A propósito del cuento «Los suicidios de Ivette»
Esta podría ser la historia de un ángel de la muerte, pero no. Podría ser la historia de una mujer distorsionada, cuya mente juega el partido final contra sí misma: si gana, el premio serán los barbitúricos. Esta podría ser la historia de una denuncia feminista —mujer profesional y exitosa que carece de lo elemental en la vida «real», oculta entre paredes, la muchacha que no tiene el talento para simular el rol de «chica buena»: mamá orgullosa, esposa amante; esa, la que no tiene ningún hombre para abrazar luego del esfuerzo de un largo día de trabajo—, pero la verdad se resiste a ser sometida de manera semejante. Pero,¿qué realidad?, cabría que los lectores se preguntaran, también ellos resistiéndose a recibir estas palabras como un manual de (auto)ayuda a la lectura. Y hacen bien los lectores. Pero insistiré. Ivette —nuestra protagonista— es ciertamente un ángel de la muerte, un sobrenatural ángel que viste la piel del alien (nunca mejor empleado este término del cine de terror y gore de las últimas décadas), de la criatura que vive soterrada dentro (o debajo) de la piel del portador. Solo que el alien de esta historia es a la vez suicidio, enfermedad mortal y alegoría de lo extraño. Es símbolo y materia fetal. Es maternidad impuesta por el autor y cuerpo violado de la mujer objeto. Es sexo no consentido y desmemoria.
Ivette es la criatura pasiva, la criatura de referencias borgianas que se asoma al espejo y teme verse reflejada en él (sí, ya sabe ella lo que se esconde debajo de la piel/capa de la cebolla: el tufo que hace llorar). Ivette se asoma a la cuna de los infantes y su leitmotiv es la muerte: comer de ellos o comer de sí misma. El suicidio es la figura simbólica que se yergue en su construcción de vampiro, dígase absorción de las energías vitales, suicidio a través de barbitúricos u otro método de (auto)eliminación, negativa a la contemplación.
El centro temático de esta historia lanza sus líneas de conexión hacia el cine de terror psicológico (y sus primos menos gentiles del gore), pero no tema, lector: si no le apetece encontrar escenas conabundancia de sangre, este joven autor ha tenido el buen tino de escuchar la influencia aristotélica, la voz de Sófocles y Eurípides, para convertir el dolor y la desgarradura en referencia, prehistoria, hecho verbal narrado, no vivido. El uso de la segunda persona del singular como sujeto narrativo (y también narrador personaje, temo decir: alerta de spoiler, pero así es) si bien puede vender un final que resulta evidente/previsible al menos para mí como lectora, al menos demuestra la capacidad que tiene este joven autor de elegir —correctamente— un narrador que obedezca al sujeto alien, al sujeto vampiro, al sujeto nosferatu, Gregorio Sansa en distorsión asesina que es, al fin y al cabo, esencia de la historia.
Las referencias no son sutiles y la influencia de la circularidad se percibe, pero no son estos hándicaps de la estructura, pues la historia se disfruta plenamente y no se usan vericuetos argumentales para contar un relato que no pierde su esencia. Su autor, David Martínez Balsa si bien este relato no forma parte del libro del premio que se le ha otorgado, en este relato puede apreciarse la mano de un autor en ciernes y de un lector inteligente, que se esfuerza en desentrañar los vericuetos de la experimentación y del lenguaje, con aciertos y desaciertos, con momentos de lugar común y otros de lucidez, luces y sombras, claroscuros. «Los suicidios de Ivette» es la historia, sin dudas, de la criatura y su huésped, de la mujer y su carga: la alegoría de un grito que, sin dudas, Eurípides habría sabido apreciar.
——————————————
David Martínez Balsa. Contador de profesión y graduado del taller de técnicas narrativas, dramaturgia y lenguaje de radio, televisión y cine Herramientas del Escritor, auspiciado por el grupo Punto de Giro. También es egresado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, donde obtuvo la beca de creación literaria El Caballo de Coral, en el año 2015. También obtuvo mención en el Concurso Oscar Hurtado 2014; primera mención en el Camello Rojo 2016; tercer lugar en el Concurso Juventud Técnica 2017 y fue galardonado con el Premio David 2017 de Cuento.
***
Tomado de País de fabulaciones, texto de Elaine Vilar Madruga publicado por Cubaliteraria en 2019.
Visitas: 5
Deja un comentario