Las demoras en la impresión de los libros de los planes editoriales de 2018 y 2019 deben ser las causantes de que títulos de tanta demanda como Cuentos populares de humor –compilación realizada por Samuel Feijóo, cuya primera edición data de 1960– apenas ahora comiencen a llegar a las librerías, pese a ser parte del plan de 2018. Hace pocos días lo adquirí como novedad en una presentación en Santa Clara.
Pero aunque sea con retraso, se agradece mucho la entrega de esta recopilación, nada menos que en tres mil ejemplares, que hacen suponer alcanzarán para todo el país, aunque con seguridad no cubrirán toda la demanda. Espero no obstante que, al menos, alcancen para todas las bibliotecas, espacio donde no deben faltar.
No son frecuentes las compilaciones donde aflore de manera tan desenfadada, y hasta con su cuota de ingenuidad, la crónica de una vida alejada de las tensiones modernas, o posmodernas, o poshistóricas. El reflejo de esa vida simple, signada por códigos de conducta del más relajado respeto y una ética prístina, por elemental, nos sitúa frente a la posibilidad, más que utópica, de un consenso humano donde la burla sana no constituya un acto de crueldad sino parte de un repertorio lúdico donde prevalezca lo hiperbólico de ciertas situaciones.
La variedad temática de este repertorio, gracias a la vocación ecuménica del compilador, constituye uno de sus más altos valores, pues ahí nos encontraremos cuentos de congos, de isleños, de chinos, de guajiros, de despedidas de duelos, de guapos, de circos y de cuanto espacio o ser han servido de motivo para buscar la carcajada. Llama la atención, no obstante, la voluntad feijosiana de situar los protagonismos en los pequeños escenarios, la mayor parte de las veces rurales, y en personajes comunes de la cotidianeidad nacional. En realidad no hace otra cosa que ser fiel a su poética como recopiladory narrador oral, que no a la hondura lírica de su poesía, más bien acogida a la solemnidad panteísta, sobre todo en sus primeros y más trascendentes libros.
Feijóo traza un algoritmo antropológico gracias al cual se tipifican situaciones humorísticas que el saber popular, con sus caudales empíricos, ha clasificado como atribuibles a determinados grupos, no importa si enlazados por origen, vocación, educación, convivencia o rol social. La hibridez racial con que se concreta nuestra identidad hace que cada linaje étnico aporte su gramo de magia al mosaico vernáculo donde estas expresiones ganan jerarquía idiosincrásica.
Como en toda la obra folclórica de este intelectual –más como recopilador que como creador– hay en estas historias una lectura que va más allá del texto, una especie de propósito subliminal consistente en reunir un centón de expresiones donde lo dialectal, lo satírico, lo costumbrista y lo ingenioso se manifiestan con naturalidad hasta dejarnos con la velada certeza de lo poético viabilizado como diálogo cotidiano.
No obstante lo evidente del propósito de transmitir el ingenio de otros, libros como este nos obligan a recordar que con materia prima de la misma naturaleza el folclorista hilvanó las peripecias y situaciones insólitas de sus más divertidas novelas: Juan Quinquín en Pueblo Mocho, Túmbaga, Jira descomunal, Gil Jocuma y Pancho Ruta y Vida completa del poeta Wampampiro Timbereta, así como los gozosos relatos del volumen Cuentacuentos.
No hay en las piezas de la recopilación que comento afán estilístico alguno, pero sí queda claro el regusto por las invenciones palabreras del sujeto popular, siempre signadas por el paladeo consensuado de un «hablar mal» que deviene metáfora. Tal propósito, en alianza con la síntesis narrativa, siempre directa y con el énfasis de la comicidad en el cierre, se aviene con eficacia a los pactos de receptividad de un elevado por ciento de los lectores cubanos.
Es este uno de esos libros que el lector de cualquier tiempo agradece, pues se puede leer de izquierda a derecha, página por página, sin saltos ni sobresaltos, pero con la seguridad de que con frecuencia casi milimétrica aparecerá un motivo que nos despertará la risa, o la sonrisa, o la reflexión en tanto identifiquemos las situaciones gestadas en una tipicidad que es a su vez, paradójicamente, exclusiva de cada relato.
La cubanía, la grandeza de lo imperceptible, la magia que se nos escapa con las tensiones del duro devenir cotidiano pueden ser captadas, a contraluz o con pleno resplandor en este volumen donde Samuel Feijóo nos ofreció, a manos llenas, algunos de los mejores frutos de la sapiencia de un entorno cada vez más imbuido en pautas humorísticas de otra naturaleza.
(Santa Clara, 5 de abril de 2021)
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