Aquellos patriotas que prestaron servicio en el Ejército Libertador y además escribieron sus recuerdos, memorias o impresiones prestaron a las patria un servicio doblemente valioso. Son numerosos los casos y Fernando Figueredo Socarrás es uno de ellos.
Quien redacta este apunte tiene en sus manos una de las varias ediciones de un libro esencial dentro de la bibliografía de la Guerra de los Diez Años. Se titula La Revolución de Yara, de la autoría de Fernando Figueredo Socarrás.
Patriota e historiador, quien emprende la lectura de los libros de Figueredo Socarrás descubre de inmediato la vena del escritor, la amenidad del conferenciante y la veracidad de quien fue testigo de los sucesos más importantes de la Guerra Grande por la independencia, entre 1868 y 1878.
Figueredo Socarrás, nació el 9 de febrero de 1846 en Camagüey, pero su niñez transcurrió en la ciudad de Bayamo, devenida años después hervidero libertador y cuna de la Revolución de 1868.
En la adolescencia también vivió en La Habana y más tarde en Estados Unidos, donde hizo estudios de ingeniería e integró el Club Revolucionario Cubano.
El estallido del movimiento independentista lo trajo de vuelta a la patria y del grado de confianza depositado, en el entonces muy joven patriota, da fe su condición de ayudante secretario de Carlos Manuel de Céspedes en la manigua.
Los cargos que ocupó en la guerra, donde llegó al grado de coronel, fueron numerosos, desde jefe del Estado Mayor de la división del general Manuel de Jesús Calvar, hasta representante a la Cámara de la República en Armas, en 1877. Uno de los hechos más significativos en la trayectoria de Figueredo lo constituye su testimonio de la histórica Protesta de Baraguá el 15 de marzo de 1878, protagonizada por el general Antonio Maceo.
Es él quien recoge las palabras de aquel encuentro. Leamos el siguiente fragmento:
[…] Como el General en Jefe (se refiere a Arsenio Martínez Campos) insistiera en desplegar el documento, Maceo, concentrando en sí toda su energía, bruscamente le interrumpió diciéndole:—Guarde usted ese documento; ¡no queremos saber de él!
El general tiró su cigarrillo y plegó su papel, guardándolo en su levita.
— ¡Es decir, exclamó, que no nos entendemos!
— ¡No!, dijo Maceo, no nos entendemos.
— Entonces, replicó el General Campos, ¿volverán a romperse las hostilidades?
—¡Volverán a romperse las hostilidades!, acentuó Maceo significativamente.
¡Electrizante, inolvidable en su forma y contenido este fragmento que a Figueredo Socarrás le debemos!
Con su mujer e hijo marchó Figueredo al exilio en Santo Domingo, después se trasladó a La Florida, y de nuevo en la Guerra del 95 cumplió tareas para el Partido Revolucionario Cubano.
Al concluir la contienda, regresó a Cuba y desempeñó cargos diversos, entre estos, el de Director General de Comunicaciones y el de presidente de la Academia de la Historia de Cuba.
Del hacer de Figueredo Socarrás en la prensa quedan sus trabajos publicados en Revista de Cayo Hueso, Patria, La Discusión, Cuba y América, Universal, El Heraldo de Cuba, etcétera. También están sus libros: La toma de Bayamo, de 1894; el ya citado La Revolución de Yara. Conferencias, de 1902; Elogio del General José Miró Argenter, editado en 1926 y algunos más.
Fernando Figueredo Socarrás falleció el 13 de agosto de 1929 y vale apuntar de él lo que escribió el crítico Max Henríquez Ureña:
Quote Aparte de que su memoria le fue siempre fiel, cosa importante en un actor y testigo, tuvo el cuidado de acudir a las mejores fuentes y evitó formular afirmaciones caprichosas o recoger informaciones sin base fehaciente (…) Su transparente estilo es tan llano como correcto.
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