Un cubano ilustre

Los estudios bibliográficos, y en especial los resultados que estos arrojan, poseen una extraordinaria importancia para los investigadores y estudiosos, quienes son sus primeros «consumidores». Cuba tiene una larga tradición en estos estudios y son varios los bibliógrafos ilustres que a lo largo de más de dos siglos han aportado al enriquecimiento de esta disciplina. Pero aun así, «sentimos» que el reconocimiento público está muy por debajo de los merecimientos.
Unos cuantos años atrás, quien redacta solía frecuentar la Biblioteca Nacional José Martí y allí, en su Sala de Referencias, consultar, revisar y nutrirse del cúmulo de información contenida en los innumerables tomos del Diccionario Biográfico Cubano de Fermín Peraza que allí se hallaba a mano, en edición muy modesta para la importancia del libro de que se trataba y el mucho servicio que prestaba.
Viene el recuerdo al caso porque Fermín Peraza Sarausa murió el 31 de enero de 1969, hace ahora 55 años, y no queremos pasar la fecha por alto.
También se cumplieron 116 años de su natalicio ocurrido el 7 de julio de 1907 en La Habana. Y Peraza no era «un desconocido». Se trataba del hijo del general de brigada del Ejército Libertador Francisco Peraza y Delgado, combatiente por la independencia de Cuba que una vez envainado el machete y llegada la paz, se dedicó al cuidado se sus tierras en la zona de Batabanó y que ya en la ancianidad retomó el machete, se alzó y opuso al gobierno de Gerardo Machado para morir virtualmente masacrado en 1931.
Peraza hijo, quien nos ocupa, hizo los estudios de bachillerato y después los de Doctor en Derecho Civil, en la Universidad de La Habana, aunque su interés lo encaminó hacia los estudios bibliográficos, el primero de ellos referido a Enrique José Varona, gran maestro de las juventudes cubanas en las primeras décadas del siglo XX.
Precisamente luego del derrocamiento del régimen dictatorial de Machado fue nombrado director de la Biblioteca Municipal de La Habana, en cuyo desempeño se mantuvo hasta 1960.
Al tiempo que fomentaba el interés por las investigaciones bibliográficas, se convertía él mismo en uno de sus más destacados abanderados. Compiló en 1954 una Bibliografía martiana que fue una de «las dos más completas de Martí»[i] para su época (mediados del siglo XX) y mucho antes, desde 1937, dio inicio al Anuario Bibliográfico Cubano, que cuantos son asiduos a las bibliotecas y en particular al proceso de investigación de las fuentes, saben cuán importante resulta y cuánto tiempo ahorra al buscador de datos, al estudioso, al lector en general, cualquiera sea la disciplina a la que dirija sus pesquisas bibliográficas.
Pero no hemos comentado aún acerca de su obra más socorrida: el Diccionario Biográfico Cubano, que entre 1951 y 1959 arrojó la cifra de diez tomos, y el de Personalidades cubanas, que lo complementa (por tratarse de personajes vivos en aquel momento), y se publicó entre 1957 y 1959. Uno y otro devienen una suerte de Quién es quién, dentro del contexto de la cultura cubana.
«Los interesados en la historia de nuestro país tienen en estas dos obras monumentales una fuente de documentación sumamente provechosa», apunta el investigador Jorge Domingo Cuadriello en lúcido artículo que rescata la memoria de Fermín Peraza[ii].
Tampoco se pasará por alto la labor de Peraza como conferenciante y difusor de la vida y obra de su antecesor y padre de la bibliografía cubana, don Antonio Bachiller y Morales, e igualmente sobre otros temas relacionados con el libro, la imprenta y cuestiones afines. Colaboró además en la prensa diaria (periódico El Mundo) y en publicaciones especializadas o de muy grande arraigo, como lo han sido Revista de la Biblioteca Nacional José Martí y Revista Bimestre Cubana, por citar solo dos.
Su prestigio como bibliógrafo trascendió las fronteras nacionales, asistió a congresos internacionales, fue miembro de instituciones bibliográficas en el exterior y de la Academia de la Historia de Cuba y de la Sociedad Económica de Amigos del País.
Sumamente laborioso resultó el quehacer de Fermín Peraza y sumamente útiles resultaron sus aportaciones. A la bibliografía dedicó su vida. Después del triunfo de la Revolución fijó su domicilio en Estados Unidos, donde murió en la fecha consignada al inicio.
[i] Max Henríquez Ureña, en Panorama Histórico de la Literatura Cubana, tomo II, Edición Revolucionaria, 1967, pág. 329.
[ii] Mensuario Palabra Nueva, No. 165, julio-agosto de 2007, La Habana, p. 25-27.
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