La búsqueda incesante de la claridad poética
Sobre el autor
Ezra Weston Loomis Pound, más conocido como Ezra Pound (30 de octubre de 1885 – 1 de noviembre de1972) fue un poeta, ensayista, músico y crítico estadounidense cuya existencia no estuvo alejada de la polémica. Predicó fogosamente el rescate de la poesía antigua para ponerla al servicio de una concepción moderna. Su obra monumental, Cantos o Cantares, le llevó gran parte de su vida.
La primera poesía de Pound estuvo influida por los poetas del siglo XIX, especialmente los prerrafaelitas, la literatura medieval y la filosofía ocultista y mística neo-romántica. En 1925 se editaron en París, los dieciséis primeros Cantos, su obra más ambiciosa, que luego amplió y reeditó a lo largo de toda su vida, y entre los que se cuentan los Cantos pisanos (1949) y los Cantares (1956). En ellos incluye versos en diversas lenguas, y adapta y retoma materiales procedentes de otros autores y de varias tradiciones, incluso de China.
De su obra poética merecen destacarse Personae en 1926, una recopilación de poemas breves, y Cantos en 1970, considerada una de las epopeyas en lengua inglesa más importantes del siglo XIX, y a la que dedicó cuarenta y cinco años de su vida.
Enemigo del Romanticismo y del discurso lógico, su obra resulta extremadamente compleja y difícil. Influyó, entre otros, sobre T.S. Eliot, su principal discípulo, y James Joyce, además de dirigir y aconsejar en sus primeros pasos literarios en París a su amigo Ernest Hemingway.
En el aniversario de su muerte, compartimos su poema «Retrato de una mujer».
Fragmentos de su obra
Retrato de una mujer
Tu mente y tú son nuestro Mar de los Sargazos, Londres ha flotado en torno a ti durante estos últimos años y brillantes naves te han dejado esto o aquello como tributo: ideas, viejos chismes, pedazos de mil cosas, extraños jirones de conocimiento y costosas prendas desteñidas. Grandes inteligencias te han buscado −a falta de otra persona. Has sido siempre postergada. ¿Trágico? No. Has preferido esto a lo acostumbrado: un hombre torpe, aburrido y hogareño, una mente mediocre −con un pensamiento menos cada año. Oh, eres paciente. Te he visto sentada por horas, ahí donde algo pudo haber surgido a flote. Y ahora pagas a uno. Sí, generosamente pagas. Eres una persona de cierto interés, uno viene a ti y se lleva consigo una extraña ganancia: trofeos pescados, alguna curiosa sugestión; datos que no conducen a ninguna parte: una o dos historias preñadas de mandrágoras, o algo que podría ser de utilidad y que sin embargo nunca utilizamos, que no llena ningún hueco ni demuestra su uso, ni encuentra su hora en el tejido de los días: entre las deslustradas, llamativas, maravillosas cosas viejas; ídolos y ámbar y preciosas incrustaciones, éstas son tus riquezas, tu gran almacén; y sin embargo para todo este mar acumulado de objetos inútiles, extrañas maderas semihumedecidas, y cosas nuevas y brillantes: en el lento flotar de diferentes luces y profundidades, ¡no!, ¡no hay nada! En la suma de todas estas cosas, no hay nada que sea enteramente tuyo. Y sin embargo, esto eres tú.
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