Yo hacía rato que le venía dando vueltas a esa idea, y ahora, con la aseveración de Argelio, me dio por ratificarla y tratar de comprobar hasta dónde era verdad.
Para lograrlo me encaminé a mi voluminoso librero y empecé a buscar hasta dar con un texto En ritmo de bolero. El bolero en la música bailable cubana, del maestro José Loyola Fernández, y publicado por Ediciones Huracán del Ateneo Puertorriqueño en 1995.
Luego de analizar sus primeras 88 páginas, pude leer las letras de 54 boleros y darme cuenta que 24 de ellos, casi el cincuenta por ciento le cantaban al desamor, a la ruptura de la pareja, a la soledad, «esa vil compañera».
Lo interesante de este estudio es que estos boleros son muy viejos, lo que quiere decir que este conflicto sentimental tiene largas raíces en el tiempo, y aquí les va una muestra de este particular:
Boleros que le cantan al desamor:
«La noche» de Sindo Garay.
«Ella y yo» de Oscar Hernández.
«Ansias» de Eusebio Delfín.
«Ta que te vas» de Ernesto Lecuona.
«Retorna» de Sindo Garay.
«Mujer perjura» de Miguel Campanioni.
«Pensamiento» de Teofilito.
«Y tú qué has hecho» de Eusebio Delfín.
«Olvido» de Miguel Matamoros.
«Duele mucho» de Miguel Matamoros.
«Y si llego a besarte» de Luis Casas Rimero.
«Ausencia» de Jaime Pratts.
«Marta» de Moisés Simon.
«La rosa roja» de Oscar Hernández.
«Juramento» de Miguel Matamoros.
«Veinte años» de María Teresa Vera.
«Tristezas» de Pepe Sánchez.
«Se fue» de Ernesto Lecuona.
«Si tu supieras» de Ernesto Lecuona.
«Flor de angustia» de Julio Brito.
«El encuentro» de Norberto Medina.
«Por qué me siento triste» de María Teresa Vera.
Hace un tiempo, y en este mismo medio, escribí sobre mi experiencia como jurado varias veces del Concurso David de la Asociación de Escritores de la Uneac especializado en recibir textos de escritores noveles, generalmente muy jóvenes, y que la mayoría tenían una carga erótica muy fuerte, a veces demasiado para mi guato, pero les faltaba amor.
Y es que el amor de pareja es básico para establecer una relación permanente a través de los años, fundar una familia, básico para el mantenimiento de la población humana, y una lógica descomunal para la comprensión y el entendimiento.
Y hoy hay una situación compleja. La mayoría de las parejas, después de muchos años de estar juntos, se separan e ingresan en el equipo «Soledad», lo cual, por experiencia personal, no se lo aconsejo a nadie. Esto hace que no solo se rompa la relación de pareja, si no también que se rompa la familia, que es la célula fundamental de la sociedad. Las mujeres solteras de hoy, incluso las que tienen una edad más provecta, no quieren relacionarse con hombres de su generación y regenerar su vida, y hace unos días una amiga me comentaba que a los hombres solitarios no les interesaban las mujeres de su generación, si no las más jóvenes, donde casi nunca hay amor y sí interés.
Es decir, se ha perdido aquel viejo pensamiento de que «el amor es la fuerza que mueve la tierra». Ya el amor no juega su papel aglutinador de la pareja y de la familia, y solo estoy hablando de Cuba, ni qué pensar en lo que sucede en el mundo, lleno de odios, calamidades, guerras, injustas sanciones a pueblos enteros por encima de las leyes internacionales aprobadas, aplicando una autoridad discrecional hiperbolizada, y hasta los fanáticos cristianos tiran por la borda el versículo bíblico que dice que «Dios es amor» y convierten a Dios en odios y rencores.
Entonces, ¿qué podemos hacer para que crezca de nuevo el amor?
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