezas teatrales suyas, algunas con gran éxito. La Avellaneda publicó también poesía, novela, cuentos, ensayos y traducciones, y dirigió la revista Álbum cubano de lo bueno y lo bello, cuyos doce números aparecieron entre febrero y agosto de 1860. Una recopilación de interesantes textos que vieron la luz en dicha revista fue publicada en 2005 por la editorial camagüeyana Ácana, bajo el título Álbum cubano de lo bueno y lo bello: una estocada de género.
La Avellaneda resulta una precursora del feminismo, tanto por su actitud personal como por el destaque de los conflictos femeninos en su obra. Por ejemplo, su novela Sab, según la ensayista Evelyn Picón-Garfield, es la única entre las narrativas antiesclavistas en la que «se desdobla la temática de la esclavitud en una tiranía que atañe tanto a la raza negra como al sexo femenino»[1]. Esa doble temática aparecerá nuevamente en el drama Baltasar (1858), en cuyo prefacio la propia Avellaneda afirma que «la pieza aborda dos problemas importantes: la esclavitud y la situación social de la mujer»[2]. Llama la atención en Sab la franqueza con que son cuestionados ambos aspectos, en fuerte contraste con las normas de la sociedad decimonónica.
Las autoridades coloniales no permitieron la entrada en la Isla de las novelas Sab y Dos mujeres, censuradas por contener «doctrinas subversivas al sistema de esclavitud de la Isla y contrarias a la moral y buenas costumbres»[3]. Como se ha señalado con razón, la autora «había llegado en ese libro [Sab] al colmo del atrevimiento, no solo se había cuestionado a la esclavitud como institución social, sino que había defendido las relaciones íntimas a nivel interracial, a lo que no se atrevería, que sepamos, ningún otro escritor de su siglo»[4].
En su faceta de traductora, Avellaneda trasladó al español poemas de los franceses Víctor Hugo y Alphonse de Lamartine, el inglés Lord Byron y el portugués Augusto Lima. La investigadora Carmen Suárez León, en su libro La alegría de traducir (Ciencias Sociales, La Habana, 2007), analiza la «imitación» que realizó Tula del poema «Les djinns» (los duendes) de Víctor Hugo, donde la cubana traslada con maestría los juegos métricos del original. Veamos el fragmento final del poema en la traducción libre de Avellaneda:
Todo cesa…
ningún ruido
a mi oído
llega ya.
Todo calla
y el reposo
silencioso
tornará.
Ya benigno
vierte el sueño
su beleño
por mi sien,
y en sosiego
tan profundo
duerme el mundo…
¡y yo también!
Tula regresó a Cuba en noviembre de 1859, vivió cinco años en la Isla, y murió en 1873, poco antes de cumplir los cincuenta y ocho años, en Madrid. La Feria del Libro de La Habana resaltó de manera especial en 2014 la celebración del bicentenario de la Avellaneda, pues su valioso legado literario sigue siendo de interés para estudiosos y lectores en general.
2. Renée Méndez-Capote
«La cubanita que nació con el siglo», Renée Méndez-Capote y Chaple[5], vino al mundo en La Habana el 12 de noviembre de 1901. Fue hija de Domingo Méndez-Capote, General de Brigada en la guerra del 95, y de su esposa María Chaple. Desde muy joven Renée comenzó a escribir en revistas y periódicos; defendió el ideal socialista y mantuvo una activa vida política.
«Yo nací inmediatamente antes que la República: yo en noviembre de 1901 y ella en mayo de 1902, pero desde el nacimiento nos diferenciamos: ella nació enmendada [alude a la Enmienda Platt] y yo nací decidida a no dejarme enmendar», comentaba con ironía la escritora. Sus Memorias de una cubanita que nació con el siglo son un clásico de la literatura testimonial cubana. En su quehacer literario también sobresalen Domingo Méndez Capote. El hombre civil del 95, biografía, 1957; Relatos heroicos, 1965, y Amables figuras del pasado, 1981.
Publicó su primer artículo a los 17 años, iniciando así su colaboración periodística en numerosas publicaciones cubanas, como Diario de la Marina, El País, Grafos, Social, Mañana, Correo Musical y Surco. En la década de 1930 tuvo a su cargo la dirección de Bellas Artes en la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, y luego fue jefa de la sección de Cultura General en la misma Secretaría. En 1933 se sumó a la huelga contra Machado; debido a ese tipo de acciones fue encarcelada varias veces. Como parte de su activismo social y político fundó, junto a otras intelectuales de la época, una agrupación que abogó por el voto femenino y organizó diversos eventos feministas.
Participó en el movimiento de resistencia clandestina contra la tiranía de Batista. Tras el triunfo de la Revolución laboró en la Biblioteca Nacional José Martí,y diririgió su revista entre 1962 y 1964. Después pasó a trabajar en la Editorial Nacional de Cuba, y perteneció al grupo permanente de asesores de literatura para niños y jóvenes del Ministerio de Educación. Fue jurado de los concursos La Edad de Oro y UNEAC en diferentes géneros. Visitó Estados Unidos, México, Francia, España, Suiza, Holanda, Bélgica, Alemania, Austria, Hungría y la URSS; sus vivencias de viaje las reflejó en el libro Hace muchos años, una joven viajera (1983).
La editorial Gente Nueva publicó en 2012 Locura de amor, una selección de textos de Renée Méndez-Capote que incluye el relato del mismo título, reseñado por la periodista Madeleine Sautié[6]:
Está solo en la institución que es todo su existir. […] Solo entre los libros que conocen la ternura de su alma solitaria, la dulzura de sus manos amorosas, la desesperación de sus fracasos, el dolor de sus debilidades y la fuerza de su pasión […] Como un poseso de amor, cubierto con su vieja capa y provisto de farol y linterna, atormentado y queriendo abarcarlo todo, recorría una y otra vez la fortaleza, por si era preciso cerrar alguna ventana violentada por las ráfagas.
A un relato titulado «Locura de amor» pertenece este fragmento en el que la escritora Renée Méndez Capote describe con precisión un conmovedor episodio que protagonizara Carlos Villanueva Llamas: en la noche en que el ciclón del 44 azotó La Habana, optó por quedarse en la Biblioteca —entonces ubicada en el Castillo de la Fuerza― para salvar del desastre la fortuna literaria que allí se guardaba.
Desde 1959 Renée colaboró como periodista en Bohemia, El Mundo, La Gaceta de Cuba, Revolución y Cultura, Unión, Cine Cubano, Verde Olivo y Mujeres, entre otras publicaciones. Tuvo a su cargo labores ejecutivas en Juventud Rebelde y Pionero. Tradujo del inglés y adaptó Ivanhoe (1965), de Walter Scott, y El último de los mohicanos (1966), de James Fenimore Cooper. Además realizó la traducción de Documentos inéditos sobre la toma de La Habana por los ingleses en 1762, conservados en la Sala Cubana de la Biblioteca Nacional.
Por su aporte literario y compromiso político le fueron otorgadas la Distinción por la Cultura Nacional, la Distinción Alejo Carpentier, la Orden Félix Varela, la Orden José Joaquín Palma, la medalla por el 20 Aniversario de Gente Nueva y la Réplica del Machete de Máximo Gómez. En 1985 recibió el premio La Rosa Blanca de la UNEAC, en su primera edición.
Esta notable escritora falleció en La Habana el 14 de mayo de 1989. Cubanía y honestidad intelectual caracterizan su obra literaria, que merece ser revisitada por las nuevas generaciones.
[1] Citado en: Redacción Opus Habana: «Gertrudis Gómez de Avellaneda: Recorrido biográfico», en Opus Habana, 29 de noviembre de 2001.
[2] Citado en Antón Arrufat: Las máscaras de Talía. Para una lectura de la Avellaneda, Ediciones Matanzas, Matanzas, 2008, p. 207.
[3] Antón Arrufat: ob. cit., p. 168.
[4] Roberto Méndez: «Gertrudis Gómez de Avellaneda, contra el silencio», en IPS Cuba.
[5] Con información tomada, entre otros, de la Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, No. 1-2, 2010, y de los sitios
www.radioenciclopedia.cu/noticias/la-buena-memoria-renee-mendez-capote20150504/ y
http://librinsula.bnjm.cu/secciones/299/expedientes/299_exped_1.html
[6] Reseña publicada en http://www.mujeres.co.cu/art.php?MjIyNg
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