Hijos de Don Cristóbal Mendoza, quien emigró de Venezuela hacia Cuba por el año de 1848 y nietos del patricio de igual nombre, figura descollante de la administración y la magistratura en los tiempos del Libertador, y en consecuencia vástagos ambos de una familia de raigambre patriótica y acendrado prestigio, los hermanos Cristóbal y Tomás Mendoza y Durán militan en el nutrido haz de extranjeros que se incorporaron al Ejército Libertador, y que además cultivaron las letras.
Cristóbal ejerció el periodismo y colaboró en Cuba Literaria, Revista de La Habana, El Siglo y El Camagüeyano (que dirigió y donde publicó con el seudónimo Legión), fue también catedrático del Instituto de Segunda Enseñanza de Puerto Príncipe. A la manigua se sumó en el mismo año de 1868, por lo que tomó parte en las acciones más significativas de aquel período. Alcanzó el grado de coronel y murió frente al pelotón de fusilamiento español el 30 de diciembre de 1870, dos días después de caer prisionero.
Orador político, también su hermano Tomás se entendía con las musas. Su melopea Cupido, con música de Laureano Fuentes, se hizo popular:
¡Dulzuras del ayer!
¿por qué me atormentáis?
¡Recuerdos del placer!
¡decidme dónde estáis?
La fama, sin amor
Es lámpara sin luz,
es cielo sin color,
belleza sin virtud.
Escribió para el teatro y en su obra se incluyen los dramas Una estocada secreta y Justicia de propia mano, en verso y en prosa respectivamente, el proverbio en verso A espaldas vueltas, así como la zarzuela Dos máscaras y las comedias Los mocitos del día, El tesoro de Santa Clara y De lo vivo a lo pintado, las dos primeras en prosa, la tercera en verso.
Los teatros santiagueros y hasta el Gran Teatro de La Habana sirvieron de escenario a las representaciones. Fue además, secretario de la Sociedad Filarmónica de la capital oriental y sus colaboraciones menudeaban en la prensa de entonces.
Al romperse las hostilidades en la Isla, Tomás embarcó al extranjero en misión insurreccional. En Nassau firmó junto a otros patriotas el manifiesto independentista de los expedicionarios de la goleta Galvanic, en la que se enroló.
El desembarco de las fuerzas expedicionarias tuvo lugar por las costas camagüeyanas, en el estero de Piloto, cercano al punto denominado La Guanaja, el 27 de diciembre del primer año de la guerra. A partir de aquel momento, el joven Mendoza tuvo bastante quehacer bélico. Con el grado de comandante participó el 16 de agosto de 1869 en el ataque a Las Tunas, donde recibió heridas que le causaron la muerte.
José Martí recordaba años después en el periódico Patria «al maestro Cristóbal Mendoza, que le dio a Cuba sus dos hijos» y también «…A Tomás Mendoza, austero y cabeceador, con chistes que eran sentencias, y autoridad que le alzaba la estatura; a Cristóbal Mendoza, con el alma en los labios chispeantes y la cabeza llena de letras y de lenguas.»
Con aquel gesto solidario llevaron a la práctica los hermanos Mendoza el enunciado martiano expuesto precisamente desde Caracas, en 1881, al afirmar: «De América soy hijo: a ella me debo.»
Transcurridos 151 años del fusilamiento de Cristóbal Mendoza ofrecemos este modesto recordatorio a su memoria que debimos publicar un año atrás… aunque lo hacemos ahora porque siempre vale más tarde, que nunca.
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