En el año 1950 un escritor, Marcelo Salinas —dramaturgo con Alma guajira (1928), llevada al cine en 1929, entre otros títulos de igual género literario; novelista, con Un aprendiz de revolucionario (1937) y ensayista con Diálogos libertarios de actualidad (1959), además de autor de letras para zarzuelas como Cimarrón, con música de Gonzalo Roig, y La rosa de la vega, llevada al pentagrama por Eliseo Grenet— fundó un Mensuario de cultura bajo el título de Estudios.
¿Quién era este autor, bastante prolífico en el teatro? Había nacido en Batabanó, en la actual provincia de Mayabeque, el 30 de octubre de 1889. Entre otros oficios, fue tabaquero en Santiago de las Vegas y publicó trabajos literarios en la revista Tierra. En su juventud fue teórico y dirigente anarquista, movimiento político-ideológico presente en Cuba desde mediados del siglo xix con figuras como Enrique Roig de San Martín y Saturnino Martínez, quienes habían fundado periódicos como La Aurora y El Productor, defensores de tales posturas, que —como se sabe—, propugnan al individuo como única realidad y por lo tanto este debe ser absolutamente libre y de la cual se desprende, en sus premisas, la ilegitimidad del Estado.
Salinas propugnó tales ideas tanto en Cuba como en otros países. Residió en España, Italia, América Central y Estados Unidos, donde fundó Liberación y El Corsario. A fines de la Primera Guerra Mundial sufrió prisión en este último país y en España debido a su labor de agitación social. De nuevo en La Habana dirigió las publicaciones Nueva Aurora y Mañana, esta última subtitulada «Revista de ideas». Fue secretario del Congreso Obrero celebrado en La Habana en 1920, donde el ala anarquista, sensibilizada con el triunfo de la Revolución de Octubre y apoyando públicamente su solidaridad con ella, le imprimió un carácter radical a las posiciones del proletariado.
Más tarde fue acusado de terrorista y fue encarcelado nuevamente. Colaboró en Bohemia, Carteles, Selecta, Pueblo y El País. Emigró a los Estados Unidos después del triunfo de la Revolución, y falleció en Miami en 1976.
Su revista Estudios apareció en febrero del mencionado año 1950 y en ese primer número ofreció una amplia relación de colaboradores cubanos y extranjeros de la que formaron parte, entre los primeros, figuras como Fernando Ortiz, Herminio Portell Vilá, Enrique Labrador Ruiz, Samuel Feijóo, Leví Marrero y José Zacarías Tallet, aunque de casi ninguno de ellos aparecieron trabajos. A partir del segundo número, correspondiente a abril, presentó un consejo de dirección integrado por el propio Salinas unido a Abelardo Iglesias y Luis Dulzaides.
Estudios fue una revista donde se reflejó claramente la confusión estética, política e ideológica de la época. Como se afirma en el tomo II de la Historia de la literatura cubana (2003):
[L]o más perdurable de esos años alcanzó su dimensión histórica en las grandes antítesis del momento: vanguardismo-academicismo en el arte y la literatura; independencia-dependencia en lo político, social y económico; marxismo-positivismo, entre otras tendencias, en el campo de las ideas. Toda la dinámica del acontecer se sustentaba en esos opuestos y quedó manifestada en las búsquedas estéticas, en la creación de grupos y manifiestos, en las acciones de los grandes líderes populares y estudiantiles contra la dictadura, en la labor del periodismo cultural y político, en las medidas represivas del Estado, en los temas esenciales que ocupaban la atención de intelectuales y luchadores sociales, , entre ellos la naturaleza de la vanguardia, la relación entre literatura y política, la función del intelectual en la sociedad, la reactualización del ideario y la acción martianos, la situación y las luchas del proletariado urbano y rural, la intervención yanqui en Nicaragua.
Más adelante en el tiempo, cerrada la etapa vanguardista, dolorosas lecciones y acontecimientos, asesinatos —Mella—, muertes desgarradoras —Martínez Villena—, la ascensión de un «hombre fuerte», encarnado por Fulgencio Batista, la supresión en 1934 de la Enmienda Platt, posible porque ya habían consolidado otros mecanismos mucho más «eficientes» para controlar al país, períodos presidenciales corruptos, violencia de las pandillas dominadas por gángsteres, nuevos asesinatos, como los de Jesús Menéndez y Aracelio Iglesias, el surgimiento del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), así como la militancia del Partido Socialista popular fueron, estas dos últimas, las mejores fuerzas que agruparían a quienes luchaban por una Cuba diferente.
En el amplio lapso que va de 1936 a 1958 creció considerablemente el número de revistas, no siempre de calidad pareja, pero sin duda valiosas por sus aportes a la cultura y por la atención que prestaron a la literatura desde diferentes posiciones estéticas, como también fueron valiosos los aportes de diarios y revistas no especializados. Además, publicaciones que, como la que nos ocupa, Estudios, propugnaron desde sus páginas las actividades y posibilidades de la corriente anarquista en el mundo.
En lo estrictamente artístico-literario dio preferencia en sus páginas a la crítica, pero hubo aportes en poesía debido a importantes figuras como José Álvarez Baragaño, perteneciente a la Generación de los Años Cincuenta, que en 1952 daría a conocer su poemario Cambiar de vida; en 1955, El amor original y en 1960, Poesía, revolución del ser. Apegado al surrealismo, en su libro final, pues falleció en 1962, ya daba indicios de transitar hacia el coloquialismo. Otros colaboradores fueron Eduardo Manet y el narrador Miguel de Marcos, este último con algunas de sus estampas burlonas acerca del discurrir de la vida urbana en las cuales practicó innovaciones en el plano léxico.
También fueron atendidas en esta revista las artes plásticas y la música. Las primeras a través de artículos críticos, a veces muy polémicos, y de reproducciones de pintores cubanos como Wifredo Lam, Carmelo González, Samuel Feijóo y Antonio Vidal, quienes dibujaron para la revista. Entre los músicos que colaboraron en sus páginas estuvieron Edgardo Martín y José Ardévol, miembros de la vanguardia musical cubana del momento.
El último ejemplar visto de esta revista data de septiembre de 1959, así pues, su vida fue muy breve. Sin embargo, fue visitada por firmas reconocidas de la cultura cubana que, en una época dada a múltiples instancias político-ideológicas, hallaron en ella un espacio para sus expresiones.
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