Invito al lector a «situarse» en los inicios del siglo XIX, en la Cuba colonial de entonces y además, con la muy desfavorable condición de mujer. Todo ello coincidió en el caso de Mercedes Valdés Mendoza, la muy olvidada poetisa nacida en Guanabacoa el 11 de noviembre de 1820, es decir, doscientos años atrás.
La biografía de esta escritora es breve y en cada una de las reseñas (ver fuentes como Diccionario de Literatura Cubana, del Instituto de Literatura y Lingüística; Enciclopedia Cubana en la Red – Ecured; Panorama Histórico de la Literatura Cubana, de Max Henríquez Ureña…) se repiten los mismos exiguos datos, que también se incluirán aquí porque es necesario.
Para los críticos, y respetamos su criterio, se trata de una poetisa modesta comparada con las cumbres femeninas cubanas del XIX, entre ellas Gertrudis Gómez de Avellaneda, Luisa Pérez de Zambrana, Luisa Pérez Montes de Oca, hermana de la anterior; Mercedes Matamoros, Juana Borrero… no obstante, dejemos que el lector juzgue por sí mismo:
Salve, lumbrera bella de la callada noche,
henchido de entusiasmo te mira el corazón,
vertiendo placentera desde tu excelso coche
consuelos al que gime y al bardo inspiración.
El pecho palpitando de gozo y alegría
te ofrece enardecido sus cánticos de amor,
que a mí me cansa, ¡oh luna!, la claridad del día,
me oprime su hermosura, me mata su esplendor.
(Fragmentos iniciales de «La Luna»)
María de las Mercedes Valdés Mendoza alcanzó con el apoyo de sus padres una educación todo lo esmerada a la que, por aquellos tiempos, podía acceder una mujer. Leyó los autores clásicos y románticos y escribió versos que inicialmente guardó para sí. La casualidad, o el destino, según se prefiera, hizo que una composición de la poetisa llegara a manos del también bardo Francisco Javier Foxá, quien –sin participárselo a Mercedes− la leyó en una de las tertulias de don Nicolás Azcárate, donde se reunían jóvenes y críticos para dialogar sobre poesía, y allí, en ese entorno literario, el poema fue bien acogido y despertó curiosidad acerca de su autor(a).
Aquel suceso marcó un parteaguas en su vida. Se la empezó a ver y escuchar en los círculos literarios, donde leyó sus textos.
Cíñeme con tus lazos deliciosos,
encanto de mi ser, flor argentina,
y por senderos fáciles y hermosos
mis débiles pisadas encamina.
Estréchame en tus brazos amorosos,
esperanza feliz, Virgen divina,
y al darme la vejez su mano helada
en tu seno me encuentre reclinada.
(Fragmento final de «La esperanza»)
Los poemas de Mercedes −unos sentimentales y líricos, otros altisonantes, según el tema−, vieron la luz en numerosas publicaciones: El Liceo de La Habana, Guirnalda Cubana, El Rocío, Faro Industrial de La Habana, Floresta Cubana, Álbum Cubano de lo Bueno y de lo Bello, El Aguinaldo, Cuba Literaria, Revista de La Habana…También periódicos de Madrid y Sevilla le abrieron sus páginas, en tanto se la incluyó en la antología Poetisas americanas (París, 1875). Mercedes alcanzó a publicar dos libros: Cantos perdidos, en 1847, y Poesías, en 1854.
Lo anterior nos demuestra que no se trató de una escritora ni desconocida ni irrelevante, al contrario, máxime si acotamos que algunas de sus composiciones se tradujeron al inglés y al alemán.
De larga vida, Mercedes Valdés Mendoza murió en Guanabacoa el 1 de junio de 1896, a los 75 años. Recordarla a dos siglos de su nacimiento es una oportunidad que no podemos dejar pasar, y hagámoslo con un voto de simpatía y complicidad, sin asumirnos como críticos de la obra de una dama con quien las musas se mostraron indulgentes.
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