Entre 1922 y 1923 vio la luz, con el célebre nombre de este gladiador, esta «Revista ilustrada», cuyo primer número apareció el 1º de octubre. Fue editada mensualmente por Carlos Baliño (La Habana, 1848-1926), cuyo nombre está afiliado a importantes acontecimientos de la historia de Cuba. Sin concluir estudios de teneduría y de arquitectura, muy joven colaboró con artículos y poemas en El Fénix, El Alacrán y La Crítica, de Guanajay.
En 1868 ingresó en la Academia de Pintura «San Alejandro», pero se vio obligado a abandonar sus estudios debido al encarcelamiento de su padre en la isla de Fernando Poo, por conspirar contra España. En vano trató de encontrar trabajo en La Habana, por lo que decidió marchar a los Estados Unidos a fines de aquel año. Vivió en Tampa, Cayo Hueso, Nueva York y Nueva Orleans, donde desarrolló una amplia labor revolucionaria, a la vez que ganaba su sustento como tabaquero. En Tampa fue fundador del primer gremio obrero, «Caballeros del Trabajo» y fundó dos logias.
En Cayo Hueso fue redactor del periódico La Tribuna del Pueblo, desde el que ejerció una intensa campaña por la libertad de Cuba y a favor de la clase obrera. Conoció a José Martí y estuvo entre los que suscribió las bases y el acta de constitución del Partido Revolucionario Cubano —fundado por este último—, y a quien acompañó por diversos lugares de la península de la Florida en campaña revolucionaria. En medio de variadas labores revolucionarias a favor de la independencia de Cuba, entre ellas en el periódico Patria, regresó a Cuba después de terminada la guerra contra España.
En 1902 publicó artículos en defensa de los obreros mientras laboraba en pequeños chinchales de torcer tabaco. Organizó el Partido Obrero (1904), convertido, por instancia suya, en Partido Obrero Socialista y en cuyo órgano portavoz, La Voz Obrera, publicó un artículo en apoyo a la revolución rusa de 1905. En 1906 firmó el acta de constitución del Partido Socialista de Cuba, surgido de la refundición del Partido Obrero Socialista y de la Agrupación Socialista Internacional, creada también con su contribución.
Fue miembro de la Agrupación Socialista de la Habana, cuya presidencia ocupó en 1910, y colaboró en El Socialista, órgano de la referida Agrupación, además de en El Productor, El Obrero Cigarrero, Justicia y Lucha de clases. A partir de 1919 reunió a pequeños grupos socialistas transformándolos en agrupaciones comunistas. En 1922 ocupó la dirección de Espartaco; fue corrector del Boletín del Torcedor y de la revista Juventud, dirigida por Julio Antonio Mella. En unión de este y de otros militantes fundó, en 1925, el primer Partido Comunista de Cuba. Además de toda esta inmensa labor política desplegada, también escribió cuentos.
De la revista Espartaco solo se han localizado los tres primeros números, el último de los cuales corresponde a diciembre de 1922 y enero de 1923. Estuvo dedicada a la superación cultural y política de los trabajadores, a quienes iba dirigida, y en sus páginas aparecieron, fundamentalmente, artículos históricos y políticos, algunos referidos a cuestiones teóricas del socialismo y sobre la Rusia soviética, asimismo poesías de temas revolucionarios y reproducciones de trabajos tomadas de otras publicaciones. Entre sus colaboradores estuvieron el líder obrero Alfredo López (asesinado posteriormente debido a su lucha contra la dictadura machadista); Luis Gómez Wangüemert (periodista de larga trayectoria en la prensa y en la televisión cubana hasta poco después del triunfo revolucionario) y Antonio Penichet, también vinculado a las luchas obreras.
A pesar de su corta vida, Espartaco —cuyo título es todo un símbolo de rebelión de los desposeídos contra los opresores—, desempeñó un papel aglutinador en las filas del movimiento obrero cubano, que por aquellos años empezaba a dar muestras de cohesión y de lucha unida frente a quienes intentaban quebrar la fuerza del obrerismo cubano. Su director, Carlos Baliño, es una de las figuras más reconocidas del movimiento comunista cubano desde fines del siglo XIX y a él se deben muchas páginas gloriosas de una Cuba que aspiraba a liberación total. Su cercanía a José Martí, —de quien fue colaborador fiel—, lo inscribe aún con mayor fuerza al lado de la causa justa de la independencia de Cuba. Espartaco queda, pues, como uno de sus logros más significativos a pesar de su corta duración. Su labor impresa quedó recogida en Documentos de Carlos Baliño (1964), publicado por la Biblioteca Nacional José Martí.
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