
El cienfueguero Eugenio Horta Alonso, nacido el 11 de marzo de 1865, centró su producción literaria en el periodismo, después recogida en un único libro, Bronces y Rosas, publicado en 1908 y prologado por Aniceto Valdivia (Conde Kostia), que compila textos entre los que se cuentan algunos de muy amplio reconocimiento por la crítica.
Siendo joven se inició en el periodismo a través de colaboraciones. En 1885 fundó y dirigió la revista La Nueva Alianza, órgano del centro espiritista «Lazo de Unión» y además se le contó como redactor de La Verdad. Abandonó su tierra natal y embarcó hacia Europa con la irrupción de la guerra en 1895. En París amplió su cultura y también los conocimientos referidos a las ciencias ocultas, en consonancia con su aire enigmático y personalidad un tanto misteriosa, de intensa mirada y cautivadora conversación.
Llegó a ser no solo un escritor aclamado, también un carácter interesante para cuantos lo conocieron, sin que ello constituyera un obstáculo para su realización literaria. Regresó a Cienfuegos a finales de aquella década del 90 y llegó a estar imbuido de tal forma en los estudios de ocultismo, que fue el delegado en Cuba de la Sociedad de Estudios Esotéricos de París.
Establecido dentro de la intelectualidad nacional, colaboró en El Fígaro, La Habana Elegante, Gris y Azul, Social, La Ilustración Cubana (de Santiago de Cuba) y fue redactor de la revista Cienfuegos Ilustrado.
Se le cuenta además entre los prosistas que cultivaron el modernismo en Cuba. Apunta Max Henríquez Ureña que «Horta era un prosista superior (…) Su producción, aunque fragmentaria y destinada a la vida precipitada y efímera del periódico, atesora páginas admirables por sus aciertos de expresión».
Visitó algunos países de América, llevó una vida no exenta de la bohemia que a numerosos autores entonces entrampaba. Escribió artículos de viajes, crónicas sobre asuntos espirituales, enalteció la belleza de la mujer, dictó conferencias sobre el movimiento modernista, tradujo del francés poemas de Mallarmé, Baudelaire, Verlaine… Era un autor de fina sensibilidad, que sabía impregnar elegancia en su prosa, de la cual presentamos una muestra a los lectores:
Yo me he aproximado al borde de ese abismo que se llama «la joven cubana» y lo he visto, poseído de vértigo, esmaltado de las más poderosas seducciones; he contemplado a la fémina tropical, y me ha parecido más bella que un trofeo de soles, más espléndida que una pléyade de eternidades gloriosas.
Este autor ocupó el cargo de canciller del Consulado de Cuba en San Juan de Puerto Rico, donde murió el 31 de agosto de 1912, a los 47 años.
Si bien es hoy un autor olvidado, no fue poco lo que de él se habló en su tiempo, y entre sus contemporáneos lo consideraron un escritor de brillo y estilo atrayente.
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