En Eduardo Machado sucede lo que con otros patriotas: la excelsitud del prócer lleva a olvidar la integralidad de su pensamiento y de su hacer. El de escritor es un mérito más dentro del hombre que entregó su vida por la independencia nacional.
De algunos de los patriotas fundadores de la República en Armas en Guáimaro, en abril de 1869, se conoce que fueron, además de oradores de primer orden, hombres de formación literaria, casi siempre dirigida hacia el cultivo de la poesía.
Uno de los menos recordados en esta faceta de su vida, la intelectual, es el patriota villaclareño Eduardo Machado y Gómez. Lo atribuimos al hecho de no haber sido poeta, sino prosista e indagador en la historia, por lo cual no aparece incluido en el volumen titulado Los poetas de la guerra, preparado por José Martí y por Serafín Sánchez, que se publicó en Nueva York, en 1893.
Sin embargo, Machado es autor de varios libros editados en Cuba y fuera de ella, y alcanzó un prestigio grande entre los intelectuales contemporáneos. Viajó por Estados Unidos, Inglaterra, Francia, España, Italia, Prusia y Rusia, de la cual visitó las ciudades de Moscú y San Petersburgo. No eran muchos, entonces, los cubanos que llegaban a latitudes tan altas.
Estudió teneduría de libros e ingeniería civil, se interesó en las literaturas y las lenguas inglesa, alemana y francesa, también en el hebreo y el ruso. El diapasón de sus conocimientos era variado y extenso, y acopió una cultura apreciable que le permitió realizar traducciones del francés.
Después de mucho andar, cuando tenía 27 años Eduardo Machado regresó a Santa Clara, ciudad donde había nacido el 20 de octubre de 1838. Allí fundó el periódico La Época y de inmediato se sumó al germen separatista a través de la Junta Revolucionaria de Villaclara, también participó del alzamiento de las Cinco Villas, en febrero de 1869 y figuró entre los patriotas cuya voz y pensamiento señalaron el camino a seguir de los iniciadores de la Revolución en el centro de la Isla.
Durante las sesiones de la Asamblea de Guáimaro abogó para que la Cámara de Representantes acordara la utilización de la bandera que debía simbolizar la Revolución en la Isla, e indicó que para ello se empleara la que ondeó Narciso López, es decir, la de la estrella solitaria de cinco puntas.
Escribió para el periódico insurrecto La Estrella Solitaria y dejó inédito un Diario de Campaña, pues murió en combate el 16 de octubre de 1877, a cuatro días de cumplir 38 años.
Su libro Cuba y la emancipación de sus esclavos se tradujo al alemán y se publicó en Leipzig en 1864. También publicó Placido, Dichter und Martyrer, en alemán, francés y español; La maestra Nicolasa, 1866; Visita a Villaclara de Eduardo Asquerino, 1866; El estero del Granadillo, 1867 y algunos libros más que vieron la luz por las imprentas villaclareñas. Quedó su Autobiografía, publicada en 1908.
La lectura de estos apuntes puede con justicia sorprendernos. Se trató de un cubano que viajó por el mundo, escribió libros, fue representante a la Asamblea de Guáimaro, murió en combate por la independencia… ¡y nos resulta prácticamente desconocido! Vaya deudas las que tenemos con la memoria.
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