
Víctor Casaus se graduó de Licenciatura en Lengua y Literatura Hispánica en la Escuela de Letras y Artes de la Universidad de La Habana. Ya profesional, laboró como periodista y director de documentales, tanto en la televisión como en el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC).
En 1970 obtuvo mención en poesía con su obra De una Isla a otra Isla en el Concurso Casa de las Américas. Es el fundador y director del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, que radica en La Habana Vieja.
Su obra literaria abarca la poesía, traducciones y antologías, cuentos, testimonios, literatura para niños, ensayos y guiones cinematográficos. Por su quehacer profesional ha recibido múltiples premios y reconocimientos por su obra artística y literaria, entre otros, la Orden Juan Marinello que otorga el Consejo de Estado de la República de Cuba.
Para Fayad, hermano.
Sobre la niebla poderosa de mi país te escribo a veinte mil pies sobre el nivel de tus pies suspendido como un loco entre el cielo y la tierra, ahora atravesando una tormenta tropical, una bruma que envuelve por minutos al Iliushin. Pero dejemos eso mejor para decirte estas palabras a estas alturas, Fayad aquí, al reverso de tus letras, en el fondo de tu libro; donde relinchan y cruzan las yeguas de tu infancia, las miserias y las lágrimas de entonces y desde donde ves los soles violentos de la Revolución que compartimos y nos reparte por esa superficie azulosa que se extiende allá abajo, por esos rectángulos que resultan ser granjas, por esas líneas amarillas que vienen a ser las carreteras del país y por esas sombras, que no dudo sean las guásimas que he visto en tus poemas. Por sobre soles marchitos y sobre todo sobre lágrimas angustias ruinas de nuestro pasado peor. Sobre mentiras y despojos y sobre aquel tiempo del que no quiero ni acordarme, Fayad. Yo quería quiero querré siempre levantar esta mano de hermano mayor para saludar mientras pasan a tus sueños más viejos y a tus nuevas visiones Yeguas guásimas candiles güijes calles verjas infancias tierras lámparas canten y relinchen y alumbren esta soledad de los veinte mil pies de altura sobre la tierra azulosa que nos hizo crecer y sobre la que fundamos un tiempo abierto y claro, como ese que se acerca aquí y ahora, iluminando el avión y las nubes.
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Tomado de La Jiribilla
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