Entrevista a Félix Horta García (San José de las Lajas, 1947), quien al servicio de la historia robustece su tiempo con la indagación minuciosa del pasado, donde vida y obra se hacen una.
¿Quién es Félix Horta García?
Fui un niño muy activo, gustaba de juegos y mascotas. Viajaba en sueños a países lejanos en búsqueda de aventuras. Le debo a la familia una niñez dichosa; cada miembro me aportó distintos saberes a través de paseos y excursiones. Mi abuelo materno me llevaba al campo para enseñarme a convivir con la naturaleza, mientras la abuela me inclinó a leer y dibujar a grafito. Mi instrucción, desde el jardín de la infancia, se realizó con maestros y profesores que determinaron mi gusto por la lectura y lo novedoso. Desde pequeño, me atrajo el mundo que se abría ante mí como un enorme abanico.
Te resalto, además, que una férrea autopreparación encaminada a profundizar mis conocimientos sobre historia y cultura popular tradicional, ajena al trabajo que realizaba en la sucursal del banco de mi pueblo, así como de otras tareas, me prepararon para asistir, en muchos casos, como ponente en conferencias, talleres y seminarios relevantes donde fui merecedor, en varias ocasiones, de premios y menciones. No debo olvidar que la constancia, la disciplina y la responsabilidad las obtuve como bancario.
Ha sido esencial para mí la ayuda recibida por la comunidad lajera, siempre dispuesta a brindarme colaboración ante mis visitas inesperadas; ellos son la fluencia infinita y el afecto recibido que transmito en mi obra.
Sobre tu primer libro A la sombra de los árboles mágicos (Editorial Unicornio, 2012), ¿qué podrías decir?
En esta publicación me remonto a mi niñez pues investigo sobre la costumbre campesina, muy arraigada en aquella época, de intentar curar las enfermedades a través de plantas y rezos. El tratamiento del tema me llevó a la conclusión del origen canario de esta tradición en Cuba, por supuesto, no solo por la etnia de los testimoniantes, sino por la similitud de los santiguados recogidos en ambos archipiélagos. Esta obra mereció el primer premio de investigación en el VI Coloquio Historiográfico Canario, organizado por la Asociación Canaria de Cuba Leonor Pérez Cabrera y el gobierno de Islas Canarias, en 1999.
En tu segunda obra A cada uno lo suyo. Memoria conga del Portugalete (Editorial José Martí, 2018), al iniciar su lectura se evidencia un minucioso trabajo investigativo. Algo que lograste, evidentemente, con extrema paciencia, no hay otra forma. También se puede constatar que tu espíritu de investigador tocó muy de cerca a todos aquellos que te acompañaron, sensible complicidad que dota a la obra de una frescura contagiosa, ¿cómo llegaste a esta selección?
Siempre sentí curiosidad por las tradiciones de origen africano. Casi tuve una nana negra que, aún ya adulto, me seguía llamando El Nene. También se lo debía a San José de las Lajas, mi pueblo y el de mis ancestros. No puedo dejar de mencionar mi relación con practicantes de la Regla de Ocha y Regla Conga de Palo Monte, que aunque nunca intentaron influir en mis creencias, evidentemente marcaron mi vida. Por otra parte, a pesar del rol tan importante que jugó la mano de obra esclava, en el siglo XVIII, en las plantaciones de azúcar y café que sustentó nuestra base económica, hasta donde tengo conocimiento, este tema ha sido muy poco tratado en nuestra región. De aquella época solo sobrevivió el Central Portugalete, nombrado así por su primer dueño, el vasco Manuel Calvo Aguirre en memoria de su lugar de origen. Así que este apellido, como era costumbre que los esclavos llevaran el del dueño, me llevó al encuentro de los nietos de los esclavos del Ingenio. Ya estaban muy ancianos pero poseían una entereza, un carácter envidiable a pesar de estar marcados por las dolencias propias de la edad. Tenían muy buen humor.
El Portugalete dejó en la población el eco de la molienda, el grito del esclavo. Estaba de paso por el pueblo de Cuatro Caminos cuando, mientras estaba detenida ante aquella antigua pared de piedra que mostraba su espectacularidad histórica, algo hacía imposible que pasara inadvertida. Alguien dijo: «es lo que queda del Ingenio». Un ambiente de solemnidad nos inundó. Tus entrevistados se expresan de una forma muy particular, cercana a sus ancestros, algo que también influye para darle a la obra una atmósfera de época. ¿Qué me podrías decir al respecto?
El vetusto muro de piedra fue la pared del antiguo barracón ya mutilado. Las personas sensibles y conocedoras de la historia de aquel lugar podrían imaginar los lamentos de esclavos, el ruido de las máquinas, el avatar del grillete o el deambular desorientado de los pequeños chichiricú o kiri-kiri, a falta del ngangulero.
Los nietos de esclavos que entrevisté contaban con una edad muy avanzada, uno de ellos falleció a los 103 años. Tenían poca instrucción y un habla muy particular, propia o imitativa de los cuentos y fábulas contados por sus ancestros.
¿Te integras?
Considero que hay una estrecha relación entre el sujeto y el investigador. Una atmósfera que te lleva hacia el ayer. Imágenes diluidas se hacen corpóreas. Compartí sus alegrías y pesares. Casi sin percatarnos, asistimos a momentos de vida más allá de una explicación.
Cuando se comienza un proyecto, cuando aún no nos hemos iniciados generalmente lo soñamos antes de dar los primeros pasos, mas junto a él nos acompañan nombres que admiramos por su rigor y trascendencia. ¿Maestros?
Sobre las influencias, a través de su obra, puedo nombrar a Fernando Ortiz, Lydia Cabrera, Samuel Feijóo y Manuel Moreno Fraginals, entre otros. También ha sido determinante mi amistad con Natalia Bolívar Aróstegui, pues sigo sus pasos desde el Museo Numismático, el doctor Jesús Guanche, la siempre estimulante periodista Marta Rojas y la poetisa Nancy Morejón. Llevo en la memoria, con mucho cariño, a la historiadora Gloria García, pérdida sensible.
¿Qué temas te persiguen?
Siempre tuve curiosidad por la cultura popular. Me fascina la creatividad, la fantasía y el mundo interior de los hombres y mujeres que conforman nuestro mundo. De las manifestaciones culturales trato de dilucidar su origen y sus mezclas dentro de la amalgama cubana.
Félix, si volvieras a nacer serías investigador y si volvieras… serías investigador. ¿Es así?
Si naciera con la misma curiosidad, el placer por lo novedoso y la comunicación entre las personas con la finalidad de lograr tolerancia entre diferentes culturas volviera, si la vida lo permitiera, y quizás lo haría mejor, a recorrer este camino.
¿Planes futuros?
Seguir indagando, en la búsqueda incansable por el conocimiento hacia la identidad cubana, ¿qué fuimos, qué somos y hacia dónde vamos?
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