Lo extraordinario suele esconderse tras la apariencia de la sencillez. Tal es la esencia de La Noche, de Excilia Saldaña (1946-1999), un libro sabio escrito en versos, a cuya autora entrevisté hace 27 años, en mayo de 1994. Pude hallarla de manera fortuita y el diálogo fluyó del mismo modo en que se escurrió aquel encuentro en su casa del municipio habanero de Playa, donde un banco de parque formaba parte de la mueblería de su sala. Nunca más vi a Excilia, pero conservo esta conversación, y uno de los ejemplares de su Noche.
Antes de conversar con Excilia, y luego de leerles muchas veces este libro a mis niñas, estuve convencida de que ella había creado a la abuela con el pretexto de transmitir valiosos mensajes. Ahora se que la abuela creó a Excilia y que en ella conviven las dos.
—Muchacha, ve a jugar con la luz.
—Abuela, el portal está mojado.
—Niña, también lo está el mar, y el arco de los colores lo salta de un lado a otro lado.
Comencé a escribir en el mismo momento en que aprendí las primeras letras. Una cosa está unida a la otra. Desde los tres o cuatro años ya hacía poemas con la idea de que iba a ser la gran escritora del mundo, cosa que no logré. A los once años hice una novela al estilo Corín Tellado; a los quince me di cuenta de que no funcionaba y comencé a escribir poesía.
La historia es bien sencilla, tenía un grupo de amigos que son escritores hoy día y decían que yo podía escribir. A los 20 años presenté mi primer libro al concurso Casa de las Américas, Enlloró, y obtuve una de las menciones de ese año (1967). Me resultó muy agradable pues los otros galardonados fueron René Depestre, Miguel Barnet y el premio lo alcanzó el poeta, narrador y ensayista español Félix Grande (1937-2014), que es uno de los candidatos al Cervantes. Después estuve hasta 1979 sin publicar, cuando con Cantos para un mayito recibo el premio Julián del Casal.
—Si no fueras quien eres, si no te gustaran ni las flores, ni las rejas, si fueras de mi nombre analfabeta. ¿Quién quisieras ser tú abuela?
—Pues me gustaría ser alguien a quien le gustaran las flores, que coleccionara rejas, que hubiera combinado sonidos hasta llegar a tus letras. Si fuera quien no soy, quisiera ser al menos tu abuela.
La abuela de La Noche es mi abuela. Quizás en el libro es a veces muy intelectual. La literatura tiene esos problemas. Desde la descripción inicial digo que mi abuela era elemental y simple como el milagro cotidiano del agua. Y en efecto era eso, pero esa «elementalidad» y esa simpleza solamente es equiparable con el agua y sin el agua no se puede vivir. Ella era un ser vital, todavía es vital en mi existencia. Muchas de las cosas que trato de hacer, cómo quiero vivir, a lo que aspiro a llegar como ser humano, está inspirado en cómo era ella, en cómo pensaba y hasta qué punto se daba a los demás.
Yo tenía una abuela fabulosa, maravillosa, era un ser iluminado que irradiaba luz. Analfabeta, pero brillante. La enseñé a leer en menos de un mes cuando ella tenía 53 o 54 años. Sabía más que nadie en el mundo. Era muy inteligente.
También era una mujer bellísima que siempre estaba haciendo historias. Cuando yo nací solo tenía 38 años. Fue una abuela adolescente. Jugamos y cantamos juntas. La recuerdo siempre sonriente, con una amplia visión del mundo. Parecía una mujer del siglo XXII, si es que entonces las personas van a ser así.
Día a día yo la miro./ Día a día ella me ve./ En el claro ojo del mundo/ van su perfume y su sed.
Cuando empecé a escribir todo el mundo se burlaba. Eso era lógico, sobre todo porque yo tenía una poesía muy vanguardista, me pasaba la vida entera hablando de los plumeros, los trapeadores y esas cosas. Cuando yo escribía, no importaba la edad, nadie me podía molestar, pues a ella le parecía muy importante todo aquello. A su lado tuve una infancia y una adolescencia bellas. Murió cuando yo era una mujer. Pienso que si hay una prueba de que los muertos no se pueden comunicar con los vivos es esta, porque si existiera alguna puerta —salvo la del amor—, entonces estaría en contacto conmigo todos los días.
—¿Qué cómo era mi abuela?
—Abuela era tan sabia que no sabía palabras oscuras, pero podía conversar con los astros o con la humilde matica de ruda.
En mi vocación literaria, tuvo que ver con la esencia, no con el fenómeno. Creo que yo pudiera haber sido cualquier cosa, a ella le daba igual. No importaba si era escritora o sembradora de aguacates, su problema era que lo hiciera bien, que fuera algo que me gustara y sintiera placer al hacerlo.
Imagínate, con una persona así una tiene la necesidad de crecerse de alguna manera y en esa medida he tratado de que el personaje de la abuela aparezca en una buena parte de mis libros, a veces de forma un poco «despistada» y otras muy sabia, como la de La noche, que es donde más está ella. Este es un libro íntimo que escribí cuando acabé de leer La historia interminable, del alemán Machael Ende. Esta lectura me deprimió muchísimo, pues pensé que no había nada más que hacer y en un momento me dije: Sí, está bien, pero él no tenía abuela…
Yo te voy a regalar mil zapatos de cristal./ Y una carroza de besos/ y dos cocheros traviesos/ y tres largos pajes tiezos/ que te han de resguardar./ También le he de regalar/ completa mi sed de andar.
Para mi la literatura es un acto de comunicación, una necesidad de enseñar y aprender. Por eso mucho de cuanto hago está dedicado a los niños. Recuerdo como grandes enseñanzas —aparte de las que recibí en el mundo familiar— lo que leí de niña, incluso estuve buscando durante años al autor de una frase que me impresionó mucho. Creo que los autores que escriben para niños tienen una ventaja y una desventaja. La primera es estar siempre detrás de ellos y la segunda que no recuerdan cómo te llamas.
Pero en realidad a mi no me interesa que alguien tenga presente el nombre de Excilia o los otros miles que me daba mi abuela cada día. Lo que si quiero es estar dentro de alguien. Y escribir para los niños es estar dentro del lector para siempre, crecer dentro del lector. Entonces la literatura infantil es para mí casi una obligación de enseñanza y de ternura.
La noche y la foto
La Noche, es poesía total sobre la base del método heurístico, del diálogo socrático. Parte de la exposición para la comprensión. Casi todo está dado a través de dos posibilidades. Una, la rima, la musicalidad, que siempre le interesa al niño, y la otra, el hecho conceptual. Es lo que he tratado de llamar libro circular, lo lees en la infancia y te queda un recuerdo agradable, pero con más experiencia vuelve a decirte otra serie de cosas; en este sentido, el modelo puede ser El Principito. Por lo menos esta ha sido mi intención al escribir para niños y mucha gente dice que en La Noche, se logró eso.
Nací el 7 de agosto de 1946, a las seis de la tarde cuando el sol se preparaba a dar paso a La Noche. Entonces llegó ella: de los brazos adolescentes de la madre pasé a los suyos para ser abuela: mi abuela. Pero ahora cuando la miro en los retratos veo una mujer sin edad, rolliza y saludable como buena hija de mulata caribe y de isleño. Ya no está, solo me quedan unas manillas de oro, una jarra rota y el perfil de mi hijo, mas ¿no es acaso la memoria presencia del corazón? Ella es. Tengo mi nombre extraño y suyo, y los recuerdos: inmarcesibles, nuestros. En la casona de la Víbora o bajo el portalón de Santa Fe, aprendí su palabra y su silencio. Y la mejor parte de mí.
Excilia Saldaña publicó 20 libros; entre ellos, Kele kele (premio La rosa blanca); El refranero de la víbora; Compay Tito (premio La edad de oro); El misterioso caso de los maravillosos cascos de Doña Cuca Bregante; Apuntes sobre cine de horror y misterio, Mi nombre: antielegía familiar; Lengua de trapo y todos lo trapoanudadores del mundo.
Tras su fallecimiento en 1999, Jícara de miel: el libro de todas mis nanas; La lechuza y el sijú y, por último, Kric en el país de las frutas (2005). Excilia ganó la Distinción por la Cultura Nacional y trabajó como especialista de Literatura infantil cubana en la Editorial Gente Nueva.
«En Cuba hay una excelente literatura para niños, creo que podemos sentirnos orgullosos de que las primeras manifestaciones de un trabajo dirigido al niño se dan en nuestro país desde el siglo XVIII con Esteban Salas», dijo en esta entrevista de mayo de 1994.
El XIX contó con una literatura de alto nivel y figuras de la talla de Bacardí, Heredia y José Martí. En el ámbito más contemporáneo ha habido importantes escritores como Emilio Ballagas, Nicolás Guillén, Mariano Brull, Dulce María Borrero, y después del triunfo de la Revolución esta literatura logró tener un canal de expresión por donde nos llega Dora Alonso, y se ratifican Renée Potts y Raúl Ferrer.
Creo que necesitamos más promoción, estar más en las arenas internacionales, porque en Cuba hay una literatura muy fuerte, sin edulcoraciones tontas ni ñoñerías, y en todo sentido encaminada a ser literatura.
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Tomado de Cubaperiodistas
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