El año pasado, en el marco de las discusiones ideológicas y metodológicas impulsadas por el comité central del partido bolchevique, y en particular por Zhdanov, tuvo lugar en la Unión Soviética también un debate sobre la ciencia lingüística, que, además de revelar las diferentes tendencias existentes en la lingüística soviética, ha establecido los principios fundamentales de una lingüística marxista «ortodoxa»; principios consagrados en una resolución oficial.
Para comprender bien el espíritu de ese debate y de esa resolución, es necesario tener presente que toda la discusión ideológica desarrollada en Rusia el año pasado reflejó la lucha entre las dos tendencias fundamentales de la ciencia soviética en su totalidad; tendencias entre las que la diferencia aparece más sutil y se refiere a la interpretación misma del método dialéctico. ¿Se trata de negar decididamente y en bloque toda la ciencia «burguesa», o bien de aceptar sus resultados positivos, negando en cambio sus premisas? Esta segunda tendencia, justamente, ha sido declarada errada y «desviacionista», en tanto fundada —según los «ortodoxos»— sobre un error ideológico: el de ignorar las fases de la dialéctica. En efecto —siempre según los «ortodoxos»— la ciencia soviética, planteándose a sí misma como tesis, debería, antes de llegar a la síntesis, negar su antítesis, o sea, la ciencia «burguesa». El primer acto de una ciencia marxista «ortodoxa» debería ser por lo tanto la negación de la ciencia «burguesa», negación que, por otro lado, no significaría decir simplemente no, sino absorber, llegar a una síntesis superior (Engels). En cambio, los científicos que aceptan los resultados positivos de la ciencia «burguesa» son, desde el punto de vista marxista «ortodoxo», «desviacionistas», porque —éticamente— concilian y no son intransigentes, o sea, en términos ideológicos, porque plantean como primer acto la síntesis, sin pasar por la antítesis, es decir, quieren absorber antes de haber negado. Tal tendencia, en la fase de marxismo intransigente inaugurada en la URSS por Zhdanov, ha sido condenada en todos los campos de la investigación y de la creación, desde la filosofía hasta la biología y desde la literatura hasta la música.
En el ámbito de la lingüística, el informe fue confiado al conocido alumno de Marr, I. I. Meshchaninov[i]. El informe niega la ciencia lingüística occidental, critica las insuficiencias y las desviaciones de la lingüística soviética y afirma como marxistamente ortodoxa tan solo la doctrina lingüística de N. Marr, «fundador de la lingüística marxista».
Siguiendo las huellas justamente de Marr, Meshchaninov rechaza diferentes conceptos de la lingüística «burguesa». En primer lugar, el de una «lengua primitiva», que correspondería a un falso concepto de la herencia y a un método comparativo apto para conducir a una total negación de la influencia social sobre el fenómeno lingüístico.
Según Meshchaninov, el método comparativo occidental sería «formalista» porque se aplicaría solamente en el marco de una misma familia lingüística y afectaría sobre todo al desarrollo de los fonemas y de las formas gramaticales, dejando en un segundo plano o ignorando el significado funcional de las formas estudiadas y de su fundamento social. El profesor soviético critica, por lo tanto, a los neogramáticos y también a los etnopsicologistas, quienes considerarían la lengua como producto aislado de una forma étnico-cultural específica, que debería constituir una especie de sustancia hereditaria eterna e inmutable.
Pero las críticas más ásperas se reservan a Saussure y a los saussureanos, quienes, aun considerándose a sí mismos sociales, no lo serían, ya que, según Meshchaninov, reducirían la sociabilidad de la lengua al solo hecho de que esta es instrumento de varios individuos (la masa de los hablantes). El error fundamental de la lingüística de Saussure sería, justamente, el de basarse en la sociología de Durkheim, para la que la conciencia colectiva se reduce a la relación entre conciencias sociales. Ello llevaría a los saussureanos a estudiar objetivísticamente la historia de la lengua, sin descubrir las leyes de su desarrollo, y a estudiar la lengua en sí y para sí, independientemente de la historia de la sociedad en la que la lengua misma se desarrolla, a ignorar la influencia del hecho social sobre el fenómeno lingüístico y el «carácter psicológico» de la lengua, a renunciar a la investigación de la relación existente entre la lengua y los datos de la consciencia, a atribuir las innovaciones lingüísticas al azar y a afirmar la arbitrariedad del signo lingüístico, a distinguir una lingüística «interna» y otra «externa», a admitir un aspecto individual y un aspecto social de la lengua (y no así aspectos de clase), a afirmar una contraposición entre sistema establecido y evolución o innovación (y no así una evolución continua con saltos cualitativos), a considerar la lengua como dualidad y no como unidad, a considerar el fenómeno lingüístico —sobre la base de un concepto de libertad rousseauniano— como una convención y no como una necesidad, y por lo tanto, coherentemente, a negar a los hablantes la posibilidad de modificar los signos, atribuyéndoles una actitud pasiva y no una activa.
Tales errores, dice Meshchaninov, se dan también en la URSS, aunque esporádicamente. También en la glotología soviética se constata un insuficiente estudio estructural y funcional y un excesivo estudio formal, analítico. Con excepción de algunas (N. K. Dimitrev, Gramática de la lengua cumuca; N F. Jakovlev, Gramática de las lenguas adigué y cabardiana), las gramáticas soviéticas son compiladas todavía según viejos esquemas. También hay en la URSS ataques contra Marr, en especial de parte del Jazykfront[ii] y de los neogramáticos. Hoy, algunos de estos neogramáticos han aceptado a Marr (M. G. Dolobko, D. B. Dubrich), mientras otros, como M. N. Peterson, han permanecido en las viejas posiciones. Existe además una oposición teórica a la doctrina de Marr. Hay verdaderos saussureanos, como A. A. Reformatskij, y lingüistas que definen la teoría materialista de Marr un intento fallido y en realidad mecanicista (A. S. Chikobava); otros que afirman que no debe confundirse la doctrina de Marr con toda la lingüística soviética y consideran posibles también otras doctrinas tan marxistas como ella (V. V. Vinogradov; M. V. Sergevskij), e incluso otros que observan cómo los mismos secuaces de Marr no siguen en todos los puntos a su maestro y no utilizan su postulado de los «cuatro elementos» (Kelda – Dimitrev).
En verdad, muy poco de las teorías específicas de Marr permanece en la lingüística marxista «ortodoxa», así como se la delinea en el informe de Meshchaninov: lo que permanece prácticamente es tan solo la orientación materialista marxista-leninista. Se trata, dice Meshchaninov, de tomar a Marr como punto de partida y de corregir sus eventuales errores. En realidad, sin embargo, la lingüística de la que él esboza los fundamentos, más que de la doctrina de Marx, aparece como desprendida directamente de las tesis fundamentales del marxismo-leninismo. Estos son sus principios fundamentales: la lengua es un fenómeno de orden superestructural, y es un reflejo de la realidad social objetiva, representada, en último término, por las relaciones de producción. Es conocimiento real y, como todo fenómeno, está en permanente devenir.
Entre lengua y pensamiento existe no identidad, sino unidad dialéctica: la lengua no puede ser aislada del pensamiento, del contenido vivo del conocimiento. Tal unidad dialéctica explica la existencia en las lenguas más diferentes de un fondo común que se manifiesta no obstante en la diversidad de las formas particulares (formas diferentes–funciones idénticas).
La lengua no puede ser estudiada independientemente del ambiente social por el que es condicionada y sobre el que, a su vez, influye. Dada la unidad entre lengua y pensamiento, la parte fundamental de la lingüística es la que se refiere al desenvolvimiento del pensamiento, es decir, la sintaxis. El examen lingüístico debe por lo tanto comenzar con el estudio del contenido semántico completo de una expresión entera, o sea, con la frase; esto es, debe comenzar con una semántica funcional, que establezca el significado de las formas y su objetivo, la función social de las palabras y de su forma gramatical. Y el método comparativo debe ser aplicado no solo «formalísticamente» (fonemas y morfología), sino también estructuralmente, contenidísticamente, confrontando funciones idénticas desarrolladas por formas diferentes en sistemas lingüísticos distintos.
Nada es arbitrario en la lengua: ni la palabra, ni el fonema. La lengua es creación necesaria, y no del individuo, sino de la sociedad, ya que es la existencia misma del hombre social. El lenguaje es, por lo tanto, un fenómeno colectivo y no una suma de lenguajes individuales. Además, dado su continuo devenir, la lengua no tiene nada de estático; no existe en el fenómeno lingüístico ninguna sustancia hereditaria dada una vez y para siempre e independiente de las condiciones de vida de los hablantes. El movimiento de evolución de la lengua no es casual, porque depende de los progresos de la producción y de las relaciones sociales que se constituyen sobre la base de la producción. Cada mutación en la lengua, no excluidas las mutaciones fonéticas, resulta en último análisis determinado por el influjo del ambiente social, el cual no es pasivo sino activo y constantemente operante. Por lo tanto, las leyes generales de desarrollo de las lenguas existen incontestablemente como leyes objetivas, pero están determinadas y condicionadas por las leyes de desarrollo de la sociedad humana: la historia de la lengua no es independiente de la historia de los hablantes, por el contrario, refleja la historia de la humanidad y es por lo tanto fuente histórica.
Finalmente, el devenir de la lengua, como el de todo otro fenómeno, es una permanente mutación cuantitativa con saltos cualitativos; un movimiento de evolución combinado con mutaciones revolucionarias. Dichos «saltos» cualitativos reflejan los relativos saltos registrados por la técnica del pensamiento. Y debido a que las mutaciones revolucionarias en la técnica del pensamiento son poco numerosas, también las mutaciones «estaduales» de la lengua (pasaje de un tipo lingüístico a otro tipo, superior) son pocos. Sobre la base de tales mutaciones se establece una tipología sintáctica de las diferentes lenguas.
La lingüística marxista «ortodoxa» es por lo tanto: 1) materialista (en cuanto considera las leyes lingüísticas y la lengua misma determinadas en última instancia por las leyes de la realidad material); 2) realista (en tanto considera la lengua como objeto real, no abstracto y no imaginado por el sujeto); 3) histórico-social (en tanto estudia la lengua en relación con la historia y el ambiente social); 4) diacrónica (en tanto estudia la lengua como fenómeno en permanente devenir); 5) contenidística (en tanto estudia sobre todo el contenido del pensamiento de las formas); 6) estructuralista y tipológica; 7) teórico-práctica (en tanto verifica en la práctica la doctrina que se deduce del marxismo-leninismo). Sobre este último punto y sobre su aplicación a las diferentes lenguas de la URSS, Meshchaninov insiste ampliamente en su informe, subrayando la importancia de las lenguas vivas, cuyo devenir puede ser directamente captado por el estudioso.
Por lo expuesto, resulta claro que ni siquiera la lingüística marxista «ortodoxa» rechaza en bloque a la lingüística «burguesa»; es más, ella llega a conclusiones parecidas, y en ocasiones, idénticas, por ejemplo a las de la escuela de Copenhague, con la diferencia de que lo hace partiendo de otras premisas y que remite toda deducción y toda conclusión a la doctrina y a la metodología marxista.
En cuanto a la aplicación del método dialéctico marxista-leninista a la investigación lingüística, remite a un artículo del lingüista rumano A. Graur[iii], en el cual el autor aplica a la lingüística los cuatro postulados fundamentales de la metodología marxista formulados por Stalin: 1) todo fenómeno cambia continuamente y en una cierta dirección; 2) ningún fenómeno es independiente de los fenómenos circunstantes y ningún fenómeno puede ser entendido si no es considerado en relación de condicionamiento recíproco con los fenómenos circunstantes; 3) en el proceso de desarrollo de un fenómeno cualquiera, se tiene no una simple evolución sino cambios cuantitativos que se concluyen con saltos cualitativos; 4) a cada fenómeno le son propios contradicciones internas.
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(Publicado en Atti del sodalizio glottologico milanese, Milán, 1950, 25-29. Creemos que al leer esta contribución de Coseriu es importante tener en cuenta un dato histórico: el texto es un año anterior a la publicación de «El marxismo y los problemas de la lingüística», de Josef Stalin. En dicho texto, Stalin criticó fuertemente las posturas de Nikolaj Marr).
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Tomado de Anuario de Glotopolítica.
[i] I. I. Meshchaninov: «La situación en la ciencia lingüística», en Izvestija Akademii Nauk S.S.S.R, sección Literatura y Lengua, Vol. VII, n. 6, 1948, 473-486. El informe fue leído el 22 de octubre de 1948, en la sesión pública del Consejo científico del Instituto para el estudio la lengua y el pensamiento «N. J. Marr» y de la sección de Leningrado del Instituto de lengua rusa de la Academia de Ciencias de la URSS, y provocó una resolución de condena de los lingüistas «desviacionistas», de su revista (La lengua rusa en la escuela) y de sus libros y manuales, y la aceptación oficial de la doctrina materialista ortodoxa de Marr-Meshchaninov (Iván Meshchcaninov, lingüista y etnógrafo discípulo de Nikolaj Marr, a quien sucedió como director del Instituto Soviético de Lenguaje y Pensamiento entre 1934 y 1950, cuando debió abandonar ese puesto como consecuencia de las críticas de Stalin a la escuela marrista (N. del T.)).
[ii] Grupo de lingüistas nucleado a partir de 1930 en torno Georgy Danilov, ejecutado por el Estado soviético en 1937, en el período de las purgas stalinistas. El grupo era fuertemente crítico de las posturas de Marr. (N. del T.).
[iii] Al. Graur, «Cómo y por qué cambia la lengua», en Studii, III, n. 1, Bucarest, 1949.
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